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Europeo Sub-19 | Escocia 1 - España 2

La cantera sí que es fiable

La Selección Sub-19, campeona de Europa. Escocia plantó cara y costó batirla. Dos goles del madridista Bueno abrieron la lata. Nuevo éxito de los chavales

La imagen de los campeones.

Ocurrió una lluviosa tarde de julio en Poznan, al norte de la región denominada la Gran Polonia, cerca del Báltico. Y él fue el protagonista absoluto, con permiso del goleador del equipo. El chico, desde ayer ya hombre, en el que se fijaron todas las miradas, al que enfocaron todas las cámaras, todos los objetivos, como siempre hubiese imaginado que ocurriría en algún u otro rincón del mundo. Adán, el capitán, uno de los indispensables de esta Selección de jugadores del 87 desde sus inicios, cogió la Copa, sintió un efecto placebo repentino y la levantó para gritar que España, sí, dos años después otra vez España, era campeona de Europa Sub-19 por méritos propios y después de completar un torneo casi perfecto.

Una fotografía que se viene haciendo casi imposible a nivel absoluto, pero que se repite con bastante frecuencia en las edades inferiores. Una muestra más para los expertos analistas y que indica bien a las claras que el fallo no reside en el concepto de base, sino más bien al contrario. Tras ese grito de Adán se escondió también el de los demás. Las casi 700 horas de convivencia, los entrenamientos de mañana y tarde en Las Rozas desde el día 3 y las horas de hastío en un hotel cuyos vestigios del comunismo aún perduran en sus bastas y frías dimensiones, tenían por fin sentido. También la ausencia de vacaciones, las llamadas tristes a la novia desde el hall del hotel para recordarle lo mucho que se le quiere y las estrictas y repetitivas comidas a base de ensaladas y pasta.

Todo eso lo olvidaron los jugadores cuando escucharon por megafonía atronar el nombre de España como nueva campeona. Eran héroes, se notaban flotando en el aire, felices de haber cogido un buen día una pelota de fútbol para aprender a chutarla. Gracias a sus padres también por regalarles aquel primer balón.

Ese momento fue el disfrute, el gozo final, pero no se hubiese alcanzado sin la actitud mostrada minutos antes sobre el césped del Miejski de Poznan en un encuentro a cara de perro, feo como pocos en su primera mitad, y que no se abrió hasta que una genialidad de Bueno hizo moverse el marcador. El delantero del Madrid definió con una vaselina perfecta ante la salida de McNeil, incapaz de creerse que en un partido de esta trascendencia nadie se atreviese a hecerle eso. Desde ayer ya sabe que no, que en España hay un flaco delantero al que no le importa jugar ante 10.000 espectadores para jugarse una ocasión de oro de esta manera. Desparpajo más calidad, una combinación casi infalible.

España ya había conseguido lo más difícil, romper el muro escocés, y bajo ningún concepto estaba dispuesto a perderlo. Mucho menos después de lo que le había costado obtenerlo. Y es que hasta ese instante Escocia no dio tregua en ningún momento al centro del campo español. El conjunto que dirige Thomas Wilson basó su juego en la presión, en desesperar a Mario Suárez y Javi García y demostró por qué ha llegado hasta la final a costa de otras grandes como Portugal, Turquía o Francia.

Problemas. A España no le sorprendió esta actitud, pero sí le redujo las posibilidades de elaborar su habitual juego. Para colmo, el miedo entró en los jóvenes cuerpos de los de Ginés Meléndez nada más comenzar el encuentro. Un error de Capel, ofuscado en conducir el balón en una zona en la que está prohibido hacerlo, dejó mano a mano a Elliot con Adán, pero el guardameta español le ganó la partida al peleón ariete. Sirvió este aviso también para insuflar confianza a la Selección, que de todos modos comprendió que le tocaría remangarse y sudar de lo lindo si de verdad quería alcanzar su meta final. Tampoco los laterales se sumaban al ataque como requería la poblada defensa escocesa, así que era necesario darle una vuelta a la tortilla para cambiar el rumbo del encuentro. Era una final en toda regla, no había duda.

