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Por qué nos calma respirar lentamente

Tu madre tenía razón, como siempre, y respirar despacio nos ayuda a combatir la ansiedad, algo que nos decían de pequeños. Ahora la Universidad de Stanford les da la razón.

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Por qué nos calma respirar lentamente

Durante generaciones, las madres (sean de la nacionalidad que sean) les han dicho a sus hijos que hicieran respiraciones lentas, que tomaran aire, cuando tenían berrinches, llantos, estaban nerviosos… justo el momento tras una buena llorera, que suele decirse. Una manera de combatir la ansiedad calmando respirando. A un hecho clásico como este vemos como tendencias como la meditación, ancestral, o el yoga, masificado, son formas de respirar que nos cambian la vida.

Ahora los científicos de la Universidad de Stanford pueden haber descubierto por primera vez por qué hacer respiraciones profundas puede ser tan relajante.La investigación,a cargo de Kevin Yackle,Lindsay A. Schwarz,Kaiwen Kam,Jordan M. Sorokin, John R. Huguenard,Jack L. Feldman, Liqun Luo, Mark A. Krasnow centrada en un pequeño grupo de neuronas en el cerebro de los ratones, subraya lo intrincados y penetrante de los vínculos que están dentro de nuestro cuerpo y la relación entre la respiración, el pensamiento, el comportamiento y el sentimiento.

¿Cómo lo hace la mente?

Pero cómo la mente y el cuerpo regulan la respiración y viceversa a nivel celular es el gran misterio. Pero recientemente, este grupo de científicos comenzaron a usar sofisticadas técnicas genéticas para estudiar neuronas individuales. Mediante el seguimiento microscópico de diferentes proteínas producidas por los genes en cada célula, los científicos podrían agrupar las neuronas en "tipos". Con el tiempo identificaron alrededor de 65 tipos diferentes de neuronas, cada uno presumiblemente con una responsabilidad única para regular algunos aspectos de la respiración.

Los científicos confirmaron esa idea en un estudio publicado en 2016 en la revista Nature, (a cargo dePeng Li, Wiktor A. Janczewski, Kevin Yackle, Kaiwen Kam,Silvia Pagliardini, Mark A. Krasnow y Jack L. Feldman, en el que criaron ratones con un único tipo de célula marcapasos que podría ser desactivada. Cuando inyectaron a los animales con un virus que mató solamente esas células, los ratones dejaron de suspirar, descubrieron los investigadores. Los ratones, al igual que la gente, normalmente suspiran cada pocos minutos, incluso si nosotros y ellos no somos conscientes de hacerlo. Sin las instrucciones de estas células, el suspiro se detuvo.

Resultó que las neuronas en cuestión en cuestión mostraron enlaces biológicos directos a una parte del cerebro que se sabe que está involucrado en la excitación. Esta área envía señales a varias otras partes del cerebro que, juntas, nos dirigen a despertar, estar alerta y, a veces, llegar a ser ansioso o frenético. En los ratones maduros, esta zona del cerebro permanecía en silencio.

"Lo que pensamos que estaba pasando era que las neuronas discapacitadas normalmente detectan la actividad en otras neuronas dentro del marcapasos que regulan la respiración rápida y olfatear”, dice el doctor Kevin Yackle, profesor de la Universidad de California, San Francisco, investigador graduado en Stanford, quien dirigió el estudio.

Las neuronas discapacitadas entonces alertarían al cerebro que algo potencialmente preocupante estaba ocurriendo con el ratón, ya que estaba olfateando, y el cerebro debería comenzar a aumentar la maquinaria de la preocupación y el pánico. Así que unos cuantos olfateos tentativos podrían dar como resultado un estado de ansiedad que, en un circuito de retroalimentación rápida, haría que el animal olfateara más y se volviera cada vez más ansioso.

O, sin ese mecanismo, permanecería tranquilo, un ratón en modo zen. Aplicado a nosotros mismos, respirar tranquilamente nos permite despejar por unos segundos la mente antes de chillar, de gritar, incluso seguir resoplando... pero no perder los papeles. En el caso de los niños, conseguir calmar los nervios, la ansiedad, el llanto, el disgusto... aunque sigan a veces con esas lágrimas silenciosas, o el hipo final.