Abanicos, caídas... y Démare
La séptima etapa del Giro de Italia tuvo de todo en tan sólo 143 kilómetros. Con 20 por delante la situación se tranquilizó y en el esprint no dio opción.
Cuando los ciclistas tomaron la salida en Matera sabían que la jornada no sería tranquila. Solo tenían 143 kilómetros por delante, pero se había anunciado viento y había grandes rectas. ¿Abanicos? Abanicos. También hubo caídas... y un esprint. La incertidumbre y los nervios marcaron la jornada, menos en el rus final. Arnaud Démare no dejó opción a la duda en la volata. Se impuso con gran superioridad. Sagan, a su rueda, se vio incapaz de superar al campeón francés y Gaviria, que estaba ante su primera gran oportunidad, tampoco tuvo fuerzas. Tercera etapa para Démare en el Giro, decimotercera en lo que va de temporada. Intratable.
La jornada comenzó con un grupo buscando la escapada. Lo lograron, pero no era el día. El pelotón no les dio chanza y en cuanto salieron a carretera abierta comenzó la emoción y se acabó la fuga. Fuglsang, Pozzovivo y Simon Yates fueron sorprendido en los abanicos y se cortaron. Los dos primeros se quedaron en un grupo que como máximo perdió 20 segundos, pero el británico llegó a dejarse casi un minuto. Finalmente, y viendo que la escabechina no había sido tal, se levantó un poco el pie. Lo justo para que todos se reagrupasen.
La sensación por televisión es que no rodaban rápido, pero era un ilusión. Frapporti y Pellaud intentaron fugarse, pero incluso con el freno echado no rascaron más de 20 segundos. A falta de 75 kilómetros de nuevo volvieron los nervios. Caída en una curva y Fuglsang se quedó cortado de nuevo. Sin problema, aunque el susto estaba ahí. No sería el último. A 45 de meta, debido a un estrechamiento provocado por la pancarta que indicaba la distancia al final volvió a haber una caída. Esta vez mucha gente se quedó atrapada y de nuevo se produjeron cortes. Ganna fue el principal nombre al que le tocó sufrir.
En cabeza no iban a hacer diferencia, pero tampoco se quedaron parados. Eso hizo que costase enlazar. Se logró a 20 kilómetros de meta. El día estaba siendo muy duro (la media fue de 51,23 km/h, siendo así la etapa más rápida de la historia de la ronda italiana) y nadie rompió el orden. Tocó esprintar y Démare, en una volata muy extraña y tensa, no dio opción. Este sábado, el pelotón vivirá una etapa que se prevé nerviosa. La parte inicial será cercana a la costa, lo que puede volver a provocar a abanicos. A partir del kilómetro 85 (serán 200 km de etapa) el terreno será rompepiernas. Dos puertos y una carretera quebrada que puede dar sorpresas.