¿Te ha ocurrido alguna vez eso de estar metiendo las llaves en la puerta de casa y no poder aguantar más las ganas de hacer pipi? Cuanto más cerca estás del baño, mayores con las ganas de hacer pis.
Este impulso irrefrenable tiene un nombre técnico, latchkey incontinence, o "incontinencia de llavero", y ha sido tratado por estudios como el de la Wenzhou Medical University (China), según el cual, esta urgencia puede ir acompañada de una pérdida de orina. Este fenómeno es una buena demostración de la conexión entre la vejiga y el cerebro. Aunque te aguantes las ganas por el camino, la vejiga "asocia" llegar a casa con el momento de vaciarse, y esto ocurre esté llena o no. No se trata de un problema psicológico, sino de los llamados "reflejos condicionados", exactamente igual que cuando salivas al ver una foto de una suculenta harmburguesa en Instagram o te llega un rico olor de la cocina.
El ranking del pipi
Una investigación de la Universidad de Columbia, en Nueva York (EE UU), estableció un ranking de situaciones que nos dan ganas de vaciar la vejiga. La primera (atañía al 100% de los sujetos analizados) era levantarse por la mañana; la segunda (88%) era estar de camino a un cuarto de baño; la tercera (76%) era tener la vejiga realmente llena, mientras que en cuarto lugar (71%), entre una treintena de situaciones, era estar abriendo la puerta de casa.
"Asociamos el baño con nuestra necesidad fisiológica y nos activa la conciencia de nuestras sensaciones físicas, que nos indican que tenemos ganas de ir al baño"
El mismo estudio compara este tipo de incontinencia con el experimento que realizó el psicólogo ruso Iván Pavlov, que hacía sonar una campana justo antes de dar comida a su perro. Finalmente, después de unos meses, si hacía sonar la campana, el perro salivaba sin ni siquiera ver la comida.
“Este proceso de aprendizaje por asociación de estímulos se llama condicionamiento clásico. Trasladando la analogía de Pavlov, lo mismo nos sucede a las personas con las ganas de orinar. Asociamos el baño con nuestra necesidad fisiológica y nos activa la conciencia de nuestras sensaciones físicas, que nos indican que tenemos ganas de ir al baño”, afirma el doctor Héctor Galván, director del Instituto Madrid de Psicología.
El ruidito del grifo abierto
Esa también es la razón por la que escuchar el sonido de un grifo abierto acelera nuestra ganas de hacer pis. Francisco Milla, secretario general de la Asociación Española de Enfermería en Urología, lo explica: "Escuchar el agua correr, mojarse las manos, son sonidos que imitan al de la orina en el váter o el agua de la cisterna. Cuando los oímos, se desencadena en nuestro organismo un aumento de la contractilidad del detrusor, el músculo de la vejiga. Este es el mecanismo, seguido por una relajación voluntaria del esfínter uretral, por el que se produce la micción, cuando el lugar y el acondicionamiento lo provocan".
Los factores que desencadenan este proceso son muchos, según explica Milla: “En este tipo de incontinencia podemos distinguir tres. En primer lugar, el sensorial: tacto, vista y oído. Después está el genuino, relacionado con fobias y manías personales, como por ejemplo al introducir la llave en la cerradura o pulsar el botón del ascensor. Por último el mecanismo emocional al sentir miedo, placer o angustia”.
Si está todo en nuestra mente, entonces podemos llegar a la conclusión de que ese momento incómodo en el que piensas que no llegas al baño podemos controlarlo de alguna forma. “Es cierto que distraer la atención ayuda a dejar de tomar conciencia de algunas sensaciones”, afirma el doctor Galván. Aunque solo sea por unos segundos, hasta que estemos plácidamente sentados en o apuntando a la taza, pensar en otra cosa, incluso cerrar los ojos para no tener contacto visual con el entorno pueden darnos la ventaja que necesitamos.
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