STAR WARS

Star Wars: El ascenso de Skywalker: un final sin mirar adelante

La novena entrega de la saga galáctica llega a su fin con una cinta que pocas veces apuesta por ideas nuevas y propias y prefiere vivir de la nostalgia y los éxitos asegurados.

42 años después de que George Lucas lanzara al mundo Star Wars: Episodio IV - Una nueva esperanza (1977), el universo galáctico de esta franquicia continúa y continuará pero toda la historia relativa a la familia Skywalker (Luke, Leia, Anakin y Ben) sus aliados y antagonistas ha llegado a su fin. Tras nueve películas, El ascenso de Skywalker, dirigida por J.J. Abrams es el filme que culmina la saga. Y es que el título elegido no es baladí, nunca lo ha sido en las anteriores entregas, pero si indicativo de lo que los fans debían esperar: una obra que aludiera, precisamente, a todo lo que rodeó a los Skywalker. Quizás demasiado.

El regreso de Abrams

La entrada de J.J. Abrams a la saga galáctica comenzó en 2015 con Star Wars: Episodio VII - El Despertar de la Fuerza, la cinta que daba comienzo a la nueva y tercera trilogía de dicha saga. La primera tras la adquisición de LucasFilms por parte de Disney. En ella introdujo a una nueva hornada de personajes llamados a ser los nuevos ídolos de una generación: Rey, Kylo Ren (Ben Solo), Finn, Poe Dameron y BB-8. Con mayor o menor éxito, estos consiguieron permear en el público. Para no dejar de lado la continuidad narrativa y ganarse el apoyo del público más veterano, Harrison Ford (Han Solo), Carrie Fisher (Leia Skywalker) y Mark Hamill (Luke Skywalker) también tendrían reservados sus roles de relevancia. Pero Abrams no se quedó ahí y diseñó una obra que bebía mucho del Episodio IV de 1977 en secuencias, problemáticas y resoluciones. El público y la crítica no pasaron esto por alto y fue vox populi las claras referencias a la misma, pero la taquilla respondió: directa al top 5 de las películas más taquilleras de la historia.

Rian Johnson cogió el mando de la segunda entrega de la trilogía, el Episodio VIII, Los últimos jedi, una cinta en la que se atrevió a probar ideas nuevas, desmitificar elementos clásicos y confirmar a Rey y Kylo como los personajes centrales de este trío de películas. Un tratamiento que fue recibido con opiniones dispares. Desde las que alababan la valentía y frescura del director hasta las que le achacaban el alterar conceptos y personajes intocables o el introducir ciertas nociones que criticaron por supuesta 'corrección política'. El resultado: top 15 en la taquilla histórica.

Star Wars: Episodio IX - El ascenso de Skywalker debía poner el broche a la trilogía y a la saga para contentar a los fans. Y para que todo volviera al curso del éxito sin molestias por las fórmulas nuevas, Disney volvió a confiar en Abrams para la culminación galáctica. La receta estaba clara: era necesario regresar al sota, caballo y Rey.

Nostalgia, homenaje o recurso fácil

Si en el episodio VII las semejanzas con el episodio IV eran visibles, en el episodio IX Abrams no ha tenido problema en volver a tirar de elementos de la trilogía original. Un remozado de secuencias y momentos de Una Nueva Esperanza, El Imperio Contraataca y El Retorno del Jedi, ahora protagonizados por nuevos personajes y algunos míticos que hacen acto de presencia para cargar todo el metraje de una nostalgia siempre presente. Si solo existiera esta trilogía o los espectadores más nóveles no hubieran visionado las clásicas, podrían pasar como novedosos, pero en manos de Abrams se antojan más como un volver a repetir la fórmula sencilla y sin complicaciones. Con presencia incluida de uno de los personajes casi omnipresente en toda la saga que ya se dejó escuchar en los primeros tráileres promocionales de la cinta.

Todo lo que planteaba, de manera más o menos acertada y/o querida, Rian Johnson aquí se ve atropellado por justificaciones, explicaciones y reminiscencias del pasado en un ritmo vertiginoso con el que parece que Abrams aspira a arreglar el entuerto anterior bajo demanda de los productores mientras que plantea su propia escenario. Cuando suena el tema principal de John Williams, los blásters impactan y los sables de luz chocan, el episodio IX resulta una película de fácil visionado. Pero cuando se mira a su estructura y se recuerda al pasado, las costuras, más que evidentes, afloran. Y eso que se esfuerza hasta en acudir a elementos del Universo Extendido o de las incursiones de la franquicia en otros medios culturales como el videojuego o la literatura.

Rey y Kylo Ren, los pilares

Los elementos que si han conseguido ser un factor diferencial en esta trilogía y, en especial, en esta última entrega son Rey (Daisy Ridley) y Kylo Ren (Adam Driver), protagonista y antagonista de este trío cinematográfico. Ambos siguen siendo unos personajes más cercanos al gris que al blanco y al negro y las escenas entre ellos son las que roban la pantalla. Driver sigue demostrando que lo suyo son los personajes quebrados, pero es, precisamente, una Ridley titánica quien mejor refleja una evolución en su personaje y en su interpretación.

Aficionados de Star Wars disfrazados como personajes en Los Angeles, California, el día del estreno PATRICK T. FALLON (REUTERS)

Los nuevos secundarios de la trilogía como Finn y Poe se asientan, pero sus arcos se antojan vacíos, vagos e incompletos. Pero el foco y el interés nunca estuvo ellos, tampoco en los clásicos que ya tuvieron su buena dosis de metraje y protagonismo hace décadas, sino en el dueto de Rey y Ren. En una sala de cine de Madrid que proyectaba la película en el día de estreno se podían ver a varios grupos de jóvenes disfrazados precisamente de estos dos personajes. Algo que se repite en las salas de todo el mundo.

Y es que eso es la constante siempre presente en Star Wars: sus personajes. Esta trilogía es la de una nueva generación como las anteriores lo fueron de otras. Y ninguna dijo no a nuevos públicos. Y cuando acaba la película y suena el tema de John Williams los primeros aplausos tímidos de la sala pronto empiezan a ser acompañados. El ascenso de Skywalker podía haber sido más, especialmente, si se compara con sus predecesoras, pero acaba siendo el colofón lleno de fanfarria y artificios, a veces vacíos, que más de un espectador espera gozar si ya disfrutó con las anteriores y con esta trilogía. No dice no a la nostalgia ni a las fórmulas que ya funcionaron en el pasado aunque estas se antojen ahora manidas. Y contra ese disfrute no puede tramar ni el mismísimo Emperador.