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NUTRICIÓN

La paleodieta auténtica era muy tóxica

Los niveles de cadmio y plomo de los restos de alimentos de habitantes prehistóricos son 20 veces más altos de los recomendados a los humanos actuales.

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Fotograma de la película '10.000'.

Hay numerosos defensores de la paleodieta que basan sus argumentos en lo que comieron sus antepasados en el Paleolítico. Pero la realidad es que desconocen lo que era la dieta real de los primeros hombres. En cambio, los arqueólogos y paleoantropólogos han investigado las pautas alimentarias a través de los pocos restos encontrados y pueden deducir que aquel sistema de comidas en la actualidad no sería tan recomendable por culpa de sus elevadas toxinas.

Uno de los expertos más interesados por el asunto es el arqueólogo Hans Peter Blankholm, de la Universidad Ártica de Noruega. Junto a un equipo de investigadores ha buscado entre los restos de los humanos que vivieron en el Ártico hace entre 6300 y 3800 años. Aunque los fósiles encontrados no son numerosos, hay restos de comida que han perdurado y que han podido ser analizados. Los estudios previos habían señalado el bacalao y las focas arpa como platos principales de un régimen completado con ballena, delfín, reno y castor.

Los hallazgos echarían para atrás a los defensores actuales de la paleodieta. Los huesos del bacalao en estos hogares contenían más de 20 veces el nivel máximo de cadmio y hasta cuatro veces el nivel más alto de plomo que la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria considera segura en la carne, según informa el equipo en Quaternary International en la revista Science. Los niveles de mercurio en los pescados hallados en la 'basura' de estos pobladores también superaron con holgura las recomendaciones actuales. Y no eran los únicos. Según los científicos, el bacalao capturado en la costa de América del Norte hace unos 6500 años contenía altos niveles de mercurio.

No obstante, la paleodieta auténtica no estaba compuesta únicamente por alimentos con toxinas, puesto que al añadir carne de reno y de conejo y frutas disponían de proteínas y otros nutrientes clave. Además, la esperanza de vida estimada no era demasiado extensa y es probable que los alimentos poco saludables no fueran la principal amenaza de estos cazadores-recolectores.