¿Qué es el draft de expansión de la NBA? Así ficharían jugadores Seattle o Las Vegas si entrasen en la liga
Aunque Adam Silver ha dejado claro que la resolución no llegará en el corto plazo, parece claro que la NBA acabará dando el salto de 30 a 32 franquicias.


La expansión de la NBA sigue estando ahí, convertida ya en un soniquete, un horizonte hacia el que cabalga pero al que parece que nunca llega. El último jarro de agua fría, al menos para los que tienen más prisa, fue la última comparecencia de Adam Silver, el comisionado de la NBA, en el entorno de la Summer League de Las Vegas. El mandamás no aclaró gran cosa sobre uno de los grandes asuntos que tiene pendientes la competición. El orden, se suponía, era nuevo convenio (firmado sin amago de conflicto laboral), los nuevos contratos televisivos (sellados, y en cifras históricas, hasta hace bien poco imposibles) y, a continuación, la expansión. Pero esta ha encallado. Van varias ventanas de trabajo de la competición en la que no ha habido avances, y en el board de Nevada tampoco hubo noticias concluyentes.
O sí, pero estas suponen una demostración de que la cosa va más despacio de lo que se pensaba que iría. Silver aseguró que la NBA ha empezado a poner la vista con atención en el tema de la expansión. Es decir: hasta ahora no lo estaba haciendo, algo difícil de creer, o no había dado el paso de reconocer que así era (que ya es algo). En todo caso, una fase muy embrionaria de un proyecto que muchos creían que ya estaría en marcha a estas alturas y que tenía que traer, a medio plazo, las franquicias 31 y 32 a una NBA que está en 30 desde que llegó Charlotte Bobcats en 2004. Las elegidas iban a ser, salvo sorpresa, Seattle y Las Vegas. La ciudad de los históricos Supersonics, y un mercado crucial para la NBA antes del traspaso de la franquicia OKC; y la ciudad número 31 de la liga, Las Vegas. En plena explosión como hábitat deportivo, absorbiendo con éxito equipos en todas las competiciones que puede y, claro vinculadísima a la NBA: Summer League, Final Four de la Cup…
El comisionado aseguró que la liga tiene ahora un mandato de los treinta equipos, “realizar un análisis exhaustivo de lo que implicaría la expansión a nivel económico pero también más allá”. “Queda mucho por analizar y no hay nada fijado ni establecido ni un sentido ni en otro. Tampoco hay timeline”. Es decir: la expansión todavía tiene que crecer como proyecto para estar en algo más parecido a la verdadera casilla de salida. Ahora trabajarán en ello dos comités de la NBA, uno financiero y otro de estrategia.
El problema, porque lo hay (si no el proyecto estaría más avanzado), es económico. Los treinta equipos recibirían una inyección directa de dinero porque los nuevos tienen que comprar su plaza en la NBA, pagar una cuota que equivale a la media del precio de las franquicias en ese momento. Pero también tienen que, a partir de la llegada de esos equipos, repartir los beneficios entre más socios. Las tartas de 30 piezas serán de 32. Esto no debería ser un problema en tiempos en los que esos increíbles nuevos contratos de televisión (76.000 millones por once años) garantizan unos ingresos muy altos en el presente y el futuro. Pero lo es. Además, Silver reconoció que es difícil valorar cuánto tienen que pagar las franquicias entrantes en plena burbuja que deja atrás los baremos y promedios con cada nueva operación.
En los últimos meses, los Celtics se han vendido por una valoración de unos 6.100 millones. Un récord en todo el deporte estadounidense que acaban de arrasar los Lakers, en un proceso de venta que valora la histórica franquicia angelina en más de 10.000 millones. Se cree, de hecho, que la cifra final podría rondar los 12.000. Un problema, tal y como reconoce Silver, porque ningún modelo ni proyección habría previsto algo así: “Ese es el problema más complejo de la expansión, que no se trata de mirar la situación económica actual sino de intentar proyectar como debería ser el futuro”.