Con la paciencia que quizá le faltó a la Selección Absoluta ante Francia en el Mundial de Alemania, los españoles comenzaron a quitarse de encima a sus rivales. Fue a base de tocar y tocar, de hacer que los escoceses cada vez llegaran más tarde a la presión, que viesen que si querían superarles y llevarse el título no podrían tener un sólo fallo defensivo. Pero eso no es exigible a un combinado que bastante ha hecho con clasificarse para el Mundial Sub-20 y brillar con luz propia en este campeonato 20 años después de su última participación, así que poco a poco las fugas fueron produciéndose y los ataques españoles encontraron el peligro que acostumbraban. El primero en cruzar su mirada con el portero McNeil fue Toni Calvo, pero su lanzamiento se marchó ajustado al palo para desesperación de sus compañeros. No impartaba. Había que seguir intentándolo, el partido había dado un cambio y la dinámica favorecía claramente a los intereses españoles. Mario Suárez fue el siguiente en probar fortuna con un gran lanzamiento. Pero nada. Tocaba esperar y la espera trajo su recompensa con el gol de Bueno, justo premio a una laboriosa actitud de desgaste.

Más ritmo. La tranquilidad se apoderó entonces de la Selección española, que hilvanó sus mejores momentos de juego. Entró bien por bandas, trianguló como le dio la gana y respiró un poco más con el segundo tanto, otra vez de Bueno, cuya aportación de anoche no pudo ser más espectacular. El sueño estaba cerca, muy cerca. Las vueltas en la cama pensando en levantar la Copa, en sentirse la persona más importante del mundo, por fin llegaban a su fin. Precisamente por trasladarse de manera prematura a ese mundo fantástico, los únicos verdaderos problemas de todo el campeonato azotaron al equipo. Fue con un par de cabalgadas de Escocia por las bandas que llevaron mucho peligro, en especial la segunda, culminada con un remate de Dorrans que puso de nuevo un nudo en la garganta de los españoles. Nadie dijo que este sueño fuese a construirse de manera sencilla y éste era el mejor ejemplo. Y la cosa pudo ser peor, porque en la última jugada del encuentro de nuevo Dorrans tuvo la ocasión de empatar el encuentro.

Hubiese sido un jarro de agua fría muy grande. Y, la verdad, dado el desarrollo del encuentro, esa posibilidad no estaba en el guión. Porque el sueño, la imaginación que tantas veces había llevado a estos chavales al estadio Miejski de Poznan o alguno de similares características se tenía que cerrar como siempre se había hecho en sus mentes, con el pitido final, con la algarabía del banquillo saliendo a la carrera al mismo tiempo para ir a abrazar a los compañeros. Ese momento en el que un tipo encorbatado de cuyo nombre jamás se acordarán les hizo entrega de la Copa, les proclamó nada menos que campeones de Europa y les emplazó a volver a verse en un futuro, ya como selección absoluta, un sueño, éste sí, que no sólo invade a estos chavales, sino a todos los que se preguntan por qué con ellos sí y con los mayores no.

El detalle: Villar presidió el encuentro

El presidente de la Federación, Ángel María Villar, presidió la final de ayer. El máximo responsable federativo llegó a Poznan con las horas contadas, ya que en Madrid perdió la conexión que debía hacer desde Valencia y eso le hizo tener que coger otro vuelo que llegó a Poznan a primera hora de la tarde. Villar apenas tuvo tiempo de dejar sus pertenencias en el hotel y trasladarse al estadio Miejski donde se disputó la final.

Ginés Meléndez dirigió el que puede ser su último partido como seleccionador Sub-19

Si hubo una persona especialmente implicada y emocionada en la noche de ayer, esa fue el técnico de la Selección, Ginés Meléndez. El manchego ya fue campeón de esta misma competición en 2004 como segundo de Armando Ufarte y después de aquello tomó las riendas del equipo que ayer se proclamó felizmente vencedor del torneo. Sin embargo, ese mérito podría no servirle para mantenerse en el banquillo. El nuevo contrato de Luis Aragonés como seleccionador también le hace responsable de las categorías inferiores y su idea es meter gente de su confianza.