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NBA

Mentir por Kawhi, mentir para nada

Los Clippers vuelven a protagonizar un desastre comunicativo por sus problema para hablar claro sobre las lesiones de rodilla de su estrella.

Mentir por Kawhi, mentir para nada
RONALD MARTINEZAFP

En 2021, después de su desastre en la burbuja de Florida, los Clippers llegaron a playoffs con 47 victorias (47-25) en 72 partidos de regular season (formato abreviado por la pandemia). Kawhi Leonard se había perdido veinte y había jugado 52 para un equipo que terminó cuatro del Oeste pero que se sentía dentro de una ventana de competición perfectamente abierta: la temporada, de hecho, había nacido con espíritu de borrón y cuenta nueva después del naufragio en Disney.

El equipo en el que se habían reunión Kawhi y Paul George, que muchos especialistas consideraron imbatible para esa temporada y las siguientes, había firmado una desaparición tétrica, oscura incluso para la historia de la franquicia, básicamente un agujero negro. En segunda ronda, esos Clippers a priori muy favoritos se dejaron remontar un 3-1 por Denver Nuggets. En el quinto partido, primer match ball, tenían 15 puntos de ventaja avanzado el tercer cuarto. El último parcial lo perdieron 25-38. En el sexto, un +19 se fue al traste en una segunda parte tenebrosa: de 68-49 a 109-95 poco antes del final, 19-34 en el último cuarto. Y, en el séptimo, 15-22 en esos últimos doce minutos. En el día D, solo 33 puntos en toda la segunda parte de ese equipo al que meses antes muchos consideraron invencible.

De vuelta a 2021: menos de un año después por las apreturas de la pandemia, y tras ese 47-25, un Kawhi que había promediado 24,8 puntos, 6,5 rebotes y 5,2 asistencias (techo de su carrera), y que había entrado en los Mejores Quintetos y los Mejores Quintetos Defensivos, ayudó a los Clippers a evitar otro descalabro para el recuerdo contra los Mavericks (perdían 0-2 y 2-3, ganaron 4-3) y fue la gran baza de su equipo para equilibrar otro 2-0 en contra y poner el 2-2 en segunda ronda, contra los Jazz. Pero, en el cuarto partido (14 de junio de 2021, una fecha trascendental en esta historia), la rodilla de Kawhi falló tras una falta de Joe Ingles. El diagnóstico oficial fue esguince y fue descartado para esa serie, pero se vendió que podría regresar en esos playoffs, seguro si los Clippers jugaban las Finales. Pero los angelinos, que sí superaron a los Jazz, cayeron después contra Phoenix Suns entre rumores de cómo de cerca o de lejos estaba un posible regreso de Kawhi, el salvador. Consumado el K.O., se anunció que lo que de verdad había en la rodilla derecha del alero era una rotura de ligamento cruzado y que, claro, pasaría por el quirófano.

Un camino de confusiones y medias verdades

Durante la temporada 2021-22, año en blanco dedicado a la rehabilitación, los Clippers no hicieron nada por evitar que hubiera constantes rumores sobre un posible regreso de Kawhi, otra vez el salvador improbable, para unos playoffs a los que el equipo ni llegó porque se quedó en el play in (derrota contra los Timberwolves). Un año sin la gran estrella, en torno al 50% de victorias y sin playoffs, dio un valioso pick 12 del siguiente draft. Pero, parte del enorme botín que los Clippers tuvieron que entregar a cambio de un Paul George cuya llegada fue una exigencia de Kawhi antes de firmar como agente libre en 2019, esa ronda era de unos Thunder que, tan felices, eligieron a Jalen Williams, ahora una estrella emergente. Kawhi no solo no volvió en primavera sino que lo hizo meses después, en la temporada 2022-23, con restricción de minutos. En esa temporada se perdió doce partidos seguidos por una lesión que nunca dejó de ser considerada day to day (cuestión de días); También, por ejemplo, dejó un partido contra los Grizzlies entre muestras de desconcierto de Tyronn Lue. En playoffs, se lesionó en el segundo partido de primera ronda, contra Phoenix Suns. Otra vez, la rodilla derecha, otra vez el mismo diagnóstico (esguince) y filtraciones de que podría regresar en cualquier momento. Después de la eliminación, otra vez, se supo que el problema, localizado en el menisco, era mucho más grave.

La pasada temporada, en la que jugó 68 partidos (su tope desde 2017) porque él y los Clippers se propusieron que dejara de ser el caso A de todos los ejemplos prácticos y la foto que ilustraba todas las noticias sobre el jaleo que armó la NBA con el load management descontrolado (los descansos programados de, sobre todo, las grandes estrellas), desapareció poco antes de los playoffs sin demasiadas noticias. Se perdió los ocho últimos partidos de la fase regular por molestias, otra vez, en la rodilla. Y en primera ronda de playoffs, contra los Mavericks y de nuevo con toda la narrativa centrada en cómo estaba y cuándo jugaría, apenas pudo participar en dos de los seis partidos que llevaron a la eliminación de los Clippers: el segundo y el tercero, absolutamente mermado y a años luz de poder escalar hasta la exigencia física de una eliminatoria por el título. No jugó los últimos tres partidos mientras la conversación viraba a cómo de hinchada estaba y cuánto líquido había en su rodilla.

