La increíble historia de superación de Adriano Malori
Una caída le provocó un hematoma en el cerebro y le dejó paralizada la parte derecha de su cuerpo. Casi ocho meses después reapareció en Quebec.
La historia que nos ocupa trasciende mucho más allá del ciclismo, y del deporte, se trata de una historia que tiene que ver con las ganas de vivir y el afán de superación del ser humano. El protagonista es Adriano Malori, ciclista italiano del conjunto Movistar que, tras sufrir una gravísima caída que estuvo a punto de acabar con su carrera deportiva, volvió tras siete meses y medio en el dique seco para demostrar al mundo que “si se quiere, se puede”. Un documental de nuestros compañeros de Informe Robinson, con Mónica Marchante a la cabeza, nos mostró cómo se desarrollaron los hechos de principio a fin.
Todo se remonta a Argentina, 22 de enero y quinta etapa del Tour de San Luis, donde el italiano estaba con sus compañeros del Movistar iniciando la temporada 2016. Con un recorrido propicio para las fugas, la etapa –de 168,7 kilómetros- transcurría con total normalidad y, Malori, ciclista con gen combativo, tenía ganas de liarla. Primero tanteó a su compañero Fran Ventoso para saltar con él pero, ante la negativa de éste, que no se encontraba del todo bien debido a las altas temperaturas, probó a falta de 30 kilómetros con su compatriota Nibali. El tiburón, valiente como pocos en el pelotón, le recogió el guante. Cuando todo hacía presagiar un espectáculo ciclista, sucedió todo lo contrario: la tragedia.
El pelotón rodaba casi a 60 por hora por una carretera con una leve pendiente descendente. En ese momento fue cuando se produjo la caída: una montonera de unos treinta ciclistas entre los que se encontraba el transalpino. Junto a él, su líder, el colombiano Nairo Quintana, que lo recuerda así: “Cuando me di cuenta sus pies quedaron sobre mi pecho. Me levanté y ya me fijé que estaba realmente mal”. Eros Capecchi, compatriota italiano del Astana, también lo vivió muy de cerca: “Fui a abrirle el casco y empecé a temblar. Vi su rostro totalmente hinchado. No me quedó más remedio que llamar rápidamente a la ambulancia”.
El estropicio estaba hecho. El miedo se apoderaba de sus compañeros y de su director, Eusebio Unzué, quien auguraba lo peor: “Nada más ver su estado, cómo tenía la cara y ver que no podía moverse, supimos que era bastante grave”. Malori, de 28 años de edad, ingresó en el Hospital de San Luis en coma inducido. Tenía un fuerte hematoma en la parte izquierda de su cerebro, la que conecta con la parte derecha del cuerpo y, además, rotura de la clavícula derecha. Pese a que los médicos del conjunto telefónico no vieron peligrar su vida, sí que cuestionaban que el italiano pudiera volver a hacer vida normal. Al finalizar la jornada se acercaron sus compañeros, la situación era dramática llegó a decir Ventoso: “No podía hablar. Le hacíamos preguntas y nos respondía con la cabeza o con la mirada. Era demoledor”.
Con el cerebro desconectado de la parte derecha de su cuerpo, un pómulo de titanio y una clavícula rota, Adriano Malori, ya una vez tratado por los médicos, comenzaba su fase de rehabilitación; una misión, como decían algunos, casi imposible. Pasó de ser un subcampeón del mundo contra el crono, a casi un impedido. Dependiente de otras personas para comer, ir al baño… Ni siquiera recordaba hablar español.
Su intención desde un primer momento era volver a competir. En su primera charla con el doctor le preguntó que cuándo podría volver a la carretera, para sorpresa de él le respondió: “serás afortunado si puedes coger una bici para ir a comprar el pan”. Todo eran malas noticias para el italiano, quien nunca dejó de creer. Trasladado a Pamplona, empezó la rehabilitación y poco a poco fue superando etapas. Comenzó a mover la mano, luego el brazo, para posteriormente empezar a andar. La situación pintaba algo mejor que meses atrás.
La recuperación iba por buen camino. Sus compañeros, ya pasado el tiempo, eran mucho más optimistas. Y con esas noticias, el 30 de marzo vuelve a subirse a una bicicleta, aunque en esta ocasión sería en un rodillo. Sus piernas volvían a pedalear y, pocos días después, llegó un nuevo momento crítico: volver a la carretera. Para sorpresa de todos, las sensaciones fueron buenas. Mucho mejor de lo esperado. Y, claro, Malori quería volver a competir cuanto antes. El ansia le podía. Pese a sus impulsos, Unzué le frenó y tuvo que esperar unos meses más para volver a la carretera.
El gran momento llegó en Canadá, en una carrera World Tour: el Gran Premio Quebec. Una clásica nada fácil de 230 kilómetros y con un pelotón de 168 corredores. Con el miedo en el cuerpo horas antes del gran día, Malori afrontó la etapa con una grandísima ilusión. Nueve de septiembre de 2016, siete meses y medio después de San Luis, volvía a competir. Lo recuerda como una lección de vida: “Quiero que la gente se quede con que, si yo he podido, ellos también. Sé que todas las lesiones no son iguales, pero siempre se puede hacer algo. No hay que rendirse nunca”.
Era nueve de septiembre, Malori estaba de nuevo encima de una bicicleta y compitiendo al más alto nivel. El italiano se dejó ver en los primeros kilómetros de carrera, llegando a comandar el pelotón en momentos puntuales de la etapa, pero el fuerte ritmo del tramo final de carrera pudo con él y se retiró cuando a habían transcurrido 130 kilómetros. Sin duda, un triunfo para él y para todo el equipo, que vivió su regreso como si se tratara de una gran victoria.
Tras correr en Quebec y Montreal, se dispuso a disputar la Milán-Turín, la clásica más vieja del calendario. Con la vista puesta en unas vacaciones más que merecidas en las Maldivas, el destino le presentó un nuevo contratiempo. A 60 kilómetros de meta, su compañero Rubén Fernández le arrastró en su caída llevándoselo por delante. Ambos se rompieron la clavícula, siendo esta vez en el lado izquierdo para Malori.
Hubo gente que se puso en lo peor, en una posible retirada. Lo cierto es que las primeras horas tras la caída fueron dramáticas, se trataba de un nuevo varapalo pero, antes de entrar en el quirófano, Adriano le confesó a Unzué: “De esta también me levantaré”. El transalpino cuenta que será en 2017 cuando volvamos a ver realmente al Adriano Malori que conocimos. Como él dice, un Malori 2.0. Pero de momento ya nos ha dejado una lección de vida para el recuerdo. Una historia de superación que jamás olvidaremos.