Los acuerdo locales y regionales de televisión, otra fuente muy importante de ingresos para los equipos, viven en un período complicado de transición, entre la muerte (y bancarrota en muchos casos) de formatos y canales tradicionales y las pruebas de nuevas fórmulas que están trayendo los propietarios recién llegados, con ideas revolucionarias y ambiciosas. “Sería una mala praxis por nuestra parte si no tenemos una idea clara de cómo se va a reconfigurar ese mercado de los derechos locales antes de abordar la expansión. No tiene sentido poner un equipo en un mercado en el que ahora mismo no hay y decirle que se apañen para hacer llegar sus partidos a los nuevos aficionados locales”, explica un Silver que, en todo caso, quiso vender el board de Las Vegas como un paso adelante, por muy fría que empiece a ser la temperatura con este asunto: “Hemos dado un paso significativo. Hemos pasado a la fase de análisis en profundidad, algo que no habíamos hecho hasta ahora. Pero es el día 1 de ese análisis, así que es muy pronto para hablar de precios y plazos. Y eso supondría dar por hecho que va a salir de esos análisis, cuando es en realidad un tema muy delicado”.
Así que a corto plazo, nada. Y a medio, veremos, o eso parece. Porque la NBA nunca escatima en detalles y titulares cuando tiene algo amarrado o quiere dar zancadas importantes. En ese sentido, tampoco hubo noticias con respecto a la Liga europea que, como mínimo también a medio plazo, la NBA quiere crear con el beneplácito de la FIBA y, por ahora, sin acuerdo con la Euroliga. Silver lo vincula, pero solo hasta cierto punto, con la expansión, aunque dejó claro que será una competición independiente. Una que sigue, después de este board, sin grandes detalles sobre su configuración y plazos: “Aunque no hay relación directa, hay otra vía de expansión entre manos, la que estamos valorando en Europa. Una competición independiente cuya gestión estamos valorando. Pero está relacionado desde el punto de vista de que tendríamos que crear equipos nuevos en Europa. Hay una conexión con las vías más tradicionales de crecimiento de la NBA. No se trata de que si hacemos algo en Europa dejaremos de hacerlo en Estados Unidos, pero todo está relacionado. Se trata de ver cómo podemos hacer que sigamos creciendo de forma global, cómo podemos sacar partido a la marca NBA”.
Por ahora, por lo tanto, sin detalles. Antes del inicio de la fase regular 2025-26, habrá otro board of governors (comité de las treinta franquicias) y veremos qué sale de ahí, en caso de que haya alguna novedad. Ya antes de este board y la comparecencia de Silver, dos pesos pesados de The Athletic (David Aldridge y Mike Vorkunov) publicaron un artículo en el que echaron agua fría sobre el plan de la expansión. Que seguramente acabará concretándose… pero con el que hay cada vez menos prisa una vez que se cerraron unos acuerdos televisivos que los propietarios actuales prefieren ir repartiendo entre menos socios mientras, además, se resuelve el citado problema de los canales y vías de retransmisión locales, un verdadero quebradero de cabeza los dos últimos años.
James Dolan, el polémico propietario de los Knicks, está al frente de los contrarios a la expansión, pero el artículo deja claro que no es solo él: hay más dueños en su bando. Así que la cosa se moverá (o no), pero parece que no será ni ya ni rápido… una pena, sobre todo (como siempre con este asunto) para los aficionados de Seattle. Los Supersonics sigue sin fecha de regreso.
Un horizonte que acabará llegando
En todo caso, casi nadie pone en duda que la expansión acabará llegando, aunque no tan rápido como muchos creían hace solo unos meses. Después del nuevo acuerdo televisivo, para la NBA un éxito masivo al que ya se le habían ido poniendo andamios (impactos televisivos como el play in y el In Season Tournament, las nuevas normas para controlar los descansos no justificados de los jugadores…), se suponía que era el momento de hablar de la expansión. Públicamente, porque entre bastidores las aguas ya se habían ido moviendo, tal y como confirmó el periodista Mike Vorkunov, que dibujó en The Athletic un panorama de preguerra, contactos entre grupos inversores, grandes bancos, empresarios que saben que tienen que amasar hoy las ventajas que serán definitivas mañana.
