El momento de la bicicleta
El distanciamiento social, la reducción de la contaminación y las restricciones en el uso del transporte público impulsan a este vehículo.
El pasado 2 de mayo, el primer día de salida para los mayores de 14 años, las calles de toda España se convirtieron en un hervidero de gente, que en muchos casos aprovechó para desempolvar a una vieja amiga: la bicicleta. Su uso fue simplemente recreativo y deportivo tras semanas de cuarentena, pero en el mundo post-coronavirus que llega su presencia en las arterias de las ciudades se hace casi innegociable.
El distanciamiento social al que nos veremos abocados, la reducción verificada en los niveles de contaminación por la desaparición del coche durante el confinamiento y las restricciones en el uso del transporte público han llevado al Gobierno a pedir a las ayuntamientos que potencien esta manera de desplazarnos. “Siempre ha sido el momento de la bicicleta, pero nunca se ha apostado por ella. Madrid, por ejemplo, está en una etapa muy inicial. Es una oportunidad en cuanto al medio ambiente y la movilidad, y hay que ver si lo aprovechamos”, asegura Miguel de Andrés, responsable de ciclismo urbano de la Asociación Pedalibre. Una realidad que comparte Andrés Fernández, responsable de movilidad de Greenpeace: “Ya es una parte importante de los desplazamientos. Es un medio barato que, para gran parte de la sociedad, puede ser factible. Además, casi no tiene riesgos de contagio, sobre todo si hablamos de bicicletas propias. Es una solución perfectamente compatible para viajes cortos: un tercio de los mismos son menores de tres o cuatro kilómetros”.
"Las bicicletas cumplen con muchas de las característica que la gente buscará después del COVID-19: distanciamiento social, lo pude practicar cualquier persona (más con el boomde las eléctricas), salud, te permite mayor flexibilidad...", cuenta Andre Jaramillo. El responsable de MyBike, primera aplicación en Europa de talleres móviles para este medio de transporte, sentencia: "Cuando pruebas algo que es mejor de lo que tenía antes, la gente no lo suelta".
En España, las iniciativas para la movilidad son dispares, pero con un destino común: ganar espacio al coche. Valencia, que cuenta con 156 kilómetros de carriles para bicis, implantará nuevas vías provisionales, mientras que Barcelona ampliará aceras y ganará 21 kilómetros para ese medio de transporte y para patinetes. Vigo, por su parte, estudia peatonalizar el 50% del viario de la ciudad. Valladolid aprovechará la ocasión para construir carriles bus y bici definitivos, Pamplona implantará una red temporal y Granada medita un modelo de vía exclusiva para bicis y patinetes.
“Hay ciudades que están tomando iniciativas valientes y, sobre todo, permanentes. Y luego están las más lúdicas, como cerrar los fines de semana, a ciertas horas al día y cerca de los parques, pero que no responden a criterios de movilidad”, continúa Fernández. “No me sirve que me cierres 500 metros en un distrito, si yo quiero coger la bicicleta para ir a trabajar. Necesito una red de carriles bicis que responda a mis necesidades de desplazamiento”.
Un 22% a la semana
Según el barómetro de la bicicleta de 2019, el 72% de la población tiene una, pero solo el 22% la utiliza semanalmente (7,6% diariamente). Entre los motivos, el peligro por el número de coches y la falta de adaptación de su municipio. “Cuando hay condiciones, la gente se echa a las calles con ella. Si queremos que sea un factor decisivo, tenemos que trabajar para que el nivel de estrés urbano caiga”, subraya De Andrés, que nos detalla la receta para conseguirlo: “Rediseñar las calles. Carriles bicis protegidos, continuos e interconectados entre sí. En definitiva, una red que transite por ejes principales, que son los orográficamente más favorables y dirigidos a toda la población”. Y recuerda: “No podemos volver a la situación anterior. No es un gasto, es una inversión”.
El 15% de los trabajadores deberá cambiar el transporte
El coronavirus cambiará para siempre nuestra forma de desplazarnos para los ciudades. Según un estudio de la Fundación Mapfre, en las grandes urbes de España, entre el 20% y el 30% de la población usa el transporte público, pero si su capacidad se ve reducida un 50% por las necesidades de distanciamiento social, hasta un 15% de los trabajadores podrían necesitar cambiar el modo de transporte. La bicicleta, la moto o patinete, entre las propuestas.
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