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NUTRICIÓN

La mejor dieta para la fibromialgia

Una alimentación equilibrada, suficiente y variada ayudará a que el organismo aproveche correctamente los nutrientes y a mejorar la calidad de vida del paciente.

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La mejor dieta para la fibromialgia

Hoy viernes 12 de mayo se celebra el Día Internacional contra la Fibromialgia (FM), una enfermedad crónica que afecta en España entre el 2 y el 4% de la población, es decir, aproximadamente un millón de personas, de las que el 90% son mujeres, según datos de la Sociedad Española de Reumatología.

A pesar de que no hay una explicación científica sobre su desencadenante ni un tratamiento que la cure definitivamente, sí es posible mitigar sus efectos mediante una nutrición ajustada. En este sentido, la doctora en Alimentación y Nutrición Laura I. Arranz, creadora de la Dieta Lógica y autora del libro Fibromialgia, nutrición y calidad de vida, indica qué hábitos alimentarios son claves para ayudar a los pacientes a tener una mejor calidad de vida.

Nutrición y alimentación

Una óptima nutrición proporciona todos los elementos indispensables para el buen funcionamiento del organismo y para la recuperación de todas sus funciones. El dolor y la falta de energía, habituales entre los enfermos de FM, pueden empeorar sin una alimentación lo más cuidada posible, ajustada en calorías y rica en nutrientes.

El descanso, el sueño y el ejercicio físico influyen en cómo el organismo aprovecha y utiliza los nutrientes: “El estrés empeora las funciones del sistema nervioso, del metabolismo, del sistema inmunitario y afecta, incluso, a la microbiota (flora) intestinal. Además, el estrés acentúa el dolor y favorece la ingesta de calorías, sobre todo en forma de azúcares y grasas que provocan un aumento de peso, inflamación crónica y estrés oxidativo. Al final, todo está relacionado, por ello hay que cuidarse en un sentido global”, afirma la doctora Laura I. Arranz.

La mejor dieta para la fibromialgia

El estrés empeora las funciones del sistema nervioso, del metabolismo, del sistema inmunitario y afecta, incluso, a la flora intestinal.

La alimentación debe aportar día a día todos y cada uno de los nutrientes necesarios, pero no hay suficientes estudios todavía para demostrar que alguna de las dietas que conocemos: macrobiótica, grupo sanguíneo, exclusión, alcalina o incluso la dieta sin gluten, sea mejor que otra para esta enfermedad.

“Cualquier dieta que prescinda de grupos de alimentos tiene un riesgo para la salud al provocar déficits nutricionales. Por ejemplo, la eliminación de lácteos, sin ajustar correctamente la alimentación, puede producir una falta de calcio y vitamina D, con consecuencias negativas para la salud, especialmente en las mujeres que son las que más padecen esta enfermedad”, alerta la doctora. “A día de hoy y hasta que no haya más datos científicos, la mejor dieta es aquella individualizada para cada persona y basada en el modelo de Dieta Mediterránea debido su potencial antiinflamatorio y su riqueza en nutrientes y antioxidantes”, apunta Laura I. Arranz.

Para obtener el máximo beneficio de la dieta es necesario a seguir algunos consejos:

-Controlar calorías. Es decir, comer lo necesario (ni exceso, ni defecto).

-Ingerir tres raciones de fruta y dos de verdura al día (una cruda y otra cocinada).

-Optar por raciones moderadas de cereales y pan, siempre integrales.

-Tomar derivados fermentados cada día (1 o 2 yogures).

-Introducir legumbres tres veces por semana (en cantidades pequeñas como acompañamientos o combinadas con verduras).

-Incorporar pescado azul dos veces por semana y, otras dos, blanco.

-Consumir cada día una pequeña ración de frutos secos (un puñadito de nueces, almendras, avellanas) y también de semillas (una cucharada de café de sésamo, chía, amapola, calabaza).

-Beber suficientes líquidos, unos dos litros de agua, también en infusiones, caldos y zumos naturales.

-Tener horarios ordenados, no saltarse comidas y evitar picar entre horas.

-Evitar el azúcar añadido y las grasas no saludables de alimentos como galletas, pastas dulces, refrescos, zumos azucarados, snacks, embutidos, etc.

Estas pautas deberán adaptarse siempre a la persona en función de la medicación u otras patologías relacionadas con la dieta, si padece intolerancias o alergias alimentarias, etc.

Por otro lado, es recomendable que las variaciones se hagan de modo paulatino e involucren a todos los miembros del núcleo familiar, ya que una vez instaurados los cambios, el beneficio lo disfrutará toda la familia.

En cuanto a suplementos nutricionales, “no hay estudios suficientes para una recomendación genérica, sin embargo, algunos, como los omega-3, los multivitamínicos o el magnesio, pueden ser útiles para complementar la dieta y conseguir llegar a los requerimientos nutricionales”, establece la doctora.

Junto a la dieta, una mejora en el descanso, la actividad física, y la gestión de las emociones, así como seguir un estilo de vida saludable que contemple el aire libre, las actividades individuales y en grupo, y momentos de relajación serán sin duda de gran ayuda para el paciente y su entorno.

Laura I. Arranz es doctora en alimentación y nutrición, profesora asociada en el Departamento de Nutrición, Ciencias de la Alimentación y Gastronomía de la Universidad de Barcelona. Consultora en nutrición y legislación alimentaria para empresas y restaurantes. Orientada a educación alimentaria para niños, familias, y personas con dolor crónico, es autora de varios libros como “Fibromialgia: Nutrición y Calidad de vida”, fundadora del proyecto Gana Nutrición y creadora de la Dieta Lógica.