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El cuerpo de Tomás Gimeno podría ser ya un esqueleto

Juan Ortega Machín, exjefe del GEAS de la Guardia Civil, puntualizó que lo más probable es que el cadáver haya sufrido los efectos de la descomposición en el mar.

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Tomás Gimeno podría ser ya un esqueleto

Tomás Gimeno y sus dos hijas, Anna y Olivia, desaparecieron en Tenerife el pasado 27 de abril. La voz de alarma la dio Beatriz Zimmerman, madre de las niñas, puesto que ese día el progenitor debía entregarle a las pequeñas, pero al no hacerlo a la hora convenida, ella acudió a la finca donde el padre residía. Al no encontrarlos allí, decidió denunciar el caso a la Guardia Civil.

Y el pasado 11 de junio se confirmó la peor de las noticias: se encontró el cuerpo sin vida de Olivia, cuyo cadáver estaba en una bolsa sumergida en el mar. Tras este hallazgo continuó la búsqueda tanto de su hermana como de Gimeno.

Agentes del océano

Sin embargo, la posibilidad de encontrarlo es cada vez más remota. Así lo explicó en ABC el exjefe del Servicio Marítimo y los especialistas de los Grupos Especiales de Actividades Subacuáticas (GEAS), Juan Ortega Machín: "De un cuerpo expuesto a los agentes del océano en torno a un mes ya apenas queda carne en los huesos, y en este caso ya van más de dos".

"Como todo cuerpo, al fallecer se produce la acción bacteriológica interna, se empieza a descomponer internamente, y si a este proceso natural le suman la acción de crustáceos, gusanos de fuego, bacterias y peces de la zona que han podido comer parte de la carne, el cadáver de Tomás Gimeno muy posiblemente hace tiempo que está limpio y en los huesos", añadió Machín.

Tal y como detalló el experto, "depende mucho por factores como la temperatura del mar, que a esa profundidad puede rondar los 2 a 4 grados y eso ralentiza un poco la descomposición, pero en un mes tranquilamente podría ser un esqueleto. Ahora mismo hay huesos y pronto, ni eso".

En descomposición

La principal hipótesis que maneja la Guardia Civil es que Gimeno se tiró con botellas de oxígeno y lastrado por un cinturón de plomo. A esa profundidad, a alrededor de 1.000 metros, "la presión es de 101 atmósferas, por lo que los gases no se manifiestan y por eso el cuerpo no sube a la superficie de forma que sigue la descomposición natural del organismo hasta dejarlo en los huesos", puntualizó Machín.