Primera | Espanyol 1 - Real Sociedad 0

El Espanyol evita el descenso en el tiempo añadido

De manera agónica, en el último suspiro y gracias a un gol de Coro en el minuto 91, apelando a la épica del fútbol y arropado por una afición incansable, el Espanyol se escapó de un descenso a Segunda división que parecía seguro cuando el tiempo reglamentario de su partido ante la Real Sociedad se había cumplido.

SUFRIMIENTO. El Espanyol sufrió hasta el último minuto para conservar la categoría.RODOLFO MOLINA

Después de tres remates al palo y de pelear contra un rival muy bien pintado, una Real Sociedad que jugó libre de toda presión, el equipo catalán puedo entregarse a una fiesta que le costó sudor y lágrimas, guinda de un partido jugado sólo a base de empuje y corazón.

Al Espanyol le costó un mundo sacar el partido adelante porque se topó con una Real Sociedad muy metida en el envite. Al cien por cien pese a no jugarse más que un par de puestos en la clasificación, el equipo donostiarra dejó claro desde el arranque que no sería un rival cómodo.

Ansioso, el equipo de Miguel Angel Lotina no encontró su sitio en el campo en ningún momento. Era un partido de corazón y no de pizarra. Lo había preparado intentando recrear las circunstancias que le llevaron a ganar brillantemente la Copa del Rey, pero demostró que pelear por el éxito no es lo mismo que hacerlo para evitar el fracaso. Fue un manojo de nervios.

Lo intentó con balones largos, pero no aparecieron extremos. A través de Iván de la Peña, pero el cántabro no tuvo su noche y para colmo, abandonó el campo lesionado poco antes del descanso. Curiosidades del destino, le suplió Coro, quien habría de rescatar al equipo del infierno unos minutos más tarde, cuando los más pesimistas ya se veían en Segunda.

Con toda la calma del mundo, la Real Sociedad mejoró enormemente sus prestaciones: a tenor de lo ofrecido en Montjuic, bien podría ser un equipo de la zona media alta de la tabla. Se defendió con contundencia y enseñó unas transiciones en ataque que espantaron al Espanyol.

Pese a ello, fue el Espanyol el que se encargó de llevar el peso del partido, más por obligación que por juego. Presionó con fe pero sin lógica, dejó espacios libres, peleó cada balón hasta cometer faltas absurdas y jugó a rachas.

A balón parado

Cuando el juego no fluye, queda el balón parado. Así llegó la mejor ocasión del Espanyol en la primera parte, un gran remate de Jarque al larguero a la salida de un córner.

Mejor plantada en el césped, la Real Sociedad bloqueó la salida de balón de su rival. Básicamente, se dedicó a resguardarse bien para sorprender a la contra. Estuvo a punto de hacerlo en sendas internadas de Nihat, caído a la banda derecha, y en los intentos de Mark González, que puso en aprietos al lateral Sergio Sánchez cada vez que traspasó la línea del centro del campo.

Entregado definitivamente a un órdago mayúsculo, el Espanyol apostó fuerte en la reanudación. Actuó con cuatro delanteros -Tamudo, Pandiani, Coro y Luis García- y se entregó a un juego de dirección única. Dejó el fútbol elaborado para mejor ocasión y cercó el área de Alberto sin orden ni concierto, pero con una fe inquebrantable.

Se sucedieron así las ocasiones propias de un fútbol directo: un disparo de Coro al palo, una falta de Luis García por encima del larguero, un remate suave de Pandiani. Pero el blindaje de la Real Sociedad fue casi modélico. Todas las debilidades defensivas que había apuntado a lo largo de la temporada parecieron desaparecer de golpe para desesperación del Espanyol.

A medida que pasaban los minutos, el Espanyol caía en una desesperación sin límites, sobre todo desde el gol del Alavés, una noticia llegada desde Vitoria que pesó como una losa. Apretaba y apretaba el equipo blanquiazul mientras la Real seguía sin pestañear, intentando enviar el balón a la red de Alberto, pero no había manera. Llegó incluso a cantarse un gol del Deportivo a falta de seis minutos para el final, pero el auto de fe fue un mero espejismo.

En un final cardíaco, Coro alivió los temores de la grada y exortizó los fantasmas. Estuvo en el sitio adecuado y en el momento justo para pasar a la historia del Espanyol. Recogió un balón peinado por Pandiani al que no llegó Labaka, lo controló frente a Alberto y le batió por bajo.

A partir de ahí, se desató la euforia. Se vio a Lotina llorar en el banquillo, a De la Peña correr pese a su lesión para apiñarse con sus compañeros y a toda la hinchada celebrar un gol como si se tratase de un título. Por los pelos, sufriendo lo indecible y manteniendo el suspense, el Espanyol continúa en Primera división.

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