WNBA | A'ja Wilson

Tal vez, la mejor jugadora de la historia

A’ja Wilson ha sido elegida Deportista del Año por la revista Time y Deportista Femenina del Año por AP. Está consiguiendo cosas que nadie, ni WNBA ni NBA, había hecho nunca.

A'ja Wilson poses holding a copy of the TIME Magazine naming her Athlete of the Year on the red carpet for TIME's "A Year in TIME" event in New York City, U.S., December 10, 2025. REUTERS/Kylie Coope
Kylie Cooper
Juanma Rubio
Nació en Haro (La Rioja) en 1978. Se licenció en periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. En 2006 llegó a AS a través de AS.com. Por entonces el baloncesto, sobre todo la NBA, ya era su gran pasión y pasó a trabajar en esta área en 2014. Poco después se convirtió en jefe de sección y en 2023 pasó a ser redactor jefe.
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A’ja Wilson tiene 29 años y está en la cima del mundo. Por si necesitaba confirmación, acaba de ser elegida Deportista Femenina de 2025 por AP, un reconocimiento que llega justo después de que la revista Time le haya dedicado su portada como Deportista del Año. Sus méritos son obvios: condujo a Las Vegas Aces al tercer título de la WNBA en cuatro años y ganó, en el trayecto, su cuarto MVP, una cifra (2020, 2022, 2024 y 2025) que ya le deja sola en la cima de esa montaña (tienen tres Sheryl Swoopes, Lisa Leslie y Lauren Jackson). Y un premio individual al que tiene que añadir el MVP de la Final (segundo de su carrera), el de Mejor Defensora (tercero) y el de Máxima Anotadora (segundo).

En toda la historia del baloncesto profesional estadounidense (NBA y WNBA, masculino y femenino) nadie había conseguido en una misma temporada ser campeón, MVP, MVP de la Final, Máximo Anotador y Mejor Defensor. Hasta ella, que también ha sido siete veces all star, seis All WNBA, Rookie del Año, campeona universitaria (y con todos los reconocimientos individuales posibles) con South Carolina, el equipo de su tierra, y dos veces campeona olímpica y otras dos del mundo con Estados Unidos. Un currículum ya legendario con otro dato trascendental: es la cuarta, NBA y WNBA, con cuatro MVPs antes de cumplir 30 años. Los otros son Bill Russell, Kareem Abdul-Jabbar y LeBron James.

AP premia por segundo año consecutivo a una jugadora de baloncesto después de encumbrar a Caitlin Clark en 2024. Hasta este doblete, solo habían conseguido esta distinción, en el deporte de la canasta, Sheryl Swoopes (1993), Rebecca Lobo (1995) y dos veces Candace Parker (2008, 2021). Wilson recibió 17 votos por los nueve de Aryna Sabalenka y los cinco de otras jugadoras de baloncesto, Paige Bueckers. Su entrenadora en las Aces, Becky Hammon, otra leyenda del baloncesto femenino, deja claro que su pupila está ascendiendo al trono de las más grandes: “Está haciendo en las canchas cosas que no había hecho nadie. Para mí está en una categoría propia a la que no llega nadie más. La gente me pregunta que qué jugadoras están en mi Monte Rushmore y la verdad es que no tengo Monte Rushmore. Solo está ella, así que tengo un Everest en la que no hay nadie a su nivel”.

“Todo lo que dicen de mí y de mi equipo… estoy preparada para todo eso, para todo el ruido que venga. Siempre va a haber algo. Si nos quedamos sentadas pensando en cómo tener a todo el mundo contento, nos volveríamos locas. Me voy a dedicar a seguir demostrando por qué soy una de las mejores de siempre y por qué mi equipo está creando una dinastía”, asegura una Wilson que también despierta la adoración de Lobo, ahora analista en ESPN: “Venía de ser MVP unánime, con unas expectativas disparadas… cada año nos preguntamos cómo va a hacer para ser todavía mejor jugadora. Y todos los años consigue serlo”.

