¿Por qué se pega el acento al hablar? Así funciona la convergencia fonética en los humanos
Nuestra forma de hablar nos identifica como parte de un grupo. Por eso, las personas adaptan su lenguaje para adaptarse a su entorno social.
Cuando pasamos mucho tiempo en un sitio, puede suceder que acabemos cambiando nuestro acento y asimilándolo al del lugar donde nos encontremos. Dicho de forma más coloquial, puede que se nos pegue el acento. ¿A qué se debe este fenómeno? Según explica Verne, estos cambios en nuestra forma de hablar se conocen como convergencia fonética y cumplen una función social.
El acento nos identifica como parte de una comunidad. Por ello, la convergencia fonética supone una manera de integrarse en un determinado grupo o entorno social. Adaptando nuestro lenguaje, conseguimos “acercarnos”, metafóricamente hablando, a las personas que nos rodean. Esto sucede incluso de forma inconsciente, siempre que realmente busquemos la aceptación.
Un estudio de Bernard College en 2006 concluyó que la convergencia fonética se da incluso a lo largo de una conversación. Es decir, las personas mimetizan la pronunciación de ciertas palabras durante una conversación para conseguir una comprensión mutua y reducir la distancia social, según explicó a Verne la autora de la investigación, la psicóloga Jennifer S. Pardo.
En otro estudio de 2012 con la Universidad de Columbia, Pardo encontró que la convergencia fonética se dio incluso entre un grupo de compañeros de dormitorio de la universidad de distintos orígenes. Estos estudios apuntan a que cuanto más estrecha es la relación con otra persona, más probabilidades hay de que adaptemos nuestro acento.
El acento materno
Algunas personas eligen esconder su acento materno por distintas razones. Sin embargo, a pesar de que nuestra forma de hablar sí que puede cambiar con el paso del tiempo, es difícil perder el acento original por completo. Esto significa que siempre habrá algún matiz en nuestra habla que revele cuál es nuestra variante materna.
La situación es distinta cuando hablamos en un idioma distinto de nuestra lengua materna. Un acento extranjero no desaparece con el paso del tiempo, por mucho que busquemos integrarnos, a menos que la nueva lengua se aprenda a una edad muy temprana. Esto se debe a que la habilidad para captar y reproducir nuevos fonemas se va perdiendo a partir de los seis años.
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