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TOUR DE FRANCIA | ETAPA 9

El regreso al Puy de Dôme, un volcán blindado

La Prensa solo pudo acceder a la cima en un tren, y poco más de una treintena de coches tuvieron permitido seguir la carrera.

Puy de Dôme
Jesús Rubio

Era el regreso al Puy de Dôme 35 años después, y la expectación, máxima. Una zona volcánica, protegida, que era uno de los grandes retos de Christian Prudhomme desde que llegara a la dirección de la carrera en 2007. Muchos años después lo consiguió, favorecido por un cambio en la presidencia de este Departamento, con una actitud más abierta a acoger la carrera. Desde primera hora de la mañana las cunetas estaban repletas de gente hasta que faltaban cuatro kilómetros a meta. Desde entonces, prohibido el paso de los espectadores y limitaciones de todo tipo. Algo que, aunque quite la esencia al ciclismo, era obligatorio cumplir por ley.

La gente de Prensa y organización solo tenía una forma de subir: a través de un funicular que llega hasta la cima y que se estrenó en 2012. De cada medio, solo podía formar parte del vagón un fotógrafo y un redactor. Fueron seis los viajes que realizó este sistema de transporte (8:30, 9:30, 10:30, 11:30, 13:00 y 14:00).

En ese tramo, solo se observaban por el camino a Gendarmes (policías franceses), situados especialmente en los caminos para evitar que llegase gente por cualquier rincón. En cuanto a coches, solo pudieron subir los siguientes: 22 de directores (es decir, uno por equipo), cuatro de Comisarios, tres de Dirección de carrera, dos de Shimano (para averías), uno médico, una ambulancia y el coche escoba que cerraba la carrera. En lo referido a motos, de todo tipo (comisarios, TV, averías, médicos…) la cifra no llegó a 30.

La ascensión, de un solo carril en su tramo más dura, dejaba atrás la ciudad de Clermont-Ferrand, donde se contemplaba imponente su catedral, esa que resalta en una icónica foto de Bahamontes en 1959. Nada más llegar al Puy de Dome, gran parte de los presentes descendieron para observar la zona y el entorno. A 400 metros, una vez pasado el último tren, la vía del funicular fue tapada para el paso de la carrera en un día en el que el Movistar se quedó con la miel en los labios. “Por poco”, lamentaban en meta.

Al acabar, los corredores tuvieron que bajar 3,5 kilómetros hasta llegar a la zona de los autobuses. Tras ponerse ropa de abrigo y avituallarse, cada corredor se colgó un silbato de precaución y bajaron por donde subieron. La idea es tardar menos de 35 años en volver.