Kawhi, parecía una buena noticia por lo que tenía que ver con esa maldita rodilla derecha, fue seleccionado para la nueva venida del Dream Team, el equipo forjado en torno a LeBron James, Stephen Curry y Kevin Durant que acabó ganando el oro olímpico en París. Kawhi, que nunca ha jugado con el Team USA, dio el , fue a los entrenamientos en Nevada… y desapareció, sustituido por Derrick White. USA Basketball aseguró que su rodilla no estaba en condiciones pero los Clippers salieron en tromba a decir que sí y, de paso, a expresar su decepción con la federación de su país. No poca cosa. Y, hace unos días, mantuvieron esa misma versión en su comparecencia previa a la temporada 2024-25 mientras, al mismo tiempo, anunciaban que la inflamación en la rodilla permanecía y no se comprometían a que Kawhi fuera a empezar la regular season con normalidad.

Hombres de baloncesto de enorme reputación como el ejecutivo y exentrenador Lawrence Frank y Lue, el técnico que obró el milagro de 2016 con LeBron James y Kyrie Irving, volvieron a protagonizar una comparecencia ante los medios incomprensible, ridícula y en la que dijeron una cosa y la contraria, incapaces de explicar nada con claridad y de no caer en contradicciones mientras la prensa anunciaba que Kawhi había pasado por el quirófano, otra vez, al acabar la pasada temporada (en mayo, aparentemente). Algo que Frank y Lue no habían reconocido en su momento, en elanterior sainete, ni tras la salida de la selección. Siempre mentiras, contradicciones y excusas. Y siempre en el nombre de Kawhi Leonard.

Kawhi, por cierto, tiene ahora 33 años, un historial de lesiones terrorífico, una rodilla derecha sobre la que nadie sabe nada… y una extensión de contrato de 153 millones por tres años que le garantiza mucho dinero (unos 50 millones por curso) hasta 2027. Desde que llegó a los Clippers en 2019, ha pasado un lustro, ha jugado solo el 41% de los partidos. No siempre con explicación (el load management...). Y solo ha estado sano en unos playoffs, esos de 2020 en los que, para colmo, su equipo pegó un petardazo mastodóntico que durante los siguientes años ha empeorado por el gusto de algunos de sus protagonistas a asegurar, en cuanto les ponen un micrófono delante, que básicamente no ganaron porque no quisieron. Que la burbuja esto y que si no hubiera habido burbuja, lo otro. Un mensaje horrible para cualquiera, nauseabundo para una franquicia que nunca ha jugado ni siquiera unas Finales. Y que estaba en los años de su gran órdago, invirtiendo sin parar en todos los niveles de la organización y metida en un desembolso descomunal en plantilla con números de impuesto de lujo que se fueron acercando a los de los Warriors: otro mundo, una dinastía histórica.

Y todo, finalmente, para no conseguir nada

Los Clippers entregaron su futuro (Shai y rondas que incluyen 2025 y 2026 con los Thunder frotándose las manos) para acceder en 2019 a lo que Kawhi, usando a los Lakers como hombre del coco con el que hacer presión, convirtió en un 2x1: era él y Paul George o nada. Acababa de ser campeón y MVP de las Finales con los Raptors, y tenía el mundo a sus pies. Y sabía, siempre había sido su plan, que quería regresar a su California natal. Y, de paso, vivir en San Diego, meterse en permanentes desplazamientos innecesarios, colocar a su tío en una buena posición y todo lo demás. Los Clippers, el plan es el plan, hicieron lo que tenían que hacer; lo que cualquiera habría hecho en su lugar.

Cinco años después ese equipo, al que se le caía de los bolsillos el hype mediático y lleno de contratos que cualquier propietario que no fuera Steve Ballmer no habría aceptado pagar, ha dejado como tope una final de Conferencia. Paul George se fue, Russell Westbrook se fue: otro juguete de segunda mano del que los Clippers se cansaron demasiado rápido. Kawhi se queda con un James Harden de 35 años y la obligación de que lo que pase en la pista no sea un esperpento: los Thunder pueden intercambiar con ellos su primera ronda de 2025 y los Clippers se mudan al nuevo y rutilante Intuit Dome, el pabellón a todo lujo en el que tienen que terminar de construir su nueva personalidad, al margen de los Lakers, en esa testaruda L.A. que sigue pensando en púrpura y oro. Vistos los últimos años de los Clippers, desde el proyecto de la Lob City (el de Chris Paul y Blake Griffin) a este de Kawhi y George, parecía lógico esperar algo mejor, más atractivo para los que quieran estrenar la nueva casa de un equipo, de pronto, en tierra de nadie. Y sin futuro: sellada la extensión de Kawhi, resulta muy extraño que no hubiera acuerdo con George, fuera o no lo ideal. Además, cuando se acabe de pagar las rondas que se debe a OKC tocará cumplir con lo que se dio a los Sixers (el nuevo equipo de George...) por Harden.

