NBA | FINALES 2023 | HEAT-NUGGETS (1-3)
Una cita con la eternidad
Otra victoria en Miami con respuestas para todos los intentos de Spoelstra y los Heat, y el anillo a un paso. El lunes, quinto partido en Denver.
Denver Nuggets nunca ha sido campeón de la NBA. Tampoco lo fue en la ABA, donde perdió en 1976 la última final de aquella competición imposible, una carrera de autos locos, contra los Nets de Julius Erving. Desde entonces, 47 años con más preguntas que respuestas porque así de cruel es del deporte, no había peleado por un título. Había sido el equipo que personificó la alegría de los 80 al ritmo de Alex English, el que se adaptó a las alambradas de los 90 con Dikembe Mutombo o el del zumbido mediático de Carmelo Anthony. Es una franquicia admirable, apreciada, ya clásica en la NBA, que ha tenido pasado y futuro pero que seguía buscando su ahora, el día que la redefina. Ese momento ha llegado, y será el lunes, en su Ball Arena, donde danzan los fantasmas del viejo Pepsi Center. Después del 95-108 que puso el 3-1 en las Finales 2023, los Nuggets serán campeones si ganan un partido más. Solo otro paso, el último. El definitivo, el ahora. Su momento, para siempre.
La pelea por el título bajó al nivel de mar con amago de revolución, un 1-1 camino de South Florida que es 3-1 de vuelta a las Rocosas, la Mile High de Denver (más de 1.600 metros de altitud) que puede estrujar la última vida de los Heat, ya un espíritu errante que pende un hilo y necesita una remontada casi imposible. El casi lo pusieron en 2016 los Cavaliers. Pero tenían a LeBron James y Kyrie Irving en una misión suicida que nadie más ha consumado en la lucha por el anillo (35-1 hasta ahora para el que se pone 3-1). Miami Heat está a una derrota de perder su tercera Final seguida. Ecos de 2014. Entonces, contra San Antonio Spurs, perdió el primer partido, ganó el segundo a domicilio con un esfuerzo titánico y entregó los tres siguientes, dos en su pista, con una muy visible sensación de inferioridad. El equipo de Erik Spoelstra, un pecado mortal, no ha rascado nada en su casa, donde acumula cuatro derrotas seguidas desde que amasó aquel mágico 0-3 contra los Celtics. Y no gana un partido de Finales en Miami, porque en 2020 se jugó en la burbuja de Orlando, desde el séptimo de 2013. En nueve días se cumplirán 10 diez años.
Un guion distinto, el mismo resultado
El cuarto partido fue totalmente diferente al tercero... pero acabó igual. Casi literalmente: de un 94-109 a un 95-108. Los Heat (2-6 desde aquel 0-3 en la final del Este), como si se hubiera roto el hechizo que los ha traído hasta aquí, vuelven a parecer un seed 8. Por eso la serie tiene muchos momentos que recuerdan a lo que pasa en una primera ronda, un 1 versus 8: por mucho que lo intente el que es muy inferior, no llega. El campeón del Este, ahora es fácil acordarse, también fue el peor equipo en anotación de la regular season. En las Finales se ha quedado por debajo de 100 puntos en las tres derrotas y promedia 98,2. Así no se gana un título en 2023. El triple, el arma secreta que lo trajo aquí, lo ha abandonado: 19/60 en los dos partidos de su pista. Y el tobillo de Jimmy Butler tiene que estar francamente mal, porque el alero pasó de un prometedor primer cuarto (9 puntos, 2 asistencias) a demasiados minutos espectrales, ausente: 25+7 y 7 rebotes al final, muy poco para la exigencia del momento, para las capacidades del rival.
