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Huracán Villa en Málaga

Sus dos goles devuelven el liderato al Valencia. Albiol salvó sobre la línea un gol cantado de Barros. El Málaga acumula ya 360 minutos sin marcar

<b>CLAVE. </b>Salva, en el momento de pisar a Edu.
CLAVE. Salva, en el momento de pisar a Edu.

Mete un gol, vamos Málaga mete un gol", se alborota y canta La Rosaleda, que tiene fe y lo ve cerca. Y cuando más cerca está y no parece un muro, aparece Villa, depredador, infalible. Su gol de cabeza, a la segunda, después de un paradón de Arnau, mantiene en la punta de la Liga al Valencia, otros días estilista. Ayer, simplemente, pragmático. Para ganar le bastó con la isla de Villa, que apareció en tres momentos. En el minuto 15 para mandar fuera un remate sin dificultad aparente. En el 70, para proclamar su hegemonía en la Liga. Y sobre la hora, para engordar sus números, camino de la leyenda.

Villa mató al Málaga, que lo temía con razón y se ve en las profundidades de la tabla y preocupado por su terrible desencuentro con el gol, que anoche tuvo cerca como nunca, empujado por su gente como estuvo, excitado y con ganas de reivindicarse delante de una de las vedettes del campeonato. Pero para marcar, al Málaga le falta un metro. El que perdió de vista Salva para, en vez de rematar, embestir contra Edu (se las lleva todas) y acabar en la calle. Qué amor por el tremendismo de Álvarez Izquierdo. Qué desolación en el Málaga.

Terminó el partido y rompió a llover en Málaga. En medio de la nube de micrófonos andaba Villa, estelar. Y deambulando, sin encontrar explicaciones, los jugadores del Málaga, respaldados por su afición, incrédula por el desenlace del partido, la prueba maestra de cuánto valen los millones en el fútbol. Los millones son el gol. El Málaga no fue capaz de hacerlo ni a puerta vacía, en el minuto 52, cuando Renan evitó un gol cantado de Adrián y Pablo Barros, el pitbull del Málaga, un correcaminos que no conoce el umbral del cansancio, remachó. Sólo le quedaba Albiol por el camino. Y el balón golpeó en Albiol. Así anda el Málaga, corto de puntería y con peor suerte.

Cosas de la fortuna. Las hadas están ahora en Mestalla. Si no sería difícil entender la victoria de un equipo disminuido, que no dejó el buen sello de su entrenador y se sintió seriamente asfixiado por el corazón del Málaga. El Valencia fue coleccionando tarjetas en vez de oportunidades en la primera parte, pero tuvo la virtud de no desesperarse. No mostró grandeza, pero sí precisión y astucia en la jugada que decidió el partido. Primero aprovechó una decisión equivocada de Pablo Barros que permitió el primer disparo de Villa, y luego un desliz de Jesús Gámez, que estaba jugando un partidazo pero se olvidó del balón y se lo dejó a Mata.

El resto fue lo de siempre, Villa sobre Villa levantando al Valencia y el Málaga a la carrera, destrozado, maldiciendo su suerte. Sin fuerzas para levantarse del golpe. El Málaga corre, enseña las garras, muerde. Pero le falta destreza, llega cansado arriba o empieza a tener un problema mental. Le queda un buen tesoro, la afición, que en vez de darle la espalda se vuelca y espera el día del Valladolid como el de la redención. Pero debe apresurarse y levantarse de estos golpes contra la pared que se da en la portería contraria. La expulsión de Salva fue todo un símbolo. Salva, al que todavía queda algún conocido en el Valencia, reapareció como siempre que lo hace últimamente, como el último suicida al rescate. Y él acude porque se le llama. Sin Luque, desconvocado la misma mañana del partido con problemas en el adductor, y con Adrián (sustituto) y Baha, con la batería a cero. Tapia ya ha probado todo el arsenal y tiene a su equipo con cero goles en 360 minutos. Parece evidente que se acerca al camino, y puede felicitarse por ello. Pero necesita una ayudita divina. Ese gol

Si gana, al Valencia le resultará más fácil la transición al estilo Emery. Los triunfos permiten experimentos discutibles (Joaquín ofreció más que Pablo en la derecha) y ciertas regresiones. Jugar con un punta en el Valencia parece demasiado poco si Mata está soso y Angulo perdió la llegada de sus mejores días. El asunto es que el punta no es cualquiera. Es con el que soñaron Schuster, Benítez, Scolari. Es el siete de España, David Villa. Menudo futbolista, el Guaje.

El detalle: Salva, roja en trece minutos

Salva Ballesta se estrenó en esta temporada ante uno de sus ex equipos, el Valencia. Sin embargo, el Aviador apenas pudo estar 13 minutos en el campo. Disputó un balón en el área con potencia y acabó pisando a Edu. El colegiado vio mala fe.