Domínguez cumplió el vaticinio de Mínguez: "Tres, dos y... uno"
Doce días después de ser segundo en el sprint de Troyes heredó la victoria por la descalificación de Guido Bontempi por un positivo por testosterona.
‘Domínguez ronda la victoria’. Así se tituló la crónica de AS el día después de la séptima etapa del Tour de Francia de 1987, que finalizó en Troyes, la misma localidad que albergó ayer la meta y hoy lanzará la salida. Manuel Jorge Domínguez era un velocista asturiano (Barredos, 8-12-1962) del equipo BH, que ya había ganado una etapa en Barcelona en la Vuelta a España del año anterior. En esa llegada masiva de Troyes terminó segundo, un día después de haberse clasificado tercero en Epinal. Aquello inspiró una frase de arenga de su director, Javier Mínguez: “Tres, dos... y uno”. No le iba a faltar razón.
En aquel sprint de Troyes se impuso con autoridad el italiano Guido Bontempi, que ya había logrado un triplete en la edición precedente. “He ganado una etapa, pero también he ganado un coche. Si triunfo en tres como el año pasado, ¿qué hago con tres coches?”, bromeó entonces el velocista del equipo Carrera.
Doce días después de su triunfo, tras la cronoescalada del Mont Ventoux, se repartió un comunicado oficial en la sala de prensa de Carpentras que anunciaba el positivo con testosterona de Guido Bontempi. La nota recogía una sanción de 1.215 francos suizos (unos 1.010 euros actuales), la descalificación de la primera a la última posición en la etapa que había ganado, diez minutos de penalización en la general y un mes de suspensión. En esa época los castigos de dopaje no eran como ahora: los ciclistas podían seguir compitiendo durante la carrera en curso y las suspensiones se podía acumular para otros periodos.
De esta forma, Domínguez heredó el triunfo de la etapa de Troyes, el coche de Bontempi... Y Javier Mínguez, actualmente seleccionador de ciclismo profesional, acertó en su vaticinio: “Tres, dos... y uno”.