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VUELTA A ESPAÑA | ETAPA 3

El público volvió a un gran puerto en una tarde otoñal

La Vuelta, sin gente en las metas de montaña en la edición de 2020, esta vez sí tuvo público en un Picón Blanco con 12º grados y niebla. Carapaz acabó sancionado.

Burgos
El público volvió a un gran puerto en una tarde otoñal
PEPE ANDRESDIARIO AS

Los aficionados volvieron a estar presentes en La Vuelta en un puerto de primera categoría. En la edición de 2020, no hubo gente en este tipo de llegadas por seguridad de los corredores, mientras que en la presente edición sí está permitido, aunque desde la organización destacan que los aficionados que acudan a las carreteras lo hagan con la mayor prudencia posible: distancia, mascarilla... y, sobre todo, respeto al corredor. El Picón Blanco fue el primer gran puerto de esta Vuelta, y la gente no dudó en echarse a las cunetas. "Tras un 2020 sin poder estar, teníamos ganas de estar al lado de los corredores", decían a AS varios aficionados en la meta burgalesa, también con amplia presencia de seguidores del País Vasco.

Al Picón Blanco subieron también un gran número de cicloturistas, que apuraban la hora de la llegada del pelotón y subían por la otra vertiente que tiene la ascensión. Valverde, como en todas las carreteras nacionales, era uno de los más aclamados en su llegada a meta. Una meta que recordó a las de 2020. El año pasado la ronda española se disputó en otoño por la crisis sanitaria y la acumulación de fechas, y este año volvió a recuperar sus fechas naturales. Eso si, a pleno 16 de agosto, se vieron abrigos y hasta gorros en la cima. El termómetro marcaba 12 grados, pero la sensación térmica era menor: niebla, aire, incluso alguna gota arrastrada por el viento... numerosos eran los presentes en la meta que hasta tiritaban. Otros, seguramente más acostumbrados, aguantaban en pantalón corto.

Tras cruzar el último metro de la etapa, los auxiliares esperaban a los corredores con ropa de abrigo, como en el caso del Movistar, y otros también con toallas calientes para el cuello, como es el caso del Groupama. La mayoría de los ciclistas, tras abrigarse y recuperar mínimamente energías con alimentos, bajaban a los autobuses, situados a pie de puerto. Como es habitual, se colgaron el silbato para avisar en el descenso y que no tuvieran problemas para avanzar.

Más tardó Richard Carapaz que, en un día complicado tras ser sancionado 20" por avituallamiento fuerza de zona, además tuvo que esperar más al pasar control antidopaje en la cima. La bicicleta dorada del campeón olímpico se fue rápido tras cumplir con sus obligaciones. Una tarde de agosto que se convirtió en otoñal. Tras la llegada de todo el pelotón, y con la organización empezando a desmontar todos los aparatos, salió el sol. Curioso. Pese al fresco, lo positivo es que el público por fin está de vuelta.