Risacher y la tragedia del número 1 perdido
Seleccionado entre dos estrellas que pueden ser generacionales como Wembanyama y Flagg, el alero decepciona en los Hawks y podría ser traspasado antes del cierre de mercado.


Zaccharie Risacher tiene todavía 20 años y sigue siendo un proyecto de jugador fascinante: físico (2,03) de alero ágil, elástico, rápido y con envergadura; y con, teóricamente, recursos para ser un forward total: que bote, pase, tire, penetre, corra en transición… Parece que necesita tiempo si va a acabar haciendo todo eso en la NBA, pero por desgracia tiene menos, desde luego en su situación actual, que otros jóvenes en fase de desarrollo porque fue elegido con el número 1 del draft. Y eso pesa. Y por mucho que aquella noche (26 de junio de 2024) se repitiera el mantra de que no era una generación para nada prometedora y que los primeros elegidos no habrían estado para nada tan arriba (¿ni siquiera en el top 10?) en años de más nivel, el hito queda ahí, en el currículum y en la memoria de los aficionados: los números 1 de draft tienen que llevar a ilusión a equipos, salvo excepciones, tremendamente necesitados. Se espera de ellos que sean estrellas, en algunos casos piezas generacionales, transformativas. Risacher seguramente no va a ser nunca eso en la NBA. Y pesa, sí y aunque no sea culpa suya, haber sido número 1 y por mucho que entonces, y ya va lloviendo, se repitieran este o aquel mantra… Las cosas, una vez más, no funcionan así. Los resultados, es inevitable, lo condicionan todo.
No es que a Atlanta Hawks se le haya podido acusar, en este año y medio que ha pasado y por lo que están haciendo los demás, de haber errado con otros objetivos de nombre y apellido concreto: Alex Sarr, compatriota de Risacher, tampoco está triunfando espléndidamente y apenas progresa adecuadamente en unos Wizards cochambrosos; Reed Sheppard empieza ahora a despuntar en los Rockets, todavía con defectos obvios que pisan sus virtudes y ni siquiera un titular en un equipo (de máxima aspiración, eso sí) que necesita dirección tras la lesión en verano de Fred VanVleet. Lo más parecido a una estrella es Stephon Castle, que fue el Rookie del Año y que avanza a muy buen (cada vez mejor) ritmo, aunque con altibajos, en unos Spurs en los que se ha metido en el núcleo duro que debería formar, para muchos años, junto a Dylan Harper (número 2 en 2025) y Victor Wembanyama, otro compatriota de Risacher que fue número 1 un año antes (Francia lo tuvo en dos draft seguidos, algo histórico), en 2023.
Los demás que apuntan a jugadores importantes (Matas Buzelis, Kel’el Ware, quizá también Donovan Clingan, Zach Edey, Yves Missy, Ryan Dunn o Jared McCain) están también en proceso, imperfectos todavía. Ninguno, desde luego, ha hecho lo suficiente para que se grite a los cuatro vientos que habría sido un número 1 del draft con galones. ¿Una elección mejor que Risacher? Algunos tal vez, pero el problema central no es ese. La cuestión es que, a partir del desastre que ha sido Zion Williamson para los Pelicans (en 2019), estos han sido los números 1: Anthony Edwards, Cade Cunningham, Paolo Banchero, Victor Wembanyama y Cooper Flagg. Banchero, el de perfil seguramente más bajo, tiene defectos que lo separan, también tiempo para dejarlos atrás, del megaestrellato. Pero es all star e internacional con Estados Unidos. Fue Rookie del Año y ya ha jugado partidos de primera magnitud en playoffs. Edwards, Cunningham, Wembanyama, Flagg son jugadores franquicias, estrellas de máximo nivel. Los dos últimos, proyectos de jugadores que pueden ser históricos. Uno fue elegido en 2023 (Spurs), el otro en 2025 (Flagg). Entre ambos, el número 1 fue Risacher. Ese es el verdadero problema, inevitablemente.
Atlanta Hawks se llevó el número 1 en el draft equivocado. Y eso no es culpa de Risacher. Mal fario después del golpe de suerte que fue recibir esa selección en una lotería a la que llegó como décimo peor equipo de la temporada anterior (2023-24), con solo un 3% de tener el 1, fuero o no muy valioso, y apenas un 14% de elegir en el top 4. Era, además, el primer 1 para la franquicia desde 1975. Entonces seleccionó a David Thompson, el alero volador de North Carolina State que era el ídolo de Michael Jordan y que jamás jugó, ni un minuto, con la camiseta de los Hawks. Prefirió la ABA y se fue a Denver, el equipo con el que saltó a la NBA en el merger (la fusión de ambas ligas). Después, acabó su carrera en Seattle.