El resto fue un quiero y no puedo. Mil intentos de Spoelstra y rectificaciones que acababan no valiendo para nada cuando se miraba al marcador. Los Heat cambiaron la lucha por el rebote, igualaron la anotación en la pintura, llevaron el partido a una cadencia embarrada, multiplicaron el nivel de contacto y lanzaron hombres contra Jamal Murray para evitar una masacre como la del miércoles. Cambiaron muchas cosas… pero no cambió nada. Los Nuggets siempre encuentran una respuesta, un recurso, un martillazo en el momento más oportuno. Gabe Vincent y Max Strus volvieron a estar horribles, así que la versión más guerrera de los Heat, con Spoelstra rebuscando, se formó en torno a la resistencia de Kyle Lowry, el espíritu de Caleb Martin, la intuición de Duncan Robinson y el sacrifico de Bam Adebayo, que trabajó a destajo pero volvió a no lucirle lo suficiente. Sus mil virtudes empañadas por sus problemas para finalizar jugadas, especialmente en el poste y con emparejamientos favorables. El pívot, incansable, acabó con 20 puntos y 11 rebotes. Como su equipo, hizo lo que pudo. Y no fue suficiente.
Una defensa de equipo campeón
Denver Nuggets jugó un partido horripilante en defensa en el segundo, tal vez demasiado querido de sí mismo. Pero lo ha corregido con dos excelentes actuaciones en el lado de la pista que menos fama le da. En Miami, después de perder más de lo que había ganado (19-22) a domicilio durante la regular season, ha sido un equipo duro, ultra competitivo, concentrado y valiente. Un equipo campeón. Apenas ha concedido tiros liberados, ha controlado errores y pérdidas y ha aprovechado cada resquicio, resistido con superioridad cada empujón. El último, cuando el 61-74 del tercer cuarto se convirtió en un 81-86 ya en el último. La grada recuperó el aliento, Butler tuvo un amago (nada más) de resurrección y Jokic se fue al banquillo con cinco faltas. Ahí, en las calderas del infierno que abrasaron a Bucks y Celtics, los Nuggets ni se despeinaron. Pese a estar muchos minutos sin un Jokic brillante pero más humano (23 puntos, 12 rebotes, 4 asistencias) y pese a una anotación baja (15 puntos en 17 tiros) de Murray.
Spoelstra intentó hasta la obsesión el colapso del juego en 2x2 de Murray y Jokic, la llave que abre de par en par las compuertas de los Nuggets. Pero su rival tuvo paciencia y precisión, encontró con esmero las situaciones de anotación, cortes hacia el aro y triples liberados. Murray acabó con 12 asistencias, ha llegado a 10 en los cuatro partidos de la serie y promedia 10,5 por las 8 de Jokic. La firma en una victoria que vale más de medio anillo la pusieron Aaron Gordon y Bruce Brown. El primero, un aspirante a estrella juvenil reconvertido en obrero de primera, acabó con 27 puntos, 6 rebotes y 6 asistencias y apareció en cada trance crucial, el jarro de agua fría que congeló el último músculo en tensión de los Heat. Metió los triples que había que meter, aunque no es lo suyo, leyó rápido todas las situaciones de superioridad, no bajó nunca el nivel de actividad y se hizo fácil de encontrar debajo del aro. Brown, fichado el pasado verano para partidos como este, acabó con 21 puntos en la noche de su vida. 11 en el último cuarto, 8 seguidos desde un 87-94 para aniquilar la última resistencia local.
El lunes se juega en Denver. Los Heat tendrán que buscar algo que hasta ahora no han encontrado en su interior para alargar estas Finales. Tendrán que meter tiros, atacar con más ritmo, rascar más aportaciones individuales, curar el tobillo de Butler y resolver un puzle imposible en defensa, donde no pueden amarrar todo lo que hace su rival y acaban desfondados, elijan la fórmula que elijan. Por el peso de las superestrellas, por la lectura de los secundarios… una muerte por mil cortes. Quedan pocas opciones pero hay que jugar, claro. En Denver, en la Mile High, entre ecos de la fiebre del oro y en la noche de toda una vida para una franquicia, su afición y su ciudad. La cita es el lunes, en Denver.