Wilson ya tiene, además, su propia línea de zapatillas con Nike, que se agotaron en minutos en cuanto salieron a la venta: “Es algo increíble, que siempre me hace pensar cuando veo a alguien con ellas puestas. Son recordatorios de lo especial que es lo que estoy viviendo, y estoy muy agradecida”. La anterior jugadora negra con su propia línea de zapatillas había sido Candace Parker, con Adidas en 2011. Desde entonces, una sequía que en el caso de Nike duraba más de dos décadas: “A las negras nos apartan. Nos barren debajo de la alfombra”, asegura, ya en el reportaje para Time, sobre su estatus de estrella. Uno que, como ha sido una constante en la WNBA, la ha obligado a lidiar con las críticas por su sexo, su raza… “Ya nos han dicho muchas veces que nos vayamos a la cocina y que nos dediquemos a hacer sándwiches. Ya hemos aguantado a mucho matón, no creo que eso nos vaya a impresionar ya”.

La reivindicación de una súper estrella

En ese extenso reportaje para Time, con fotos espectaculares de Kanya Iwana, Wilson recuerda también la parade por Las Vegas, el desfile de celebración del último título de las Aces, en el que lució una réplica del Guantelete del Infinito de Thanos, el destructor de mundos del universo Marvel. Debajo de cada una de las seis teóricas gemas del infinito, escribió uno de los logros de la temporada: Máxima Anotadora, un 5.000 porque se convirtió en la jugadora que más rápido llegaba a esa cifra en la WNBA, Defensora del Año, MVP, MVP de las Finales y campeona. “Estoy esperando a que le den el Óscar y el Emmy”, dice su padre, Roscoe. Y ella lo explica así: “Cuando lo has apilado todo, recolectado todo, eres Thanos. Y eso es lo que hice ya esta última temporada. No suelo presumir mucho ni ponerme muy chula, prefiero que mi juego hable por mí. Pero ese es el momento en el que más me lo he permitido, porque nadie ha conseguido eso, lo que yo he hecho esta temporada. Y creo que es algo que la gente tiene que entender”.

En esa celebración también llevaba una camiseta muy pensada. En la espalda, la palabra regression (año de paso atrás) en recuerdo a lo que, durante la temporada, dijo el periodista Mark Gunnels: “La regresión de Aj’a Wilson no era algo que esperara encontrarme esta temporada”. “Ah, así que a la gente le gusta hablar a mi costa. Pues mira, mi regresión conduce a títulos”, responde sobre esa camiseta que por delante era una réplica de la que lució Michael Jordan en la celebración de su título de 1993, también el tercero de su camino. Por esa comparativa con el 23 de los Bulls, tiene claro los títulos que quiere ganar: “Creo que puedo ganar tres más. Dame anillos. Déjame demostrar quién soy. No quiero ser la típica que va por ahí teniendo que decir su nombre, explicando quién es. Quiero tener el aura de impactar en los demás sin decir nada, que ellos digan ‘oh, es A’ja Wilson’”.

“A veces tienen que noquearte, tirarte al suelo para que te levantes de verdad. Creo que 2025 ha sido el toque de atención que necesitaba, la demostración de que no me puedo dar por satisfecha con nada de lo que consiga. Siempre va a haber alguien ahí fuera que te va a querer quitar lo que tienes, que va a querer ocupar tu lugar. Y tienes que asegurarte de que eres muy grande en lo que haces todos los días”, dice sobre la temporada 2025, uno de los caminos al título más complejos de la historia, tanto de la WNBA como de la NBA. Las Aces arrollaron (4-0) a Phoenix Mercury en la primera Final de la WNBA al mejor de siete partidos. Y eso que, además venían de perder en semifinales en 2024, parecía que no era su año: 12-13 después de 25 partidos (nadie había sido campeón tras pasar esa marca en negativo) y 14-14 después de una de las peores derrotas de la historia de la WNBA (la más abultada de un equipo en casa): 58-111 contra Minnesota Lynx, la franquicia que parecía lanzada hacia el título entonces (2 de agosto) con la maravillosa Napheesa Collier como casi segura MVP.

