Linsanity: la leyenda del hombre que destrozó a Kobe
Jeremy Lin vivió dos meses de ensueño en la NBA: de la nada al todo con los Knicks de Carmelo. Su duelo con Kobe, histórico total.
La historia de Jeremy Lin es de una narrativa deliciosa. Nadie ha pasado del ostracismo a la luz de una forma tan clara y rotunda. Pocas veces el tiempo de ensueño fue tan efímero. Y es toda una rareza que las rentas de dichas semanas valgan para embolsarse unos cuantos millones y contar incluso con un anillo de campeón. Fueron dos meses apasionantes, únicos, mágicos, místicos. De un nivel de seguimiento y una atención mediática que desplazó a los favoritos al anillo y dejó en un segundo plano a otros grandes protagonistas de la NBA de entonces. Y hablamos de grandes nombres: la búsqueda del anillo de LeBron James, el gran nivel pero la cercanía al ocaso de Kobe Bryant, los últimos años baloncestísticos de Steve Nash, la resurrección de los Clippers o el nuevo intento de unos Spurs que todavía tenían el último anillo de su particular dinastía pendiente. Todo eso dejó de tener importancia. De repente, lo único que importaba era Jeremy Lin.
El 4 de febrero de 2012, las cosas iban mal para los Knicks. El récord era de 8-15, la llegada de Camelo Anthony y su unión con Mike D’Antoni no se estaba traduciendo en victorias y el sueño de esos anillos, ganados en 1970 y 1973, era cada vez más lejano. Alguno, tímidamente, recordó lo que pasó el año anterior: Raymond Felton fue incluido en el traspaso de los Nuggets que llevó a Carmelo a la Gran Manzana. Con él y Amar’e Stoudemire, D’Antoni desarrolló el juego que le encumbró al Olimpo de la innovación en los Suns del Seven Seconds Or Less: velocidad, pick and roll, el estilo vertical, ofensivo y potente. Felton estaba en 17 puntos y 9 asistencias antes del traspaso; Stoudemire, en 26 puntos y 8 rebotes. Y aunque el récord era de 26-28 antes de la llegada de Carmelo, no mejoró ostensiblemente (42-40 al final) y dejó desdibujado a D’Antoni, que nunca supo cómo utilizar a un jugador de las características del alero.
El entrenador tenía un equipo que no quería y que no le gustaba para la 2011-12. Encima, Stoudemire entró en una espiral de lesiones de la que ya nunca salió y Tyson Chandler era un pívot de un perfil defensivo que no le gustaba a su técnico. Las victorias no llegaban, Carmelo era una gran atracción que no tradujo su fenómeno de masas al nivel deportivo que se presupone de una estrella y las cosas no funcionaban bien. Y ahí, cuando el público del Madison quería la destitución de D’Antoni y los Knicks estaban fuera de playoffs, emergió Jeremy Lin. A la desesperada, cayendo en casa por 16-20 ante los Nets (16-26 unos minutos después) y sin verse capaz de cambiar el rumbo de la situación, D’Antoni miró al fondo más profundo de su banquillo y le dijo a Jeremy Lin que saltara a pista. Nadie sabía quién era. Pero algo había que hacer. Aunque fuera imposible de entender.
Dos meses de ensueño
Lin nació en Torrance, California, pero su ascendencia es china y taiwanesa. Siempre se quiso dedicar al baloncesto, pero las oportunidades eran esquivas y en su primer año de Universidad, en Harvard, le definieron como “el jugador más débil” del equipo. Pero Lin destacó, se graduó en economía y puso rumbo a la NBA. No fue elegido en el draft, pero llegó a un acuerdo con los Warriors, su equipo favorito de la infancia. Apenas disputó 29 partidos en su año rookie con menos de 10 minutos de media. Su mejor actuación sirvió para cerrar la temporada: 12 puntos, 5 rebotes y 5 asistencias en casi 24 minutos de juego. Todas las estadísticas fueron topes de su carrera y le sirvieron para acabar una temporada llena de dificultades y en la que parecía no haber hueco para él en la NBA.