Lo que queda es una versión menor de lo que hace no tanto era un gran equipo. Con jugadores muy mayores (Batum, PJ Tucker) dentro de un núcleo de secundarios (Powell, Mann, Zubac, ahora también Derrick Jones y Dunn…) del que ya se sabe que esperar. Y que no fue capaz de ganar con Paul George y una versión más cierta (ahora, solo hay dudas y desconfianza) de Kawhi. Se han probado big twos, threes y hasta (raquíticos) four. Pero todo eso es tierra quemada: después de la última comparecencia de Frank y Lue ha asomado más que nunca el desánimo y el enfado de una afición (una extraña minoría en Los Ángeles) siempre corta de efectivos y cada vez más corta también de espíritu. La desconfianza mina.

En la vuelta a la actividad de los Clippers, versión 2024-25, resulta obvio que se trata, a priori, de las cenizas de un proyecto, un equipo ya fuera de esa ventana de competición que intentó alargar de todas las maneras (371 millones en impuesto de lujo desde 2020) hasta que las nuevas normas salariales (la NBA de los aprons) se alzaron como un dique entre el billetero de Ballmer (inacabable: 126.000 millones de fortuna personal) y la confección de la plantilla; Hasta que dar el contrato máximo para un Paul George de 34 años dejó de ser un negocio en el que zambullirse alegremente. Y, precisamente por eso, porque los buenos tiempos han ido quedando atrás sin haber llegado nunca del todo, resultó especialmente chocante ver a Frank y Lue enfangarse otra vez, de semejante manera, por un Kawhi con muchos años y su extensión (casi) máxima ya firmada. Es un proceso que ha desgastado horriblemente a una franquicia que ha hecho otro montón de cosas muy bien. Pero que en 2019 decidió llegar hasta donde pudiera llevarla Kawhi Leonard. Y eso ha sido un mal negocio en las pistas y uno muy deprimente en las salas de prensa.

Los Clippers de la nueva era quisieron que un equipo maldito soñara incluso con un sorpaso a los Lakers que seguramente murió (como opción improbable) con el anillo de los vecinos en 2020, justo cuando tenía que comenzar la dinastía clipper (finalmente, una opción imposible). Para ello permitieron (y si se viaja al verano de 2019, cuesta culparles) que Kawhi secuestrara la franquicia. Suele pasar con las megaestrellas, y más en franquicias de estructura (historia, tradición: nombre) débil. A partir de ahí, la culpa es del jugador. Porque guste más o menos, sea más o menos hipócrita, todo acaba dependiendo de los resultados. Si acompañan, cualquier paso dado se da por bueno. Si no lo hacen… Y en eso, ahí, Kawhi no ha respondido. En pista porque no ha podido, porque depende de un cuerpo que grita basta; fuera de ella, porque no ha sido una estrella de verdad en lo que tocaba serlo. Un jugador franquicia, un aglutinador. Si alguien necesitaba una figura así, eran los Clippers: estos Clippers. En lugar de una cultura, Kawhi les dio un laberinto, una anticultura: siempre corriendo detrás de él, siempre con miedo a que se sintiera desairado, siempre dispuestos a decir esto o aquello para después desdecirse. Y vuelta a empezar.

Así se van los Clippers al Intuit Dome, mucho peor de lo que proyectaban hace solo un par de años. No digamos en 2019, cuando cambiaron su historia (de verdad que sí) y le quitaron a los Lakers, en un mano a mano indisimulado, la gran estrella del momento, el pez más gordo del mercado. Eso, obviamente, jamás había pasado. Pero, desde entonces, nada ha ido especialmente bien, no en el gran plan. Así fue en Buffalo, donde en ocho años solo pasaron una vez de primera ronda de playoffs, en San Diego (balance total: 186-306) y también, y hasta ahora, en L.A.: treinta años (1976-2006) hasta que volvieron a pisar una semifinal de Conferencia y demasiados cartuchos quemados sin acierto donde otros habrían hecho diana: pese a todos estos últimos años de competitividad óptima, los Clippers siguen por debajo del 45% en su historial de victorias en regular season y están ahora, después de otros tres años sin superar la primera ronda, 66-87 en playoffs. Es lo que hay: lo que Kawhi Leonard tenía que haberlo cambiado y no cambió.

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