Deporte y Vida

FENÓMENOS EXTRAÑOS

No, la lluvia no hace que te duelan las rodillas

La evidencia científica más reciente refleja que poco tienen que ver lo uno con lo otro

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No, la lluvia no hace que te duelan las rodillas

Desde nuestra infancia todos hemos oído hablar a nuestros padres y abuelos del modo en que el dolor articular sirve para predecir el tiempo. De hecho, no pocas veces hemos oído aquello de que “va a llover” por parte de personas con algún tipo de dolor articular o que han pasado por alguna intervención. Esta suerte de adivinos creen predecir los cambios climáticos a partir de la aparición de unos dolores recurrentes. ¿Cuánto hay de mito y cuánto de realidad en los supuestos que relacionan el dolor con los factores meteorológicos?

A pesar de la creencia popular sobre la asociación entre el frío, la lluvia y el dolor, a la hora de la verdad, existe más literatura científica a favor de erradicar para siempre una relación que se presupone de “causa-efecto” a nivel cultural. Y hablamos no sólo de dolor en la rodilla, la fuente de aviso más frecuente, sino también de diferentes afecciones, como las lumbares, reumáticas o incluso otras más generalizadas, como sucede con la fibromialgia. Así lo han revelado recientemente en una investigación realizada en el centro australiano George Institute for Global Health, donde, tras relacionar el dolor muscoesquelético con parámetros como las precipitaciones, la humedad o la velocidad del viento, encontraron que su presencia no incrementa el riesgo de dolor. Uno de los directores de esta investigación, el doctor y fisioterapeuta Chris G. Mayer encuentra que este mito popularmente extendido podría explicarse a partir de una atención selectiva por la que reparamos en el dolor sólo en los días grises, además de por mantener la creencia en sí misma.

La tendencia natural a establecer patrones y a validar este saber popular transmitido a lo largo de generaciones podrían favorecer este tipo de asociaciones, según explica el catedrático de psicología Antonio Cano Vindel refiriéndose al arraigo de las supersticiones entorno a la salud.

“Muchos mitos populares derivan de la tendencia del hombre a buscar una explicación a los fenómenos, aunque no siempre se disponga de datos e información necesarios para poder encontrar la explicación”. Partiendo de que el hombre de la calle no suele tener en cuenta los principios del método científico, sus suposiciones no obedecen a análisis periódicos ni rigurosas que justifiquen una relación causal. “El observador contempla una relación muy fuerte, pero no es sistemático en sus observaciones, sino que éstas son casuales, aunque repetidas”. A partir de ahí, “tiende a hacer atribuciones de causalidad a factores que podrían explicar un resultado, aunque no se podrían repetir experimentalmente”.

“Existe una tendencia en el ser humano a buscar explicaciones de causa y efecto donde sólo hay mera asociación”, continúa Cano. Pero hay más explicaciones. Al igual que G. Mayer, destaca la influencia de una atención selectiva fuertemente motivada por hallar unos resultados que casen con nuestras propias expectativas. El observador no científico “se deja llevar por sus emociones, por sus ideas preconcebidas y desatiende los datos presentes que puedan ser contrarios a su prejuicio”. Exactamente igual a lo que sucede cuando uno lee periódicos que dan información acorde con sus ideas y rechaza las interpretaciones alternativas. “Nos gusta más confirmar nuestras hipótesis que verlas rechazadas”, asegura Cano Vindel.

Cuando hay expectativas y se produce la sugestionabilidad es fácil que haya falsos positivos entre las correlaciones no corroboradas científicamente. “Podría explicarse en términos de vulnerabilidad cognitiva”, apunta el docente. “Ser una persona altamente sugestionable, muy obsesiva, rumiativa, o con un gran sesgo atencional centrado en las sensaciones físicas contribuiría a cumplir con las expectativas de dolor”.

El frío en sí mismo no causa dolor ni enfermedad

Así y todo, existen también algunas razones físicas para justificar la creencia popular, como explica David Serquera, médico de familia, doctor e investigador. Tras su ejercicio profesional en diversos países de Europa, no ha observado “ninguna diferencia cultural ni biológica entre la asociación meteorología y dolor” y sus pacientes suelen reportar los avisos de rodilla, por ejemplo, “tras bajadas bruscas de la presión atmosférica, frente frío húmedo y ventoso”. “Una vez el tiempo frío se ha instaurado ya no es tan frecuente la queja”, asegura. “Aunque hay algún estudio que relaciona los cambios de presión atmosférica con la distribución de cargas eléctricas en la membrana sinovial, es un tema poco estudiado”, explica Serquera. La presencia de dolor ante los cambios climáticos podría achacarse a que uno “se contractura para evitar el frío, y esto puede dar mialgias y desencadenar una reacción inflamatoria”. Pero fuera de esto, y “del caso extremo de la hipotermia, el frío no causa enfermedades de por sí, y la prevalencia de infecciones en invierno tiene que ver con cambios en la transcripción del genoma inmunitario y efectos físicos directos sobre las mucosas”, aclara el médico.