Lo que está claro ahora es que los plazos se van a alargar. Incluso si se hubiera puesto en marcha ya el proyecto, en este verano, las nuevas franquicias (dos, para mantener la paridad: 32 en vez de 30) no habrían llegado, en unos plazos normales, antes de la temporada 2027-28. El último en la fiesta, Charlotte Bobcats (luego otra vez Hornets), se construyó en dos años: se anunció en 2002 y ya estaba jugando en 2004. Pero era un caso atípico porque no hubo puja y se trataba, en la práctica, de reemplazar la estructura que ya había existido y que se había trasladado a Nueva Orleans (primero Hornets, luego Pelicans). Para la NBA, conviene recalcarlo, cuanto más se retrase el anuncio mayor será, en teoría, el dinero que recibirá de forma directa, ya que es una cantidad que está vinculada a esa valoración de las franquicias a la que no se le avista freno. Los procesos de venta de Celtics y Lakers han puesto ya sobre la mesa un escenario totalmente distinto al que se habría usado como base hace apenas cinco meses.
Porque, finalmente, la cuenta es económica. Los jugadores no tienen voz ni voto en este asunto, aunque con más equipos hay más fichas que ocupar y más mercado que agitar, así que en principio no son un enemigo natural de la expansión. Y las franquicias tienen que decidir entre los ingresos a medio y largo plazo y la inyección de impacto, en el primer momento. Los nuevos equipos tienen que pagar la cuota que se establezca, y que podría pasar de 6.000 millones en la situación actual del mercado. Es un dinero que no afecta a los jugadores ni al salary cap y que va directamente a los otros 30 propietarios. Y que podría moverse, en esas cantidades citadas, más allá de la increíble frontera de los 12.000 millones. Es decir, unos 400 millones para cada propietario. Sin embargo, la propia NBA se dividirá en 32 partes y no 30. Toda la tarta de beneficios tendrá dos nuevos comensales y los equipos tampoco tendrán ya el 3,3% de la Liga cada uno. Son pequeños porcentajes pero un reguero importante de dinero en el largo plazo, año tras año. Para compensar esto, los ingresos son cada vez mayores, así que las cantidades totales que reciben los equipo de lo que gana la NBA no se resentirá demasiado aunque sí lo haga el cacho que se llevan.
Poner una franquicia NBA en marcha a partir de la (aparente) nada no es algo que se haga en dos mañanas. Es una estrategia que anticipa pero también transforma, ya lo está haciendo, el futuro de la NBA. Y que parece una certeza por una serie de razones que tienen que ver con la citada paz social que dibuja un escenario limpio de obstáculos; el volumen de talento que permite pensar que el producto no se resentirá (las plantillas se alargan cada vez más con más jugadores útiles); el empuje de grandes mercados y lugares que son considerados ciudades de baloncesto y la explosión de interés (como hecho generador de contenidos 24 horas al día y siete días a la semana) de la NBA. Y hay que insistir: por el dinero, claro, sobre todo por el dinero.
Hay mucho dinero. La NBA superó en el curso 2021-22 los 10.000 millones de ingresos por primera vez (recordemos: está en 2.700 al año solo en unos contratos de televisión que se van a volver a disparar a partir de la próxima campaña). Y habrá más. Eso hace que halcones del mundo de los negocios tengan la vista puesta en los movimientos de Adam Silver. Y también que los actuales propietarios (un núcleo últimamente convulso: cambios en Suns, Bucks, Mavericks, Hornets, Wolves, Celtics, Lakers…) puedan acabar aflojando los prejuicios contra esa matemática básica que dice que con dos equipos más (de eso se habla) habrá que repartir la tarta en 32 porciones y no en las 30 actuales. Sin embargo, y es parte de lo que queda por limar, no todos los propietarios lo ven tan diáfanamente claro y hay un puñado que sigue viendo con reticencia la ampliación.