Una reacción para la historia

Ahí, cuando podría haberse dedicado a recoger sus propios pedazos con la melancolía del que añora tiempos mejores, Las Vegas Aces demostró que es un equipo especial: cerró la regular season sin una sola derrota más, con 16 victorias seguidas (30-14). A’ja Wilson se llevó el MVP después de una traicionera lesión de Collier. Y, ya en playoffs, se elevó al rango de destiny team, una de esas cabalgadas llamadas a sobrevivir a todo, golpe a golpe. En primera ronda, escapó por los pelos contra las Storm: 2-1 y 74-73 en un tercer partido en el que un tiro de Erica Wheeler pudo acabar con su temporada; en semifinales, 3-2 con prórroga en el quinto partido contra las Fever (sin Caitlin Clark). Y en las Finales, el citado 4-0 que incluyó mucho sudor en el primer partido y un ya célebre tiro ganador de Wilson en el tercero, recogido en una imagen del fotógrafo Stephen Goslin en la que en el reloj de tiro quedaban 2,2 segundos. Parecía un homenaje al 22, el dorsal que ha lucido Wilson desde el instituto, el que eligió porque quería ser muy buena... pero no se veía capaz de llegar al nivel del 23 que lucieron Michael Jordan y LeBron James.

Las Aces volvieron a ser campeonas, un proyecto fascinante que llegó a Las Vegas en 2018 (después de un lustro en Utah y catorce años en San Antonio) y que despegó cuando fue adquirido por Mark Davis, el propietario de los Raiders (NFL, ahora también en Las Vegas) en 2021. Entonces costó dos millones, ahora está valorado en más de 300, tiene unas instalaciones de entrenamiento en las que se invirtieron más de 40 y está liderado por una entrenadora que está escribiendo su propio tomo en la historia del baloncesto estadounidense: Becky Hammon (48 años). En un cambio de rumbo porque pareció destinada a suceder a Gregg Popovich en los Spurs, llegó al banquillo de Las Vegas en 2022 y ha ganado tres títulos (entre ellos, el primero para una entrenadora rookie) con, por ahora, un balance de 117-43 en regular season y 28-9 en playoffs.

Y, por fin, A’ja Riyadh Wilson. Porque Hammon, por encima de todo, es la entrenadora que ha sacado la versión plena, la definitiva, de la pívot de Columbia que fue campeona universitaria con South Carolina en 2017 y número 1 cantado del draft en 2018. El gran punto de partida de estas Aces, la piedra sobre la que se levantó el imperio. Hammon, que afirma abiertamente que su megaestrella se retirará como la mejor jugadora de siempre, empujó para sacar la mejor versión posible de una interior que es tan demoledora en ataque como en defensa, que ha ido añadiendo bote, manejo, pase y tiro a su arsenal. Que ahora mismo puede hacer lo que se proponga, más cuanto mayor es el reto. Convencida de que se ha quedado sin adjetivos para motivarla, Hammon ha pasado a hacerlo hablando de animales: de la gacela a la leona y de ahí al alce. Porque es de South Dakota y sabe de lo que habla: los ciervos son grandes pero cuando ves un alce en las Colinas Negras… eso es otra cosa. Mayor, enorme: majestuoso. Wilson, para que las Aces escaparan de la tumba en la que estuvieron metidas en verano, tenía que dejar de ser un ciervo y ser un alce. Dicho y hecho.

