Liga de Campeones | Osasuna 1 - Hamburgo 1
Pobre de mí en Pamplona
Un gol tardío del Hamburgo acabó con el sueño rojillo
Estuvo tan cerca el sueño de la Champions para Osasuna que lo acarició, lo manejó incluso, hasta que el espigado De Jong enterró las ilusiones cuando el encuentro se esfumaba. Una pena, una traición injusta para los rojillos, dignos merecedores de tan honroso premio. Quizá quien mejor reflejó ese duro sinsabor fue Webó, pues tuvo en las dos últimas ocasiones la oportunidad de convertir los sollozos de la grada en sonrisas. Falló ambas y convirtió la ovación con la que le recibió el estadio en un drama generalizado. Con esos errores se iban los sueños y las ilusiones. Y a saber cuándo volverán a estar tan cerca como esta vez.
Eso que el encuentro no pudo comenzar mejor. Un buen córner botado por David López lo cabeceó Cuéllar a la red y adelantó a los rojillos. Demasiado pronto, pensó la afición al tiempo que celebraba el gol. La ventaja que tanto iba a costar obtener, o al menos eso se suponía, se había conseguido en la primera jugada peligrosa del encuentro. Y eso, para un equipo humilde, trabajador como Osasuna, podía convertirse en un arma de doble filo.
Demasiado atrás.
Porque irremesiblemente el peso del partido comenzó a tomarlo el Hamburgo. Apareció Van der Vaart, se movió bien arriba el peligroso Sanogo y los alemanes fueron haciendo el balón suyo hasta convertirlo en algo de un sólo dueño. Al menos ese dominio no se tradujo en ocasiones de gol. Prácticamente un cabezazo de Lauth a las manos de Ricardo se convirtió en la única jugada destacada. Demasiado poco para marcar, aunque suficiente para asustar a la expectante y acongojada parroquia osasunista.
Osasuna mantenía la efusividad del gol inicial. Tenía tensión atrás, conservaba la firmeza en las piernas, pero le perdía el exceso de aceleración en la parcela atacante. Soldado estaba demasiado solo y en la mayoría de las ocasiones las jugadas se querían acabar con excesiva celeridad, para desesperación del ariete. El encuentro requería una pausa, aplacar los ánimos, que la posesión se dividiese. Pero la tarea no era sencilla. El bombo de la Champions asomaba a lo lejos y en él estaban los rojillos.
Ante este gris panorama para el combinado alemán, el técnico Thomas Doll quemó sus últimas naves. Entró Guerrero arriba con la idea de pelear y crear más opciones atacantes y eso inquietó a Osasuna. Los rojillos seguían excesivamente atrás, pero ya tenían mucho trabajo adelantado para conseguir el pase. Demasiado bonito para ser verdad. Demasiado sencillo ante un conjunto alemán. Por eso, a sólo 15 minutos del final, De Jong heló la siempre caliente caldera osasunista. El sueño se apagaba y, pese a las ocasiones de Webó, llegaba a su fin. Una pena. Una injusticia.
El gol del Hamburgo acabó con las ilusiones rojillas
Osasuna se adelantó a las primeras de cambio en el marcador. Fue gracias a un cabezazo de Cuéllar que desató la locura en el Reyno de Navarra. Después, el equipo de Ziganda se metió demasiado atrás y en la segunda parte, también tras una acción a balón parado, el Hamburgo empató el partido. Un palo muy grande para las gradas osasunistas, que vieron cómo se esfumaba el sueño de jugar la Champions.