Los Hawks nunca han tenido suerte con sus elecciones de draft altas, en todo caso, desde que existe la lotería (1985). Las mayores estrellas que ha drafteado han sido desde el pick 3: Pau Gasol (2001) y Luka Doncic (2018). Y a los dos los traspasaron en la misma noche del draft, en ambos casos en operaciones que no les acabaron saliendo a cuenta. Otra vez, de todo eso no tiene culpa Risacher, que sí podría, con todas sus circunstancias y con empatía hacia su curva de crecimiento, haber jugado mejor. Promedia en una temporada y pico 12 puntos y 3,4 rebotes. Y sus números están siendo peores, lo más preocupante, como sophomore de lo que fueron como rookie. Quin Snyder, o eso parece, cada vez confía menos en él. Juega menos ahora que hace un año y su entrenador parece, a veces, obligado a mantenerlo en pista porque fue un 1 del draft. Pero ha empezado a no superar los 20 minutos muchas noches y cuesta no ver que Snyder está más cómodo con Vit Krejci (checo de 25 años que jugó en Zaragoza) y su mejor tiro exterior en pista.
Risacher no ha conseguido que su tiro de tres, con potencial, se estabilice. Ni que su defensa, con potencial, sea significativa. Juega demasiados partidos mediocres, intrascendentes. Y más allá de Krejci, su sitio en la rotación es cada vez menos claro con la jerarquía que ha adquirido Jalen Johnson (que va para all star aunque defiende peor cuanto mejor ataca: pasa muchas veces) y la llegada en los dos últimos veranos de Dyson Daniels y Nickeil Alexander-Walker.
Un cruce de caminos en Atlanta
Y a todo esto hay que sumar que está siendo una temporada muy decepcionante para un equipo que no parece despegarse nunca del 50% de victorias y que se sentía antes del arranque con opciones legítimas de dar un buen estirón y pelear duro en un Este sin jerarquías muy definidas en la zona media/alta. El bloque tipo en la parrilla de salida (Trae Young, Dyson Daniels, Zac Risacher, Jalen Johnson, Kristaps Porzingis como quinteto y una segunda unidad con Nickeil Alexander-Walker, Onyeka Okongwu y Luke Kennard como principales) solo ha jugado tres partidos con todos disponibles. Porzingis, que ha vuelto a pasar de estratégico a totalmente prescindible en tiempo récord (ya no es novedad), apenas ha estado sano un puñado de partidos. Y Trae Young sufrió una lesión de rodilla que solo ha aportado más confusión: sin él, los Hawks sobrevivieron bien (13-10). Desde su regreso, han perdido seis partidos seguidos y en todos han recibido, el horror, más de 125 puntos. La defensa, que tenía que mejorar esta temporada como vértice obvio de crecimiento, es la decimoctava de la NBA… pero la cuarta peor desde el 25 de noviembre. En ese mes y pico, solo cuatro equipos conceden más triples liberados a unos rivales que firman contra los Hawks un 40% desde la línea de tres.
Así que los Hawks vuelven a parecer un equipo de play in, sin mucho más techo ni suelo más bajo; con dudas sobre el liderazgo de Trae y tareas pendientes antes del cierre de mercado, el 5 de febrero. Además, tienen dos primeras rondas de draft en 2026 y una parecía (la mejor de las de Pelicans y Bucks) un caramelo que podría valer incluso el número 1 del draft. Pero la mejora de los Pelicans ha templado un poco esa euforia, todavía viva. El otro pick será, cosas de los mecanismos de traspasos anteriores, la segunda entre la suya propia y las de Spurs y Cavaliers.
Los rumores suben de temperatura: Trae Young ya no es intocable en un equipo que necesita mejorar en defensa y rebotear más. Anthony Davis aparece como un objetivo en el que coinciden varias fuentes fiables, así que algo hay. Se dice que los Mavericks quieren jugadores jóvenes y contratos que acaben en junio y liberen masa salarial. Trae no entraría en esa operación (¿quizá sí en otra?), pero tal vez sí un Risacher que, con 20 años, sería una apuesta de poco riesgo para unos Mavs que necesitan jugadores que coincidan en arco de crecimiento con Cooper Flagg. Los contratos de Porzingis y Kennard podrían facilitar la operación. Los Hawks tienen dos líneas rojas innegociables: Jalen Johnson y ese pick de los Pelicans que apunta tan alto.
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El periodista Marc Stein asegura que Risacher salta al mercado porque los Hawks “están decepcionados con su progresión hasta ahora, menor de la esperada”. También deja claro, porque con algo tienen que negociar en Georgia, que el número 1 de 2024 no será regalado y que saldría solo “en la operación adecuada”. En todo caso, y esa es la noticia, está en el mercado en una franquicia que no está en la situación en la que esperaba estar y que mira con amargura, de los directivos a los aficionados, a ese número 1 del draft perdido entre Wembanyama y Flagg. Otra vez: no es culpa de Risacher, pero es lo que hay.
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