En los Knicks llegó su momento. Antes de ese partido ante los Nets, apenas había contado con protagonismo, participando en apenas 9 partidos y superando los 10 minutos (algo más de 20) en uno solo de ellos (9 puntos y 6 asistencias ante los Rockets). Y, de repente, se convirtió en protagonista indiscutible de una de las narrativas más increíbles de los tiempos modernos: 25 puntos, 5 rebotes y 7 asistencias ante los Nets. 28, con 8 asistencias y casi 45 minutos ante los Jazz. Y así siguió la racha: Lin tiró de desparpajo, demostró una buena visión de juego y una velocidad muy del gusto de D’Antoni, que por fin tenía un base de su agrado y un ritmo de juego que coincidió en el tiempo con una lesión de Carmelo Anthony que le dejó fuera durante 7 partidos. Y en seis de ellos, claro, los Knicks consiguieron la victoria. Mike Breen, comentarista habitual de las Finales con la TNT y comentarista también oficial de los Knicks definió a ese periodo de tiempo como lo que más le había gustado narrar de su carrera. Casi nada.
El duelo con Kobe
Lin vivió su mejor partido de la temporada (y probablemente, de su carrera), ante los Lakers de Kobe Bryant. A la Mamba Negra le preguntaron por el base, que llevaba ya tres partidos estupendos, en la previa y dijo que no le conocía. Hace relativamente poco, D’Antoni reveló hablando con JJ Reddick que Lin tenía pensado responderle al concluir el choque, pero que su veneración y respeto hacia el escolta le hizo contenerse. Bien podría haber cambiado de opinión: 38 puntos, 4 rebotes y 7 asistencias, 13 de 23 en tiros de campo, 2 de 4 en triples y 10 de 13 en tiros libres. La media distancia ya era su amiga, se atrevía desde el exterior y era capaz de finiquitar el contraataque en un solo pase, haciendo vascular el balón de la defensa al ataque con una velocidad pasmosa. Kobe, que empezó con una serie de 1 de 11 en tiros, acabó con 11 de 29 y se fue a 34 puntos (24 en la segunda mitad y 14 en el último cuarto) y 10 rebotes, lanzando demasiado al principio pero dando una lección en el poste alto, en el lanzamiento a media distancia y dejando una asistencia inolvidable a Pau Gasol tras hacerse un autopase con el tablero. Sin embargo, la estrella de los 5 anillos, con 33 años, sucumbió ante el desconocido, de 23.
La ascendencia china de Lin provocó que las audiencias ascendieran de forma increíble en esos dos meses gracias a la gran cantidad de seguidores del país asiático que se unieron a la vorágine de entusiasmo y disfrute que emanaba de un Madison que nunca estuvo tan cerca de ser el epicentro del mundo desde que abandonó sus dorados 70. El aperturismo de la NBA se hizo todavía más grande y la leyenda de Lin, cuya historia es muy acorde a la farándula hollywoodense que se mueve tan habitualmente en la Liga norteamericana (dificultades para empezar, incomprensión, ascendencia asiática...) se hizo muy grande en muy poco tiempo. Todo el mundo hablaba de él, los Knicks conseguían la máxima audiencia cada vez que jugaba y la locura con cada una de sus jugadas, incluido un triple ganador ante José Manuel Calderón en Toronto, eran ya el pan de cada día en una NBA que no espera a nadie, pero de al menos una oportunidad a hombres que se convierten en protagonistas de forma realmente inesperada.
Al final, todo fue efímero. Lin promedió 18,5 puntos y 7,7 asistencias desde el partido ante los Nets, pero sus carencias pronto salieron a la luz: mucho tiempo de bote, inseguridad por pérdidas, mala defensa e irregularidad en el tiro. Sufrió fuertes lecciones ante bases como Rajon Rondo (18+17+20 en un partidazo en el Garden en el que Lin anotó 14 puntos, pero con 6 de 16 en tiros y 6 pérdidas) y se lesionó antes de los playoffs. Carmelo, cuyo protagonismo, pidió su salida y Lin puso rumbo a los Rockets, con D’Antoni haciendo lo propio a una clandestinidad interrumpida por su fichaje por los Lakers. Pero a Lin las cosas no le fueron mal gracias a esos dos meses: 25 millonesen tres años en Houston al lado de un James Harden con el que acabó mal (todo el mundo acaba mal con Harden) y carne de traspaso en los años siguientes. Al final, más de 65 millones en contratos y un anillo con los Raptors en el que tuvo un rol residual, pero que luce en su dedo. Eso, las palabras de Mike Breen, los halagos, los millones y el recuerdo imborrable de unos días extraordinarios. Casi nada.