A Contador le encanta jugar al despiste. Aunque él comente antes de la etapa que el terreno no le parece duro, hay que desconfiar. Pero ayer no engañaba a nadie, ya que el recorrido con final en Santo Toribio de Liébana era calcado al que en 2012, entonces con final en Fuente Dé, pasó a la historia por un ataque lejano del de Pinto que le dio la Vuelta. Cuando el pelotón llegó a la Collada de la Hoz, donde se lanzó a la aventura entonces, todas las miradas se volvieron hacia él. “Había mucha tensión, todos los corredores venían a preguntarme cuándo iba a arrancar”, reveló luego en meta con una sonrisa.

El caso es que atacó cuando vio “que otros probaban”. Eran Zakarin, pensando en el podio, y Aru, en un ataque a la desesperada que parecía más una reivindicación que otra cosa. “Vi que con él no iba a ninguna parte, pero luego lo intenté porque tenía piernas”, comentó luego el líder español del Trek. Saltó mirando hacia atrás para ver si alguien se quedaba: “Las piernas le duelen a todo el mundo y quería saber si alguien iba mal”. Pero esta vez el británico reaccionó, junto a su equipo, y no dejó que se marchara. En meta, junto a él, si rascó algún segundo y el madrileño se permitió hacerle una broma: “Le he dicho que me queda poco para la retirada, que en tres días ya no le volveré a tocar los...”.

Recuerdo. Pero ayer en la cabeza de Contador no había una calculadora que restase tiempos, sino una película sobre aquella etapa de Fuente Dé. “Cuando iba por el desfiladero (de la Hermida) me venían imágenes de aquella jornada”, explicó tras un día que sirvió de auto-homenaje ya que, como cuenta en alguna ocasión, “los aficionados no me vienen a hablar de mi palmarés, pero sí de este tipo de etapas que han marcado mi carrera en este deporte”.