Primera | Barcelona

Montjuïc es su casa y Tamudo, su gran aliado

Núñez, Gaspart, Van Gaal y Serra son tipos que se cruzaron en su vida. Así le fue en el Barça.

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Iván de la Peña (Santander 6-5-1976) hace meses que vuelve a disfrutar jugando al fútbol. Cuando aterrizó en La Masia culé hace ya muchos años, al medio comenzaron a llenarle la cabeza de que el Barça era el equipo grande de la Ciudad Condal, mientras que el Espanyol y el resto de clubes apenas existían. Pero el tiempo le ha puesto en la Montaña Mágica. Ahí se ha reencontrado con su buen fútbol, el mejor que ha desplegado desde que la directiva de Josep Lluís Núñez y el estirado Louis van Gaal decidieran dejarle marchar al Lazio.

Tras salir por la puerta de atrás en 1998, Joan Gaspart lo recuperó por primera vez cuando se hizo con la presidencia en 2000, pero topó de morros con Lorenzo Serra Ferrer, que nunca supo hacerle jugar con criterio. Además, en el transcurso de esa temporada, el medio sufrió un intento de secuestro, que no quedó en nada más que un susto.

Asegura el entorno de De la Peña que en estos momentos a Iván no le apetece la idea de comenzar a hacer las maletas, moverse de su casa (en la que disfruta de su mujer y sus hijos) y comenzar a cambiar el chip futbolístico, puesto que Miguel Ángel Lotina ha sabido seguir con el buen trabajo que ya comenzó Luis Fernández la pasada temporada. Está tranquilo. Además, en el vestuario españolista ha encontrado un muy buen amigo, como es Raúl Tamudo. Los dos han firmado una sociedad con nombre registrado: el dúo Sacapuntos. Cuando Lo Pelat levanta la mirada y ve al León de Santa Coloma trazando una diagonal, los rivales comienzan a temblar. Eso es sinónimo de gol. Y si no que se lo pregunten a Luis García, su última gran víctima el pasado domingo.

De la Peña, en el Camp Nou, era un ídolo. Y ahora, con su buen fútbol, se ha ganado el respeto de todos los aficionados culés. Tanto, que la pasada temporada, cuando jugó en el Camp Nou (esta no lo pudo hacer al estar lesionado), los seguidores del Barça lo recibieron con timidez, pero se salvó de una bronca como la que vivió Luis Figo.

El último pase es su mejor argumento futbolístico. Lo tiene claro. Sabe que si su imaginación está fina, el equipo tiene muchas posibilidades de ganar. Se entiende a las mil maravillas con Antonio Álvarez, Ito, un tipo que siempre le cubre las espaldas y le da la tranquilidad necesaria para encarar a las defensas rivales con posibilidades de éxito.

Iván se siente perico. Pero más que eso, futbolista. Y ha revivido en Montjuïc, su nueva casa. Un lugar en el que pocas cosas lo podrán mover. Está comprometido en clave españolista.

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