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CICLISMO

Viaje a ninguna parte

Carlos Payá, periodista de ciclismo de AS entre 1983 y 1993, relata su crucero en el Costa Deliziosa durante la pandemia.

Viaje a ninguna parte
Carlos Payá

El 4 de enero, Venecia nos recibió con un tibio y reconfortante sol. Pasadas las mareas altas y ajena a algo impronunciable llamado coronavirus. Tomamos unos vinos en el Da Lele, admiramos los tintoretos de la Scuola Grande y visitamos el Cementerio de S. Michelle para mostrar nuestro respeto a un Premio Nóbel, Joseph Brodsky; y a un entrenador mítico, Helenio Herrera, el mago que ganaba sin bajar del autobús. Al día siguiente partimos con el Costa Deliziosa de Vuelta al Mundo. Quien nos iba a decir que nuestro mayor deseo, ahora mismo, a 20 jornadas de una meta incierta, sea ganarle al covid19 sin bajar del barco.

Fuimos por delante del virus durante 10 semanas de viaje. Callejeando Matera, contemplando el Etna en Taormina. Cargando españoles en Barcelona y en Tenerife. Navegamos 6 días el Atlántico hasta Barbados y cruzamos el verde Canal de Panamá. Nudo a nudo, el Deliziosa se abría paso ya en el Pacífico, que muy pocos días lo fue. Tortugas en Salango (Ecuador), calor en Lima (Perú), y Chile: carnaval en Arica, y Neruda en Isla Negra. Mas navegación. Y coronavirus salpicando noticiarios nunca españoles.

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En Pitcairn no fuimos una nueva Bounty, en Pascua gozamos, en Bora Bora fuimos muy felices. Y tras Bora Bora, en medio de la nada, nos golpeó el Pacífico. Con la noticia de la muerte de mi suegro. Muerte. Su aliento en el cogote. El covid19 en el cogote. Tanto que, previo a Nueva Zelanda se cambió buena parte del itinerario. Nada de Extremo Oriente; e Índico en lugar de Mar de China. Dio tiempo, justo, para conocer el Hobbiton, la Torre de Auckland, para que Francesca se lanzara desde lo más alto. Para descubrir Melbourne y hasta para echar una mano en un Circuito, el de Albert Park, donde no habría estreno de la F1 unos dias después. Nos mojamos a gusto en la atractiva Sydney, apagando fuegos en tanto un fuego mayor se extendía por el orbe. Jugamos al rugby con las Hurricane Hobart, en Tasmania. Siesteamos con un canguro en Adelaida. Hicimos amigos en Albany. Y Australia cerró fronteras en el dia de navegación, 70, que nos llevaba a Perth. A las 07h, listos para bajar a tierra, anuncio por megafonía: no se baja. El covid19 nos rodea.Venecia, en 42 dias, 6 semanas, solo con escalas técnicas para repostar. Y mar, infinito mar.

"La pérdida de dirección es tanto una categoría psicológica como nautica" escribía Brodsky en su mosaico veneciano "Marca de Agua". 20 dias después seguimos sobre el agua, nos advierten sobre la pirateria, y miramos, cada dia, cada hora, con estupefacción infinita los noticiarios nunca españoles del drama terráqueo que se está cebando con nuestra España e Italia, el teórico punto final, el 26, de este periplo.

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Y añado: ni odisea, ni pesadilla. Somos una pequeñísima, y afortunada, parte de la enormidad trágica que es el planeta ahora mismo. Somos solidarios con quienes se desviven, cuidan y hasta dan sus vidas por nuestras familias, y por toda la gente responsable que sigue las recomendaciones y obligaciones impuestas tanto por el Gobierno como por las Autoridades Sanitarias. Sufrimos por el terrible dolor generado, que golpea directamente a familiares, amistades, vecinos, conocidos. Somos comprensivos, amables e igual de solidarios con la tripulación a bordo, que ha tenido que triplicar trabajo, meses de estancia y estrés. También ellos tienen afectados próximos. Somos agradecidos a un Comandante, Nicolo Alba, faro del peor escenario soñado. Su esfuerzo, su empeño, su cercanía le hacen, como poco, digno de nuestra confianza.

Somos respetuosos con todo el mundo: con quien quiere volver a España ya, y con quien quiere permanecer en esta limpia arca de noe hasta que el mar, y el covid19, se retiren. Somos conocedores de la impredecible actualidad y de cuanto conlleva en el devenir de este viaje. Al tanto de que cuanto ahora es esto, en horas puede ser aquello. Somos conscientes, plenamente, de que no somos nadie para plantear exigencias en este momento gravísimo y de zozobra generalizada. Los españoles a bordo del Costa Deliziosa suplicamos un puerto español y una vuelta a nuestros hogares según marquen los protocolos sanitarios.

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