"¿Cómo será el año 2000? No se trata ya de una pura fantasía. Es una realidad que conocerán los niños que están naciendo ahora. Usted no verá el año 2000; su hijo sí. Pero en estos sesenta y ocho años que faltan, el progreso del mundo, con un poco de imaginación, puede adivinarse. Véase en este número cómo se imaginan el año 2000 los hombres de más prestigio en cada ramo de la actividad. Estos anticipos son lo único que puede consolarnos a los que irremisiblemente nos vamos a morir sin verlo".

Así rezaba el texto de portada de aquel número que acompañaba la imagen de un niño desnudo señalando un edificio moderno y que se puede consultar íntegro gracias al excelente archivo de la Biblioteca Nacional. Personalidades de la época como el conde de Romanones, el futbolista Ricardo Zamora, Pío Baroja, Ramón Valle-Inclán o el doctor Gregorio Marañón realizaban una suerte de predicciones que en muchos casos no se han cumplido quizá por un exceso de optimismo.

Tal es el caso de las compartidas por el doctor Marañón y que, lamentablemente, no se han cumplido a pesar de los importantes avances en Medicina. "A fines de este siglo, la ciencia médica se habrá transformado profundamente en relación con la Medicina de ahora. Entre las varias actividades humanas cuya crisis radical se presiente, está en primera línea la ciencia médica".

"Las infecciones habrán desaparecido, casi en absoluto, como causa de mortalidad, y las que aún existan se curarán bien. Sólo habrá enfermos del sistema nervioso, el corazón y las arterias. Se hablará de la tuberculosis y de sus estragos de hoy, como hoy hablamos del cólera y de la peste, que hace todavía pocos años arrasaban la Humanidad", añadía el doctor Marañón.

¿Enfermedad histórica? Lamentablemente no

Quizá especialmente llamativa fue su predicción sobre la incidencia del cáncer ya que pensaba que sería también una “enfermedad histórica” o sobre el papel de la propia Medicina. “La profesión será casi una ciencia exacta. Se sabrá o no se sabrá, sin matices”, aseveraba el científico, aunque nadie puede culparle por hacer un ejercicio de tanto recorrido. Si una eminencia de nuestros días jugara también a predecir el futuro dentro 60 o 70 años, lo más probable es que errara en la mayoría.