La destitución de Clemente es sólo cuestión de horas

No se certificará hasta mañana miércoles, hasta que se reúna el Consejo de Administración, una vez que se elija al nuevo presidente, pero todo hace indicar que Javier Clemente tiene las horas contadas como entrenador murcianista. Salvo cabriola de la propiedad, algo improbable tras la marcha de su principal valedor, Jesús Samper, y más tras el último descalabro ante el Huesca, las posibilidades de que llegue al choque del próximo sábado para dirigir al equipo ante el Celta son remotas. Prácticamente nulas.

El director general del Myrcia, Santiago Del Río, el mejor colocado para tomar el testigo de Jesús Samper presenció in situ, en el Alcoraz, lo que el resto de los consejeros masticaron en la distancia: una nueva demostración de incapacidad de un entrenador que empeora semana a semana sus números y que mantiene al Murcia en puestos de descenso desde que arrancara el campeonato.

Que Clemente se sostenga tras caer en tierras oscenses sólo tiene una explicación: en el último consejo, en el que la renuncia de Jesús Samper todo lo capitalizó, se acordó de forma expresa aplazar cualquier decisión hasta la elección de un nuevo presidente, en la confirmación expresa de que Samper no quería mancharse despidiendo él a su amigo Clemente. El preparador del filial que milita en Segunda División B, José Miguel Campos es el mejor colocado para tomar el testigo de Clemente.

A la penosa marcha deportiva se suma el riesgo de ir a Concurso

Al decepcionante transitar de los grana, el segundo presupuesto más alto de la categoría con 24 millones de euros, hay que sumar el déficit de 30 millones de euros que presenta la entidad y sobre todo, la decisión firme de la propiedad (personificada en Juan Manuel Trujillo, la otra mitad, el hombre que ha generado el dinero en todos estos años pasados de bonanza económica en Nueva Condomina) de ir recortando su aportación monetaria y que podría tener como futuros pasos que el Murcia se agarrará a la Ley Concursal para mitigar la deuda y en el caso más extremo, la salida del Grupo Santa Mónica de la capital del Segura. Crisis deportiva y deriva institucional.