Una puja abrirá el proceso
¿Es eso un problema? Está quedando claro que sí. Pero se cuenta con generar tanto que el porcentaje será jugoso en todo caso y con que la entrada en el club NBA, lo que hace un par de años se cifraba en unos 2.500 millones de dólares, vaya a costar, casi seguro y finalmente, bastante más del doble. El proceso para la expansión es más o menos ese: la NBA abrirá un periodo en el que permitirá que se hagan ofertas. Por eso saldrán nombres más allá de los que tiene todo el mundo en la cabeza, Las Vegas y Seattle. Porque realmente habrá otras ciudades interesadas y porque a la propia liga le conviene que la puja dispare sus decibelios. También le sirve para separar la paja del trigo. Se entenderá que el que no ponga de inicio muchos billetes encima de la mesa, no irá en serio. Se alentará que suban las apuesta y tal vez se descubra que hay opciones mejores que las que se consideraban darlings a priori. En la expansión de finales de las ochenta (luego iremos con ella) se pensaba añadir dos equipos y acabaron llegando a la NBA cuatro. Las candidaturas eran demasiado sólidas como para obviarlas.
¿Los plazos? Como ya se ha dicho, la última vez que se añadió un equipo fue en 2004: Charlotte Bobcats, hoy Charlotte Hornets. Y, también como ya se ha dicho, fue un caso atípico. Solo pasaron dos años desde que los Hornets originales (luego Pelicans) se fueron a Nueva Orleans (2002). Ese mismo verano se abrió el proceso, en diciembre ya había ganador (un grupo liderado por Robert Johnson), en enero de 2023 se tenía el OK (asunto crucial) del resto de los propietarios; en junio el equipo tenía nombre y un año después, en junio de 2004, realizó su draft de expansión. En la temporada 2004-05 ya estaba en las pistas. Esto, en todo caso, no es lo normal. Entonces se aprovechó la inercia del cambio y se aceleró para evitar problemas legales con el traslado a Nueva Orleans y la salida de Carolina del Norte. Los cuatro equipos que llegaron en los ochenta lo hicieron tras un proceso que duró tres o cuatro años, según el caso. Los dos de los noventa, en dos años y medio. Así que la cosa no está realmente próxima. Ni siquiera la oficialidad de la expansión, todavía menos que veamos una liga con más de 30 equipos compitiendo. Pero, seguramente, llegará.
Así es la propia naturaleza de las ligas profesionales estadounidenses. La WNBA nació con ocho franquicias (en 1997) y llegó a tener 16 antes del paso de la propiedad centralizada por la competición a los propietarios individuales. Desde ahí, y entre dolores de crecimiento, bajó hasta las 12 que ha tenido desde 2010. Pero ahora, en su mejor momento a todos los niveles (deportivo, social, mediático), vuelve a crecer: en 2025 ha debutado el equipo de la Bahía de San Francisco (Golden State Valkyries), que vendió antes de arrancar más de 17.000 abonos, un récord absoluto. En 2026 entrarán nuevos equipos con sede en Toronto y Portland. Y se han aprobado franquixias en Cleveland (2028), Detroit (2029) y Philadelphia (203). Así se llegará a una cifra histórica: 18. Las Valkyries solo pagaron 50 millones a la WNBA para entrar en la competición. Las últimas, el trío confirmado, pusieron 250 millones cada una. Cinco veces más que el equipo de la Bahía y el triple que el de Portland. El crecimiento es un hecho.
Así se hace una plantilla en un equipo nuevo
El draft de expansión, la forma de poner jugadores en un equipo que todavía no los tiene, es una de las cosas que más curiosidad provoca en este proceso que la NBA no vive desde hace casi dos décadas. Entonces, para alimentar el roster de los Bobcats, se realizó un draft específico un 22 de junio, dos días antes del convencional. Y se establecieron estas normas (habrá otras cuando toque, pero estas son las últimas que hemos visto en la NBA): los Bobcats tenían que escoger un mínimo de 14 jugadores y un máximo de 29 de entre los que tenían contrato o fueran agentes libres restringidos (estos pasarían a negociar con ellos sus contratos en situación de agentes libres no restringidos). Los agentes libres sin ataduras (no restringidos) quedaban fuera de este proceso. Solo podían elegir un jugador de cada una de las demás franquicias, nunca más de uno de la misma plantilla. Cada uno de los otros 29 equipos podía proteger a ocho jugadores que serían intocables y no podrían ser seleccionados por los Bobcats. Si alguno no tenía ocho con contratos en vigor (o agentes libres restringidos) al final de la temporada, tenían la obligación de dejar al menos uno liberado, seleccionable. Además, todos podían entablar negociaciones con los Bobcats sobre a quién cogían o a quién no con rondas de draft, dinero u otros jugadores implicados.
