Diego, la tortuga que está salvando a su especie a base de ser un portento sexual
Esta tortuga miró de frente a la extinción y pasó de ella convirtiéndose en un sex symbol animal
Si alguna vez las tortugas de las Galápagos heredan el Mundo, es posible que consideren a Diego su padre primigenio, como Jacob en las doce tribus de Israel o Gengis Kan para Mongolia.
Diego es una tortuga de unos 100 años de edad y más de 80 kilos de peso perteneciente a la especie Chelonoidis hoodensis, el género de tortuga de las Galápagos endémico de la Isla de la Española del archipiélago ecuatoriano. Todas estas tortugas de grandes dimensiones han estado amenazadas desde que el ser humano pusiera el pie en sus ecosistemas. En la actualidad, de las diez clases que había catalogadas, solo quedan vivas siete, y la familia de Diego era una de las destinadas a seguir el camino de la extinción hasta que apareció nuestro protagonista.
Ahora mismo hay unas 2.000 Chelonoidis hoodensis en libertad y, de ellas, 800 son hijos de Diego, la tortuga que miró de frente a la extinción y pasó de ella convirtiéndose en un sex symbol animal. Él y, por supuesto, las seis hembras que han sido sus parejas durante décadas dentro de un programa reproductor. "Es un macho reproductor sexualmente muy activo. Ha contribuido enormemente a la repoblación de la isla", cuenta Washington Tapia, asesor del Parque Nacional Galápagos, en declaraciones recogidas por AFP.
Sin embargo hasta llegar a este punto de cierta estabilidad (aunque la especie sigue en estado crítico) ha pasado de todo. Diego fue repatriado a la Isla de Santa Cruz -otra de las principales de las Galápagos- en 1976 desde el zoológico norteamericano de la ciudad de San Diego, que le dio su nombre.
Nadie sabe a ciencia cierta cómo ni cuando llegó hasta allí, pero su regreso a las islas de las que es autóctono fue el punto de inflexión en una población que estaba muy mermada, con solo dos machos y doce hembras de la especie identificados a mediados de los años sesenta.
Si se hacen cuentas, Diego es el padre de aproximadamente el 40% de las hoodensis actuales. Sin embargo su caso por desgracia es uno de los pocos en los que una especie consigue remontar una situación así, con individuos machos y hembras muy descompensados y de edad avanzada.
Tal fue el caso, por ejemplo, de un primo suyo, Solitario George, el último ejemplar de otra de las grandes tortugas de las Galápagos, Chelonoidis abingdonii, que murió en 2012 sin dejar descendencia a pesar de los continuos intentos por fomentar su reproducción.
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