Primera | Getafe 1 - Celta 1
El Celta encuentra oro
Ángel niveló un partido en el que el Getafe hizo más
Un gol de Ángel nada más comenzar el segundo tiempo dejó en el limbo el buen encuentro del Getafe, que acumuló más méritos que su rival, aunque acabó por ceder un empate que le continúa manteniendo en la zona templada. Sin duda los azulones fueron los que menos agradecieron las tablas finales, quizá porque se vieron superiores durante todo el encuentro, con el debe, eso sí, en la puntería de cara a puerta. Otra vez más.
Como mejor ejemplo, el doble fallo de Güiza al minuto de partido, con Pinto por los suelos y la grada celebrando ya el tanto. Muchos pensaron entonces que podría ser una premonición. Y no se equivocaban. El Getafe había soltado de carrerilla lo que tenía en la memoria, fútbol fluido, bandas abiertas, ataque vertical. Su apuesta pasaba por envidar primero. Y en esa ofensiva cobró principal protagonismo el bueno de Riki.
Opciones.
El de Aranjuez cayó bien a banda, supo desplazar a los vigueses de sitio y sacó verdadero jugo a cada acción de ataque. Pero faltó lo de siempre, lo que más acusan los equipos pequeños, la falta de pegada. Hasta cinco ocasiones de mérito se esfumaron para desesperación de Schuster, sobre todo cuando Riki estrelló el balón en el larguero. En esos momentos, el Celta, pensativo, dejaba hacer demasiado a su rival. Jugaba con fuego de manera clara, pero algo le decía que el peligro no era tan real como se indicaba. Más preocupante era lo esporádico de su ataque. Sólo Baiano, especialmente intermitente a lo largo de toda la tarde, vio la cara de Calatayud. Pero fue desde lejos y sin confianza.
Poco a poco, el partido comenzó a cambiar de dinámica. El Getafe pagó el sofoco inicial con el sinsabor de no haber abierto el marcador. Pero en esas, cuando los vigueses ya se dedicaban a algo más que a defenderse, el fútbol fue generoso con los locales y les regaló la tan ansiada ventaja. Eso sí, fue un regalo trabajado, cuyo culmen se tradujo en un espléndido zurdazo de Gavilán probablemente en la ocasión menos clara de todas las que dispuso su equipo.
Pero el obsequio tuvo un efecto fugaz, entre otras cosas porque se diluyó durante el descanso. A la vuelta, la falta de concentración volvió a jugar una mala pasada al Getafe y un balón peinado por Diego Rivas lo empujó Ángel a la red. El Celta se frotaba las manos. Jamás hubiera imaginado que empatar le costaría tan poco. Y los azulones, por contra, tenían que volver a empezar de cero, esta vez con la moral por los suelos. Por eso sus opciones surgieron, pero sin orden ni concierto. La más clara fue un balón cruzado de Cotelo sin nadie que lo empujara. Desde luego, hubiese roto los planes del Celta, satisfecho con el empate, gustoso de haber robado un tesoro que debió quedarse en Getafe.