Las Vegas, Seattle... y otras opciones
Todo el mundo, más o menos, da por hecho que las nuevas franquicias serán para Seattle y Las Vegas. Ambas llevan tiempo moviéndose en esa carrera de posiciones a la que otros puede que lleguen demasiado tarde… o desde demasiado atrás. Seattle es una vieja cuenta pendiente de la NBA desde un asunto sucio en el que influyeron (siempre es así) problemas con el pabellón y movimientos en la sombra del grupo que se acabó llevando a los históricos Supersonics a Oklahoma City, convertidos en Thunder. El vigente campeón. Seattle es el principal mercado de Estados Unidos sin franquicia NBA, ya estuvo a punto de regresar a través de la compra de Sacramento Kings (en 2013) y tiene un pabellón (el de las Storm de la WNBA) perfectamente listo para su uso como instalación NBA. En ese recinto tiene mano, además, el grupo inversor (Oak View Group) que también mueve los hilos de la candidatura de Las Vegas. Conviene recordar que, si vuelven (o más bien cuando vuelvan) los Supersonics recuperarán su nombre, sus colores y su historia. Así lo permite el acuerdo al que llegaron con OKC en el momento del doloroso traspaso. Por eso los Thunder no fueron OKC Sonics y por eso no lucen las banderas de los de Seattle, como la de campeones de la NBA en 1979. Otros datos (estadísticas históricas, sobre todo) sí están ahora mezcladas, pero ahí también habrá división. Seattle tendrá lo suyo, Oklahoma City se quedará con lo exclusivo de los Thunder.
Las Vegas se ha convertido en el epicentro de los movimientos del deporte estadounidense: han llegado la Fórmula 1, la NFL (incluida la Super Bowl 2024), la WNBA (con muchísimo éxito: las Aces llevan allí siete años y han ganado dos títulos), la NHL, está en camino la MLB… Innegable como hecho de negocio, su relación con la NBA se alarga a la Summer League, las concentraciones de la selección de Estados Unidos, eventos y el equipo Ignite de la G League… el citado Oak View Group, que quita y pone mucho en estos últimos movimientos en la sombra, tienen compradas 27 hectáreas para hacer un nuevo pabellón que puede estar listo en 2026, un timing que encaja con los pasos ejecutivo que va dando la NBA.
Según el periodista Tashan Reed (The Athletic), ese pabellón se hará con una inversión privada de más de mil millones y formará parte de un casino/resort que va a costar más de 10.000 y que podría ser otro paso en esa relación cada vez menos disimulada y más íntima de la NBA con un universo, el de las apuestas y el juego, que hace no tanto era anatema. Además, en el proyecto de tren de alta velocidad que unirá la ciudad con Los Ángeles está metido Wes Edens… que ahora es copropietario de los Bucks. Hasta LeBron James ha hablado de lo apetecible que sería entrar en un nuevo equipo ubicado en Las Vegas. Y LeBron no solo tiene mucho dinero: también está involucrado en el Fenway Sports Group que controla el Liverpool, Boston Red Sox o Pittsburgh Penguins.
El asunto parece claro, y de hecho Adam Silver se ha referido varias veces a Las Vegas como “la franquicia 31 de la NBA” en relación a la cada vez más intensa relación entre la Liga y una ciudad que no tiene equipo... todavía. Pero hay más: Ciudad de México tiene el atractivo de la globalidad y la expansión internacional, unos horarios ajustados a los estadounidenses y un equipo de la G League (Capitanes) que dobla en asistencia de público a cualquier otro de la Liga de Desarrollo.
