Síndrome del impostor: cuando pones en duda tu propia valía profesional
Asociado al ámbito laboral, las personas que lo padecen tienen dificultades para aceptar sus logros por méritos propios ya que los achacan a factores externos y puede provocar inseguridad o miedo.
El 70 por ciento de las personas lo ha sufrido en alguna ocasión. Hablamos del síndrome del impostor, un problema de tipo psicológico mediante el cual se experimentan dificultades para aceptar los logros personales en el ámbito laboral como mérito propio y se tiende a atribuir el éxito a otros factores externos, lo que acaba por provocar sensación de miedo e inseguridad y bloqueo.
Descrito por primera vez en 1978 y recogido por los profesores Jaruwan Sakulku y James Alexander en un estudio, publicado en el 'International Journal of Behavorial Science', se trata de algo muy habitual y que paradójicamente afecta a personas con un alto rendimiento laboral.
“A pesar de las múltiples pruebas de su valía, a la persona le invaden sentimientos de incompetencia e inseguridad. Achaca los buenos resultados a factores externos, como la suerte o el trabajo duro, en vez de atribuirlos a sus habilidades y conocimientos”, explica Marta Calderero, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Cantalunya (UOC).
De hecho se trata de un sentimiento y una apreciación subjetivos sin ningún tipo de base real. “Las personas sabemos dónde están nuestras carencias, pero no vemos las de los demás. Siempre nos parece que el resto está mejor preparado que nosotros. Nadie habla sobre cuántos fallos o rechazos ha tenido que afrontar hasta llegar a donde ha llegado. El problema es que no se habla de los tropezones y los fracasos como de algo que te ayuda a avanzar. Lo normal es no conseguir las cosas a la primera; entonces, ¿por qué no aceptarlo como parte natural del proceso?, añade Eva Rimbau, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC y experta en recursos humanos.
Más habitual en mujeres y personas perfeccionistas
Llama la atención que según diversas investigaciones sea un fenómeno más habitual en mujeres y probablemente se deba al hecho de sentir la necesidad de tener que reivindicarse injustamente frente al hombre. Tampoco los jóvenes son ajenos al síndrome del impostor y el 86% de los jóvenes de 18 a 34 años también lo han experimentado, mientras que las personas de 45 a 54 años son los que muestran una mayor seguridad. Además, las mujeres en el ámbito académico parecen ser más susceptibles de sufrirlo.
“Las personas perfeccionistas, autocríticas, con miedo al fracaso y que se autopresionan mucho para alcanzar los logros también tienen mayor riesgo de padecer este síndrome. Las presiones sociales aumentan el problema. Actualmente hay una presión desmedida por lograr nuevos objetivos, que nunca tiene fin; cada vez más nuestra autoestima se vincula al logro conseguido. Esto, sumado a la falta de un retorno (feedback) claro y positivo por parte del entorno, genera en las personas una gran confusión a la hora de diferenciar mensajes de aprecio y aprobación y críticas constructivas, y críticas injustificadas o irrespetuosas”, concluye Calderero.
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