Dallas Mavericks

Los Mavericks, ¿y ahora qué?

La franquicia texana, ya huérfana de Luka Doncic, lo apuesta todo por el joven Cooper Flag mientras maneja una plantilla llena de unas dudas que son más que lícitas.

Los Mavericks, ¿y ahora qué?
CANDICE WARD
Alberto Clemente
Alberto Clemente es licenciado en Historia y Periodismo por la Universidad Rey Juan Carlos. Empezó su andadura en el periodismo en Cadena SER, donde estuvo de mayo de 2018 a enero de 2019, desempeñando sus funciones en la web, dentro de la sección de deportes. Tras dicha estancia, pasó a formar parte de As, siendo parte de la sección de baloncesto.
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Entre unas cosas y otras, el pasado 1 de febrero la vida cambió para los aficionados al baloncesto en Dallas. Fue ese pequeño detalle de traspasar a Luka Doncic a Los Angeles Lakers lo que provocó que hubiera un cisma en una ciudad volcada con ese hijo pródigo que siempre lo será, pero que al mismo tiempo ha dejado de serlo. Y de repente, todo se vino abajo: Jason Kidd se dedicó a comportarse como si la cosa no fuera con él, Nico Harrison a justificar una decisión injustificable y el resto a hacer lo que podía para salir del paso mientras se constataba el hecho de que se había producido uno de los movimientos más grandes de todos los tiempos. La estrella eslovena hizo lo que pudo en su nuevo destino y durante el verano se ha hecho (más bien, le han entregado), con las llaves de la franquicia. Pero, ¿qué ha pasado con los Mavericks?

De todo, que no es poco. Los meses siguientes todo estaba dedicado a decir que Doncic se cuidaba poco y bebía mucho, que no defendía y que estaba pasado de peso. No coló, pero es el argumento eterno de unos Mavericks que vivieron unos meses horribles y cuyos jugadores parecían empeñados en mirar hacia otro lado y desear que se acabara la temporada para irse de vacaciones y escapar de la tormenta. Y lo consiguieron: se clasificaron en el décimo puesto de la Conferencia Oeste con récord negativo (39-43) y fueron vapuleados en el play in a las primeras de cambio (120-106) contra unos Grizzlies que, simplemente, mostraron más ganas de jugar en un partido al que los Mavericks no se presentaron por mucho que estuvieran en la pista. Al rincón de pensar y a volar. La eliminación de los Lakers en primera ronda frente a los Timberwolves (4-1) permitió que se dejara de hablar tantísimo de lo mismo. Un pequeño respiro a un curso baloncestístico totalmente aciago.

Después de la primavera llegó el verano y después de Luka Doncic, Cooper Flagg. La moneda salió cara en el peor momento y los texanos se hicieron con el número 1 del draft para conseguir a un baloncestista de apenas 18 años que venía de jugar una temporada con los Blue Devils de la Universidad de Duke, en la que promedió 19,2 puntos, 7,5 rebotes, 4,2 asistencias, 1,4 robos de balón y 1,4 tapones por partido. Los que quisieron mirar el vaso medio lleno decidieron ser optimistas. El resto del mundo, se dedicó a ese pesimismo que tantas veces confluye con el verdadero realismo y supo que ese equipo que llegó a las Finales de 2024 por obra y gracia de un esloveno ya ausente iba a tardar mucho en volver a ver la luz. Al fin y al cabo, por muy bueno que sea Flagg y mucha proyección que pueda tener, aquí lo importante son los hechos y para eso hay que verlo en pista. El problema es que el acompañamiento de la estrella en potencia es bastante cuestionable. Por decirlo suavemente.

Una plantilla con muchas dudas

Dicen que Dios aprieta pero no ahoga, algo que no se puede extrapolar a los Mavericks, que apenas un mes después del traspaso de Doncic vieron como Kyrie Irving se rompía el ligamento cruzado anterior de la rodilla, poniendo fin a la pasada temporada y a buena parte de la que acaba de empezar. Lo que significa que el genial base, que firmó una extensión de 119 millones en tres años tras la desgracia, podría volver a inicios de 2026... con casi 34 años, rumbo a su 15ª temporada en la NBA y tras superar una lesión de larga duración. Por mucho que actúe como mentor de Flagg, la perspectiva es verdaderamente desoladora para el equipo de Jason Kidd, un entrenador al que se le acaban los argumentos para defender su figura, que siempre se ha movido en matices de gris y nunca se ha consolidado como alguien fiable. Fue, recordemos, uno de los protagonistas del único anillo de la historia de la franquicia, en 2011 y con Dirk Nowitzki de líder. Pero del pasado no se vive.

Por ahí anda también Klay Thompson, un jugador inequívocamente histórico pero al que también castigaron en demasía las lesiones, que va camino de los 36 años, ya no tiene movimientos laterales para ser el buen defensor que era y tampoco es un seguro a la hora de meter triples, la que otrora era su gran especialidad. Y luego está Anthony Davis, el jugador maldito que ha llegado muy pasado de peso (a saber qué nutricionista tienen los Mavs) al training camp (de éste Nico Harrison no se queja), va a jugar con gafas protectoras lo que sea que le quede de carrera y sigue arrastrando la vitola de hombre de cristal que ya veremos si se quita en algún momento o se queda con él para siempre, además de insistir hasta la saciedad en no jugar de pívot, lo que mejor se le da por mucho que se empeñe en lo contrario. Del resto, más de lo mismo con PJ Washington, Dereck Lively o Daniel Gafford, que supuestamente (siempre en la teoría) apuntalan un extraordinario juego interior. Y el fichaje de un D’Angelo Russell para ser sexto hombre (un rol que a saber si acepta) que ya veremos cómo sale en alguien con talento y muy mala cabeza al mismo tiempo.

En esas están los Mavericks, que han dejado de copar portadas para bien o para mal y que tendrán el ojo de la opinión pública puesto sobre ellos para vete tú a saber qué. Todo lo que les vaya saliendo cruz se achacará a ese infame traspaso que nadie entendió. Y si algo sale bien será porque las cosas van por buen cauce, pero sin tender a la hipérbole porque, salvo sorpresa mayúscula, los texanos no tienen argumentos para poder pensar que pueden optar al anillo. Algo que sí pasaba con Luka Doncic. Pero de nada vale ya lamentarse por los errores del pasado, por mucho que Nico Harrison esté orgulloso de tomar decisiones incomprensibles. El futuro está delante y Cooper Flagg será el encargado de llenar el hueco que dejó de forma obligada el irreemplazable jugador esloveno. Y el resto, intentarán no sufrir los efectos desagradables de la edad mientras procuran tirar de orgullo ante la adversidad. La que vino y la que, y eso pasa siempre en cualquier ámbito, vendrá. Así están las cosas.

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