Sus promedios en las Finales fueron 28,5 puntos, 11,8 rebotes, 4 asistencias y 2 tapones. Ninguna jugadora de la WNBA había sido en la misma temporada MVP, campeona, MVP de las Finales y Defensora del Año (premio compartido con Alanna Smith, de las Lynx). Y el dato ya señalado: si se añade la NBA, con una historia mucho más larga, nadie había conseguido todo eso y el título de Máximo Anotador. Hasta ahora. Y solo el mismísimo Bill Russell, también hasta ahora, había apilado tres MVP y tres anillos en un tramo de cuatro años. Su temporada, por lo tanto, entró en el terreno de la leyenda. Pero, además, hay que añadir esto: Wilson (29 años) ha batido el récord de puntos (322, la primera que pasa de 300) en unos mismos playoffs y (114) el de unas Finales, que tenía diecisiete años (era de Cappie Pondexter desde 2008). También terminó con el tope de rebotes en unas eliminatorias.

“En mi casa he sido la GOAT desde 1996. Ahora, creo que me estoy haciendo un hueco ahí de verdad. Estoy poniéndoselo difícil de verdad a las que quieran venir a desbancarme. Eso es lo que significa ser la GOAT”, asegura desde el trono de una WNBA en la que, en pista, sigue estando en un nivel superior al de Caitlin Clark, la excepcional base y fenómeno mediático que llevó un impulso decisivo, trascendental, a la liga profesional. Jugadoras como Wilson, en un asunto que obviamente entraba también, en cuanto a cobertura mediática, en el terreno racial, se sintieron menospreciadas: “No era nada concreto contra mí, pero había ganado el MVP, el oro en París… no puedes obviar mi currículum. Era más bien, para mí, la sensación de que tenía que guardar las facturas, recordar la historia, que parecía que en un momento se le estaba olvidando a mucha gente. Y eso no me gustó nada. Ha habido muchas mujeres que han pasado aquí por las cosas más duras, difíciles de verdad, para conseguir que la WNBA esté hoy donde está”.

Por eso, y aunque no tiene ningún rencor ni problema con Clark, sí reconoce que ha sido muy importante para el resto que la competición haya seguido creciendo en un año en el que la ex de Iowa, la gran estrella generalista, ha estado casi permanentemente parada por culpa de las lesiones: “Me hizo muy feliz que siguiéramos siendo cada vez más importantes, porque era cuestión de tiempos que esto germinara y creciera. Hemos invertido mucho en nosotras y en nuestro juego durante mucho tiempo. Teníamos la convicción de que tendrían que hacernos caso”.

Wilson, después de la Final de la WNBA, pasó por todos los programas de máxima audiencia de las televisiones estadounidenses. Tiene acuerdos de patrocinio con, entre otras grandes marcas, Google, Chase, PepsiCo y At&T. LeBron James le ha agradecido (“es la definición de excelencia de la mujer negra”) por dar a su hija Zhuri el tipo de inspiración que a él le dio Michael Jordan. Y Gabrielle Union la ha definido como unas “transformadora cultural”: “Consigue que todo el mundo se se fije en ella sin protagonizar escándalos ni hacer nada premeditado ni de cara a la galería”. Y Melinda French Gates, que escribió con ella una biografía en 2024 (“Dear Black Girls”) la definió así: “Ya no es una estrella en ascenso, ahora está en el centro de su propio sistema solar”.

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De niña prefería el ballet y el piano al baloncesto, al que asociaba con gente de su barrio cuya actitud no le gustaba mucho. Y se volvió tímida cuando empezó a convivir con lo que suponía ser negra en Carolina del Sur: “A los diez años una compañera de clase hizo una fiesta de pijamas en su casa. Me invitó pero que dijo que yo no podría dormir en la casa porque a su padre no le gustaba la gente negra: “Me hizo darme cuenta de que era diferente, no solo por mi piel. Como si hubiera algo en mí que no les gustaba, y eso no lo sabía procesar”. En paralelo, tuvo que convivir con una dislexia que no fue diagnosticada hasta que tenía 16 años: “Era horrible. Trabajé muy duro para corregirlo. Entendía la información, pero no podía manejarla bien”. Ahora no solo es la mejor jugadora de baloncesto del mundo, hay que empezar a plantearse si no acabará siendo considerada, en apenas un puñado de años, la mejor de la historia.

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