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LA RUTA DE LA VUELTA

La montaña de Federico Martín Bahamontes… y de Timoner

La última competición de Bahamontes, con 37 años, fue la II Escalada al Castillo de Montjuich, que así se llamaba entonces, el 12 de octubre de 1965.

Federico Martín Bahamontes, en la Escalada a Montjuïc.

Federico Martín Bahamontes no escribió sus mejores páginas en La Vuelta, donde su mejor resultado fue el segundo puesto en 1957 detrás de su detestado Jesús Loroño, pero la cercanía de su fallecimiento, el 8 de agosto, y su influjo en el devenir del ciclismo español hacen inevitable que esté muy presente en el arranque de una carrera en la que participó siete veces, con cuatro victorias de etapa y dos premios de la Montaña como cosecha. La organización rendirá homenaje a Fede el 8 de septiembre en el Tourmalet, final de la 13ª etapa, un mítico puerto que sí enlaza con las grandes gestas del Águila de Toledo en el Tour de Francia, aunque la etapa de hoy también evoca un capítulo histórico de su trayectoria: su retirada en Montjuïc.

La última competición de Bahamontes, con 37 años, fue la II Escalada al Castillo de Montjuich, que así se llamaba entonces, el 12 de octubre de 1965. Esa temporada se había retirado en el Tour, escondido en unos matorrales, el día después de haber llegado penúltimo, a más de 50 minutos de Julio Jiménez, en una etapa de los Pirineos. Su final se avecinaba. Y llegó en una ciudad, Barcelona, muy ligada a su dilatada andadura.

Uno de los grandes impulsores de su carrera fue Evarist Murtra, padre del posterior directivo del Barça, un empresario que vendía persianas por España. En uno de sus viajes descubrió las dotes de Fede y le condujo a la Ciudad Condal, donde dio sus primeras pedaladas profesionales en la Penya Solera. De ahí, seguramente, vino la afición de Bahamontes por el FC Barcelona, del que recibió el escudo de oro brillantes, que lucía siempre con orgullo. Su relación con Murtra fue tan estrecha, que el catalán fue el padrino en su boda con Fermina.

Murtra tuvo buen ojo con Bahamontes, que se convirtió en el primer campeón español del Tour en 1959, además de seis veces ganador del GP de la Montaña. Por eso tiene una enorme carga simbólica que su última carrera fuera en Barcelona. La Escalada a Montjuïc había nacido justo el año anterior, el 21 de octubre de 1964, organizada por el diario ‘Dicen’ y por el Club Ciclista Barcelona. El propio Fede conquistó aquella edición inaugural, por delante de Julio Jiménez, y recibió los honores de la actriz Mary Sampere. En 1965 ya no pudo ganar, quedó segundo detrás de Raymond Poulidor, pero la carrera pasó a la historia como el último vuelo del Águila, ante más de 80.000 personas que ocuparon el recorrido.

Aquel mismo día, la organización rindió homenaje a Guillermo Timoner montado en un coche descapotable, donde le acompañó Miguel Poblet, otro icónico pionero, junto a quien compitió a menudo en la especialidad de americana, hoy madison. Timoner había ganado ese año su sexto y último maillot arcoíris en medio fondo tras moto en los Mundiales de San Sebastián. El mítico pistard mallorquín también falleció este mes, el 17 de agosto, sólo nueve días después de su coetáneo Bahamontes. La montaña de Montjuïc es hoy un buen lugar de tributo para ambos.