Señales de alarma en los Grizzlies
Ja Morant no oculta su malestar con el cuerpo técnico después de la derrota del equipo de Tennessee contra los Lakers. Una buena noticia, el alero rookie Cedric Coward.


Santi Aldama ha tenido un correcto inicio, discreto pero correcto (no mucho más) en el que ya es su quinta temporada con Memphis Grizzlies. La del estreno de su primera extensión de contrato: tres años, 52,5 millones de dólares. El canario promedia 10,3 puntos, 8 rebotes y 2,5 asistencias, otra vez como uno de los principales suplentes de la franquicia de Tennessee. Juega 24 minutos por noche, por ahora menos que las dos últimas temporadas pero en un equipo que rota mucho, hace muchos cambios y controla los minutos con el objetivo de correr sin parar y meter un ritmo frenético. Es el sello de Tuomas Lisalo, el entrenador de solo 43 años que llegó a Memphis como asistente en el verano de 2024, después de revolucionar el baloncesto europeo con su propuesta en Bonn y París, y se encontró al frente de la franquicia en marzo, primero como interino y después ratificado tras la salida de Taylor Jenkins.
Los Grizzlies están 3-3, también un inicio discreto en lo colectivo. Es un equipo que después de ganar 107 partidos en dos temporadas (2021-23), de terminar dos veces segundo del Oeste en regular season y superar una ronda de playoffs, ha encallado (75 victorias las dos campañas que han seguido a esas dos) y ha dado más titulares por los líos extradeportivos de Ja Morant y por su plaga bíblica de lesiones que por unas buenas noticias deportivas que han dejado de llegar y han atrancado a una franquicia que parecía un poder al alza en el Oeste y ahora… no. A veces, es así de sencillo. Y que acabó su último partido, derrota contra los Lakers que cuenta también para la NBA Cup, con uno de esos líos que ningún equipo desea, menos después de solo seis partidos de temporada y con un entrenador que acaba de estrenar, prácticamente, la condición de fijo y no interino.
Los Grizzlies ganaban por 14 al descanso y perdieron. En la segunda parte, Jaren Jackson Jr anotó dos puntos y Ja Morant, ni uno solo. Y después del partido, contestó a varias preguntas con un escueto pero significativo “ve y pregúntale al entrenador”. De hecho, su otra respuesta, distinta, llegó cuando los periodistas quisieron saber su opinión sobre qué otro mensaje había dejado el partido: “Parece que, para ellos, que no hay que ponerme a mí a jugar. Ese es básicamente el mensaje. Así que, perfecto”.
Morant (26 años), promedia 20,8 puntos (su peor dato en un lustro) y 6,7 asistencias (ahora mismo, iguala la peor cifra de su carrera). Está en un terrible 15,6% en triples aunque lanza más de cinco por noche, algunos casi con actitud de desdén, de desinterés por exprimir unas virtudes que, obviamente, son otras. Contra los Lakers, y ya en el último cuarto y con todo por decidir, no entró en pista hasta que quedaban 5:33 para el final. Ni siquiera lanzó a canasta y no ocultó que estaba cualquier cosa menos contento.
El base promedia 28,5 minutos, lo que marcaría el mínimo de toda su trayectoria NBA. Es la idea de Lisalo: muchos cambios y mucho ritmo aunque sea en detrimento de la continuidad en pista, incluso en momentos en los que los jugadores están con buenas sensaciones: Jaren Jackson está en 27,7 minutos. Ambos son, en teoría, los jugadores que marcarán hasta donde puede llegar este proyecto que este verano envió a Desmond Bane a Orlando Magic y que lleva demasiado tiempo sin poder jugar con una rotación más o menos completa (ahora faltan Zach Edey, Brandon Clarke, Ty Jerome, Scottie Pippen Jr…).
JJJ (26 años), dos veces all star y Defensor del Año en 2023, juega con un contrato de cinco años y 205 millones; Morant (26), dos veces all star y que ha sido Rookie del Año y Jugador Más Mejorado, firmó uno de cinco años y casi 200. Después del partido, ya en el vestuario, la prensa de Tennessee contó cómo ambos hicieron un aparte, solos y donde no se podía captar su conversación. Así que las aguas no bajan tranquilas en un equipo cuyas cuestiones de química llevaron a la salida de Jenkins. Lisalo tiene claro lo que quiere y cómo conseguirlo, pero está por ver si es una fórmula de éxito también en la NBA. Si las grandes estrellas del equipo no la compran, las opciones son mínimas.
Un rookie con buenas sensaciones
También hay buenas noticias, sobre todo una: Cedric Coward está jugando muy bien y está consiguiendo que parezca todavía mejor el traspaso de Bane, por el que los Grizzlies recibieron a Kentavious Caldwell-Pope, Cole Anthony (ahora en lso Bucks), cuatro primeras rondas y el derecho de intercambio de una quinta. Con una de ellas, el pick 16 en el último draft, los Grizzlies negociaron para (con más aditivos) subir al número 11 y draftear a Coward, uno de esos aleros capaces de hacer todo bien. Por ahora, y como si fuera un veterano (tiene 22 años) promedia 15,5 puntos y 4,8 rebotes con un increíble 52,4% en triples.
Criado en Fresno, Coward no llegó al primer equipo de su instituto (público, no una de esas academias privadas para proyectos de deportistas de elite) hasta su tercer año. Su debut en College llegó en la tercera categoría, Division III, con la minúscula Willamette. Allí jugó un año (2021-22) con la suerte de que en un partido en Portland estaba en la grada el entrenador de Eastern Washington, que jugaba allí al día siguiente. Ese fue siguiente equipo, durante dos años (2022-24) antes de cerrar su periplo universitario (2024-25) con Washington State.
En estos tiempos en los que la industria del deporte detecta y señala a los talentos especiales desde muy jóvenes, casi desde críos, es insólito ver un ascenso como el de Coward, que pasó de no tener sitio en su instituto a la Division III universitaria, y sin presencia en los circuitos importantes de los torneos amateur (AAU), a un salto a Washington State donde solo pudo jugar seis partidos por una grave lesión de hombro.
Por entonces, promediaba 17,7 puntos y 7 rebotes y ya se había hecho un nombre como posible lottery pick (top 14 del draft). Acabó en el 11, en unos Grizzlies que dieron un buen capital de draft para hacerse con él. “Nadie habría dicho que iba a acabar aquí”, aseguró antes de definir así su juego: “Si juego contra ti, en la pista voy a intentar matarte. Voy a intentar arrancarte la cabeza, y no hay más. Cuando salgo a la pista, salgo a una batalla. Eso es lo que hay entre esas cuatro líneas. Y esas batallas no se ganan haciendo amigos”.
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