Vuelta a España | 17ª etapa

Mordisco de Nibali

Purito se hunde y Mosquera resiste a sólo 38s del italiano

Será bueno empezar por pedir disculpas a Ezequiel Mosquera. Desde el principio de la Vuelta le tuvimos por un actor secundario; entrañable, pero secundario. Dimos por hecho que su pelea sería el podio y que por allí rondaría mientras buscaba una etapa. Le hicimos un hueco en la grupeta de los mejores, pero le alejamos de la victoria final. Nos cegamos con el volcán de Purito y olvidamos a este gallego con retranca, veterano de mil batallas al que por fin toca ganar una.

Sinceras disculpas, señor Mosquera. Desde hoy mismo nos ponemos en sus manos para ganar esta Vuelta que ayer creímos perdida hasta que observamos sus tiempos. Así fue. Mientras Purito se hundía en un océano de minutos (acabó la crono en el puesto 105, a 4:18 de Nibali), el reloj de Mosquera apenas acumulaba retraso. A los 15 kilómetros igualaba el crono de Nibali, si bien es cierto que el italiano había pinchado poco antes. El mérito fue resistir después, ceder 12 segundos en el kilómetro 31 y 18 en meta.

La buena noticia es que Ezequiel Mosquera se queda a sólo 38 segundos del nuevo líder, el tiburón italiano. La esperanza es que esa distancia resulta casi insignificante si tenemos en cuenta la formidable etapa que se librará el próximo sábado en la Bola del Mundo.

Y no hablo de oído. Ayer mismo este humilde cronista atacó la cumbre serrana con el inconsciente entusiasmo del globero. Les diré que descabalgué dos veces y que reclamé, sin éxito, un piolet. Pero las vacas circundantes son poco sensibles a las necesidades del forastero. Tampoco atienden los saltamontes, ni los escarabajos irisados (la lentitud extrema permite disfrutar de fauna y flora).

Ya en serio: la Bola es una trampa vertical, una emboscada con el suelo de cemento, una crueldad extrema que no encuentra comparación en su desnivel ni con el Angliru ni con el Zoncolán, por citar dos monstruos. Y si la ascensión ya resulta terrible en condiciones normales, con lluvia pueden ser homérica.

Pero no adelantemos acontecimientos. Lo de ayer volvió a demostrarnos que el ciclismo, como deporte que exprime al límite los cuerpos, esconde una sorpresa en cada curva. No esperábamos semejante desplome de Purito (aunque volverá) ni previmos la maravillosa eclosión de Peter Velits, ganador de la etapa y ahora tercero en la general. La Vuelta sigue siendo un magnífico lugar para descubrir estrellas. El esloveno (25 años) se había pasado la temporada en blanco y, tras proclamarse campeón mundial Sub-23, apenas había dado señales de vida. Hasta ayer.

Sin perdón. La crono nos dejó, asimismo, a dos ciclistas a las puertas del indulto. Menchov fue segundo en su primera actuación notable y Cancellara intentó demostrar que la vida loca es compatible con el rendimiento deportivo. No lo consiguió.

Lo demás es resaca que se confundirá con la etapa de hoy, amenazada por el viento. Sigue la fiesta. O el drama. Según se mire.

Lo más visto

Más noticias