¿Por qué la vacuna del coronavirus tiene que ponerse en el brazo?
El epidemiólogo René Nájera explica que el brazo es más práctico y tiene la cantidad idónea de músculo, que es donde se encuentran las células inmunes.
A lo largo de la historia, las vacunas se han administrado en diferentes lugares del cuerpo, como el muslo, la barriga o los glúteos. Además, países como Estados Unidos también han comenzado a probar la vacunación contra la influenza por vía nasal, mientras que otros, como Cuba, trabajan en desarrollar una vacuna de este tipo para combatir el coronavirus, lo que es un alivio para quienes no pueden ver las agujas. “Es muy significativo el número de personas que tiene miedo a una inyección o las que no tienen acceso a una clínica para que los inyecten y con estas nuevas formas se garantizaría el acceso a las vacunas a miles de personas sin necesidad de médico” manifiesta en BBC Mundo el epidemiólogo René Nájera.
Sin embargo, actualmente están muy extendidas las inyecciones en el brazo, algo que estamos viendo especialmente con los fármacos creados para combatir la COVID-19. Esto se debe a razones fisiológicas y prácticas, explica el también editor del sitio de educación para las vacunas History of Vaccines, del Colegio de Médicos de Filadelfia.
Presencia de células inmunes en el músculo
Nájera asegura que algunas vacunas, como las del coronavirus, deben administrarse en lugares donde haya una cantidad elevada de tejido o músculos que permitan la activación de los anticuerpos contra la enfermedad contra la que se combate: “En el músculo hay mucha vascularización, mucha sangre, y eso hace que haya mayor presencia de células inmunes”, que son las que “Esas células son las que pueden recoger las vacunas, ya sea el ARN mensajero, en el caso de Moderna o Pfizer, o el ADN por medio del adonovirus, en el caso de la de Johnson and Johnson, y llevarlas a la célula donde se requieren”, añade. También ocurre algo parecido con las vacunas china Sinovac y la rusa Sputnik V.
“En la vacuna contra el coronavirus se busca despertar las células T y las células B, que son las que atacan el virus. Estas células son como soldados que están en su fuerte, esperando la llamada, y el fuerte en el que se encuentran son principalmente los músculos”, insiste. Así, el experto concluye que inyectarla en la sangre directamente no sería eficaz porque ahí no hay la cantidad de células que tienen los músculos y el líquido de la sangre podría diluir rápido algunos componentes de la vacuna.
La explicación del experto se encuentra respaldada por un estudio publicado en la revista de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos que indica que la administración de las dosis en el deltoides “optimiza la inmunogenicidad (la activación de la respuesta inmune) de la vacuna” y “minimiza las reacciones adversas en el lugar de la inyección”. Asimismo, la investigación señala que administrar la vacuna en otras áreas que no lleguen al músculo hace que la presencia de los anticuerpos en la sangre sea significativamente más baja y se produzca “una disminución más rápida de la respuesta de anticuerpos”.
Entonces, ¿se puede vacunar en otras zonas del cuerpo?
Una vez aclarado que las zonas ricas en músculo son idóneas para administrar las vacunas, surge la pregunta de si podrían utilizarse otras zonas del cuerpo como los glúteos o los muslos, que también tienen músculo. En este sentido, el experto recuerda que “a los niños, por ejemplo, las vacunas intramusculares se le suelen poner en las piernas, porque es donde generalmente tienen más tejido”.
En el caso de los adultos, las vacunas se han administrado a veces en los glúteos, pero Nájera lo desaconseja: “No resulta conveniente porque en ocasiones presentan tejido de grasa, lo cual hace que la vacuna sea menos efectiva”. En la misma línea, el estudio de la Biblioteca Nacional de Medicina asegura que estas capas de grasa no contienen las células apropiadas que son necesarias para iniciar la respuesta inmune: “El antígeno también puede tardar más en llegar a la circulación después de haber sido depositado en la grasa, lo que lleva a un retraso en el procesamiento de la respuesta inmunitaria”.
Por último, el epidemiólogo afirma que el antebrazo resulta más práctico y puede acelerar las campañas de vacunación porque las personas no tienen que desvestirse para vacunarse.
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