Darío parte de menos cero pero...

Recuerdo una conversación que mantuve con Joaquín Peiró durante su etapa como entrenador del Málaga. Tomando una cervecilla, con dos dedos de presión, al gusto del técnico madrileño, hablábamos sobre Darío Silva. Mis darditos iban dirigidos a lo poco que se entrenaba el uruguayo. A saber: los lunes, porque tenía lunitis; los martes, porque se recuperaba del esfuerzo del lunes; los miércoles, por problemas musculares, los jueves, por amigdalitis; los viernes, sesión suave de baño y masaje; los sábados, dos carreritas con el resto del grupo y al hotel de concentración y los domingos... era titular. Peiró me dio la explicación: ¿y qué quieres que haga, si es el mejor que tengo? ¿Saben la verdad?. Darío se salía. Eran otros tiempos.

Pero esta aparente indolencia en el día a día, tiene una justificación, puede que poco razonable para un entrenador, en la que convendría reparar. Desde que vino a España, no creo que este jugador haya disfrutado jamás de más de diez días seguidos de vacaciones. No me negarán que su forma de dosificarse es, cuanto menos, rara, rara, rara. Pero ojito... Ahora, parte en desventaja. No es titular, le están buscando una salida y se encuentra en la misma tesitura de aquella temporada en que pidió jugar con el Málaga B en Tercera. Pues me da que acabará jugando. Seguro.

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