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Pérignon cambió el vino de Champaña
Se discute si antes de la conquista romana había viñedos en la actual Champagne, cuya capital es Épernay. Sí se refleja en las crónicas francas que San Remigio, obispo de Reims, bendijo un vaso de vino para que lo bebiese el rey Clodoveo cuando salió a combatir al godo Alarico. Y no queda ninguna duda de que en el siglo VI ya se cultivaban viñas en los terrenos que los curas poseían en Champaña. La Guerra de los Cien Años produjo graves daños en toda la región, pero en el siglo XVI vuelve a ser un negocio floreciente. Son los médicos de Luis XIV quienes dictaminan que los vinos grises de Champaña son peores para la salud que los de Borgoña y el negocio vuelve a decrecer.
Pero en 1638 nace Pierre Pérignon. Sus biógrafos difieren en muchos aspectos, pero hay una coincidencia en todos: era un hombre inteligente y trabajador. A los treinta años fue nombrado abad de Hautvillers. Entonces decidió reformar el sistema de fabricación del vino que allí se elaboraba. Realizó un trabajo incansable en busca de uvas que diesen un vino perfectamente blanco, que fermentase en barricas limpias y después de sucesivos prensados. Todo ello le permitió vender su vino como objeto de lujo. Pero una de sus mejores aportaciones fue embotellarlo en recipientes de vidrio oscuro. Para conservar mejor la presión se comenzó a utilizar tapones de corcho, que dicen descubrió Dom Pérignon en un viaje que hizo a España. Pero sería la viuda de Clicquot, ya en el siglo XIX, quien convirtió el champagne en la bebida de moda de las cortes europeas.