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Primera | Real Sociedad 1 - Racing 0

El Racing se encuentra con Mark y su efecto salvavidas

El chileno marcó un golazo y dio tres puntos de oro a la Real.

<b>ALEGRÍA. </b>El vital gol de Mark González fue celebrado con efusividad en Anoeta.
amaia zabalo

Pese a que su estancia en San Sebastián sólo será de tres meses, bueno sería ir reservando ya un sitio para Mark González en las historia de los grandes zurdos que ha tenido la Real. A los López Ufarte, De Pedro o Begiristain debería unirse el nombre del chileno, que ayer volvió a erigirse en el salvador de la Real con un gol soberbio, impregnado de una importancia incalculable para los donostiarras. Una volea precisa que se une a las anteriores actuaciones estelares del interior, sin duda el jugador que está reflotando a la estéril Real en tiempos de turbulencias. Su víctima esta vez fue el Racing, que, pese a completar un encuentro más que digno, se fue con el saco vacío y haciendo cuentas para las cinco jornadas que restan.

Y eso que en pocos partidos ha estado este año tan aturdida la Real como en el de ayer. Buena culpa de ello lo tuvo el planteamiento inicial del Racing. Con el centro del campo superpoblado, Antoñito anduvo solo arriba, como más le gusta al andaluz, capaz de encontrar agua en un desierto. Ansotegi y Labaka jamás imaginaron que un solo futbolista sería capaz de hacerles tragar saliva tantas veces. Con este atasco, hasta el minuto 25 no hubo noticias de Aouate, que con una salida dubitativa hizo bueno un remate de Skoubo. Pero fue un espejismo. Al partido no había por donde meterle mano y el Racing parecía controlarlo con la exactitud de los relojes suizos.

Quizá le faltó en ese mecanismo forzar un poco más la máquina, porque sus numerosas acometidas no llevaban el suficiente veneno. La Real, mientras, seguía con su empanada, pese a que Bakero movió ficha y dio los galones a Xabi Prieto colocándole en el centro. Pero en esas, con el sigilo de las fieras, apareció Mark, convirtió un globo en oro puro y volteó un partido en el que volvió a encumbrarse como un jugador letal.