Vuelta a España | 15ª etapa

El Tiburón asusta

Barredo ganó en los Lagos y Nibali controló todos los ataques

JESÚS RUBIO

Sirvieron de mucho los Lagos. Para empezar dejaron claro que Nibali es el principal candidato para ganar esta carrera y otras muchas que vendrán. No es frecuente que un ciclista de 25 años asuma con tanta naturalidad su condición de favorito y actúe en consecuencia. Lo normal, entre los jóvenes, es disimular mientras se pueda, eludir la responsabilidad, camuflarse. No es el estilo de Nibali, Tiburón vocacional. Desde el primer día anunció sus intenciones y por ahora cumple con el protocolo de los campeones. La novedad es refrescante por el ciclista y por el país: desde que Battaglin ganó la Vuelta de 1981 (Giovannetti, en 1990, se la encontró por el camino) ningún italiano había planeado el asalto con tanta determinación.

Siguiendo con los favoritos, los Lagos también nos mostraron la conmovedora ambición de Purito, dispuesto a reinventarse a los 31 años. Sólo él y el sorprendente Peter Velits (su hermano gemelo Martin participó en la escapada del día) resistieron el ritmo del líder, ocupado en reducir diferencias con el valeroso Mosquera. Finalmente, el ataque del gallego en La Huesera le dio sólo once segundos de ventaja con respecto a ese trío, aunque sí le sirvió para distanciar a otros rivales por el podio, como Tondo, el más damnificado entre los primeros clasificados (cedió 1:50 con Ezequiel).

Pendientes de la etapa reina, la situación de la carrera es, cuando menos, paradójica. Quienes están más cerca del líder, Purito y Mosquera, tienen pocas opciones si lo enfrentan cara a cara. Le pueden arañar segundos en una subida final, pero cuesta creer que los suficientes para aguantarle en la crono. Y si deciden citarle de lejos se encontrarán con la oposición del Liquigas y de otros aspirantes celosos.

De manera que hay un tren que reserva asiento a los buenos ciclistas con tiempo perdido. En una etapa tan dura e incontrolable como la de hoy, las escapadas pueden poner en jaque a Nibali y su ejército. Otra cosa será llegar resignados al matadero de la crono.

Protagonista.

Para el final, la estrella de la jornada, Carlos Barredo. Conocía los Lagos como la rampa de su garaje, caso de que haya garajes de 13 kilómetros con vistas al paraíso. Sólo tuvo que colarse en la escapada buena y esperar a que la montaña expulsara a los forasteros. Pero Barredo, además de asturiano, es un magnífico ciclista, polivalente, con aptitudes de escalador y con fondo para el largo recorrido; también con un notable gancho de izquierda (en el Tour, recuerden, libró reñido combate con Rui Costa).

Si le faltaba confianza, el triunfo en la clásica de San Sebastián de 2009 y el de ayer deberían transformarle por completo. Y ya sabemos lo que sucede con los ciclistas que atraviesan ciertas fronteras. De pronto, ganan y vuelven a ganar. Purito es la prueba.

Y hoy más. Los puertos que preceden al endiablado Cotobello son un reclamo para valientes. Nadie sabe hasta dónde se puede llegar atacando desde tan lejos. Nibali tampoco.

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