Y hay más: Vancouver (que ya tuvo a los Grizzlies) y Montreal, la ciudad más poblada de Canadá después de Toronto, donde los Raptors son un éxito rotundo, comparten con la candidatura mexicana el atractivo del toque internacional sin salir de Norteamérica. San Diego es un mercado que no puede permitirse tener solo, en deporte profesional, su equipo de la MLB (Padres). Ahora está sin nada en NFL, NHL, MLS y una NBA donde acogió a Rockets (antes de irse a Houston) y Clippers (en tránsito hacia Los Ángeles). Louisville tiene el encanto de Kentucky, esa región donde el baloncesto universitario es una religión y es, además, una vieja candidata que ya tentó en el pasado a Grizzlies (fue finalista con Vancouver), Cavaliers, Braves, Rockets… Kentucky también tuvo al equipo (Colonels) que más partido ganó en la historia de la ABA. Es tierra de baloncesto. Kansas City (donde jugaron los Kings) o Pittsburgh son otros clásicos de este tipo de artículos… cuyas opciones parecen realmente escasas. Al menos, hasta que empiece la puja.
Si los elegidos son, y eso sería lo escandalosamente normal, Seattle y Las Vegas, ambos equipos entrarían en una Conferencia Oeste que pasaría a tener 17 equipos. Para volver al reparto equitativo (sería 16-16), una franquicia tendría que irse al Este. Las candidatas obvias son tres: Memphis Grizzlies, New Orleans Pelicans y Minnesota Timberwolves. Las dos primeras están más al este, pero tienen a buenas distancias de vuelo a varios equipos que juegan en la Conferencia Oeste: los tres texanos (Mavericks, Spurs, Rockets) y los Thunder. Los Wolves son menos orientales pero están más aislados: la ciudad del Oeste que está más cerca de Minnesota es Denver. Hay cinco franquicias del Este (Milwaukee, Chicago, Indianápolis, Detroit y Cleveland) más cerca y una (Toronto) a una distancia similar. Así que, tal y como sugirió ESPN, este escenario sería el más probable: Las Vegas y Seattle al Oeste, Minnesota Timberwolves al Este.
Está escrito en la historia de la NBA
Porque, aunque se esté retrasando y salvo giro muy sorprendente, la expansión se hará. Parece inevitable. Adam Silver ya lo definió como un proceso natural en la NBA. Que no nació, aunque lo parezca porque lleva mucho con este formato, con sus treinta equipos divididos en dos Conferencias simétricas (quince y quince). La Liga comenzó en 1946 como BAA (Basketball Association of America) y con once equipos. Sumó en 1948 a la NBL (National Basketball League) y pasó a llamarse NBA, dentro de un tramo de veinte años (1946-66) en el que osciló entre un pico de 17 equipos y un valle de ocho (en la temporada 1947-48 y entre 1955-61). Por entonces, el negocio no era ni mucho menos tan boyante. Entre 1966 y 1980 se articuló la NBA moderna, con la llegada de once equipos, el núcleo de los que ahora tenemos en competición (en el inicio de 1946 estaban, por cierto, Knicks, Celtics y los Warriors afincados en Philadelphia: fueron el primer campeón).
En 1966 llegó Chicago Bulls, en 1967 San Diego Rockets y Seattle Supersonics, en 1968 Phoenix Suns y Milwuakee Bucks. En 1970 Buffalo Braves (hoy Clippers), Cleveland Cavaliers y Portland Trail Blazers. En 1974 se creó New Orleans Jazz (en (Utah desde 1979) y en 1976 se produjo la fusión (absorción, en realidad) con la ABA, de la que saltaron a la NBA cuatro supervivientes (los citados Colonels se quedaron a las puertas): San Antonio Spurs, New York Nets, Indiana Pacers y Denver Nuggets. En 1980, finalmente, se crearon los Mavericks en Dallas.
Durante ocho años (1980-88) la NBA tuvo 23 equipos. En 1988 llegaron Charlotte Hornets y Miami Heat, en 1989 (misma expansión dividida en dos fases) Minnesota Timberwolves y Orlando Magic. A esos 27 se unieron en 1995 Toronto Raptors y los Grizzlies que comenzaron en Vancouver y se mudaron después a Memphis, en 2001. En 2004, finalmente, llegó la franquicia número 30 en la última expansión (por ahora): Charlotte Bobcats. Esa es la clave: por ahora…
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