No tengo magnetismo natural, ¿puedo entrenar mi carisma?
No es una cuestión de ‘sex-appeal’, pero sí de capacidad de atracción y don de gentes que algunos llevan incorporado en su ADN y otros, por fortuna, aprenden.
Hay quienes, como el flautista de Hamelín (esta vez no hablaremos ni de políticos ni de artistas), tienen el don de encantar a batallones de seres para que les sigan, y otros, sin embargo, por muy bien que toquen la flauta, no son capaces de atraer a su club de fans ni a su propia familia. ¿Por qué unos sí tienen esta chispa especial y otros no? Intrigados por resolver este enigma nos sumergimos en las pesquisas de qué es exactamente eso que hace que ciertas personas consigan fascinar a las masas. Es decir: por qué tienen carisma y en qué consiste.
“Antiguamente, era un término utilizado en el ámbito religioso para referirse a un don que Dios concedía a algunas personas en beneficio de la comunidad. Pero ahora, y en un sentido más amplio, se define como la capacidad que tienen algunos para atraer, fascinar, cautivar y causar buena sensación. Se trata de una conjugación de habilidades sociales y emocionales propias que hace que se pueda influir sobre los demás, despertando la admiración y estableciendo conexiones y vínculos”, explica Ana Millán, psicóloga y codirectora del gabinete Salto 51, especializado en psicología, coaching y desarrollo interior. Ahora bien: ¿de qué depende tenerlo o no tenerlo? Y el más difícil todavía: si no tengo carisma, ¿puedo hacer algo por conseguirlo?
Un toque diferente
El psicólogo William von Hippel, profesor de la Universidad de Queensland, en Australia, también quiso averiguar la razón que propiciaba la diferencia de ser carismático o no serlo, y sus estudios de campo revelaron que, por ejemplo, los que tenían más capacidad de atracción en los demás mostraban también una mayor rapidez mental como pensadores. No significaba ser más inteligente, más ingenioso o tener mejor sentido del humor, sino ser más rápidos a la hora de conectar ideas y responder con argumentos interesantes.
Por su parte, Antonio Valls, coach y formador en inteligencia emocional para empresas, asegura que para exudar carisma también hay que desarrollar unas determinadas actitudes o pautas de comportamiento notorias, como saber narrar una historia de forma que se capte fácilmente la atención ajena; además de ciertas cualidades empáticas: escuchar más que hablar; admitir los fallos propios; reconocer los méritos de los demás y pensar que los otros son importantes, por ejemplo.
"Querer transmitir seguridad personal sin tener en cuenta al otro no sería carisma, sería más bien egocentrismo o narcisismo, y eso es justamente lo contrario al carisma”, indica la psicóloga Ana Millán. Una persona carismática, como matiza la experta, se define por su ausencia de egoísmo, y es capaz de emitir seguridad personal a la vez que hace sentir seguro y cómodo al otro, mostrando empatía y calidez.
La buena noticia es que, como indica el especialista en asesoría de imagen, Salvador Hernández Martínez, director de la Escuela Superior de Protocolo y Relaciones Institucionales de la Universidad Católica de Murcia, y del Máster en Protocolo y Consultoría de Imagen de la misma institución, “hay individuos que desde pequeños manifiestan de manera innata esta capacidad de atraer a los demás, pero también se puede trabajar y reforzar con formación y preparación”. Es decir, que unos lo tienen más fácil que otros, pero por fortuna todos podemos llegar a ello.
Lo que dices y cómo lo dices
Como recuerda el profesor Hernández, no pocos líderes partidos, que no transmiten ni un ápice de encanto, han aprendido poco a poco a resultar algo más interesantes. “Dos aspectos fundamentales para comunicar oralmente con éxito, convencer a las personas y que nos consideren carismáticas, son el paralenguaje y la kinésica. El paralenguaje o forma de decir las cosas consiste en las cualidades no verbales de la voz que modifican y articulan el mensaje, como la entonación, la velocidad, el buen uso de las pausas, el volumen adecuado, etc. Y la kinésica guarda más relación con los movimientos corporales, especialmente los gestos de cara y extremidades que apoyan de forma importante el mensaje verbal. Por supuesto que el contenido del mensaje es importante, pero tanto o más, es la manera de transmitirlo”, afirma tajantemente.
¿Dispuesto a mejorar tu potencial? Lee con atención estos consejos de los expertos:
- Entrena la velocidad en tu forma de hablar para que, como indica el profesor Hernández, no se dispare. “Introducir pausas es fundamental para no dar la sensación de que estamos nerviosos y deseando terminar”.
- La entonación también es importante. “Las personas que hablan de forma monótona, por muy preparadas que estén, aburrirán y no convencerán a nadie”, asiente el profesor. Haz que la entonación tenga vida y diferentes picos en intensidad, y dale un ritmo adecuado a tu discurso.
- Controla el volumen. “Si es demasiado fuerte —advierte Salvador Hernández—, provocaremos rechazo en los que nos escuchan, además de dañarnos las cuerdas vocales”.
- Juega con los silencios. “Saber gestionarlos indica que tenemos autocontrol, y que lo que vamos a decir es importante”, explica la psicóloga Ana Millán.
- En cuanto al lenguaje corporal, procura colocar los brazos y las manos en la posición adecuada cuando estés de pie comunicando un mensaje. “Ni por encima de la cabeza, porque esto transmite la idea de nervios y tensión, ni por debajo de la cintura, porque habla de apatía y desgana. Hay que mostrar las palmas de las manos y que nuestros gestos, tanto de la cara como de las extremidades, apoyen de forma natural y relajada el discurso. Esto ayuda a reforzar las ideas”, enumera el especialista en imagen y protocolo.
- La mirada, como apunta Ana Millán, “debe ser serena y directa, sin resultar intimidatoria”. Y algo también a tener en cuenta, según la experta: regular dónde aparecemos y donde no aparecemos. “No consiste en estar siempre en todos los sitios, sino estar en los que elegimos y de la manera en la que elegimos”.
- Practicar el autocontrol emocional y social también es básico. Como apunta Millán, el reto es “intentar ser expresivos, pero sin querer ser el centro de atención”.
- Y por último, como recurso básico, escuchar siempre al otro con la intención de seguir aprendiendo. “No es una mera cuestión de impresionar al de enfrente, sino de demostrar que nos dejamos impresionar por el otro, teniendo, sin embargo, seguridad interior”, aclara la psicóloga.
¿Preparado para ir entrenando? Recuerda que incluso la persona más tímida y vergonzosa del planeta podría ver resultados muy pronto. Y si no, el ejemplo que rememora el profesor Hernández: “Demóstenes era tartamudo, pero llegó a ser uno de los mejores oradores de la Grecia clásica por confiar en sus capacidades y esforzarse en mejorar”. Definitivamente, ya no hay excusas para convertirse en alguien con mucho charm.
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