LaMelo Ball se lo tira todo
El base de los Hornets tiene el promedio de tiros por minuto más alto de la NBA desde los años 60, los tiempos pretéritos de Wilt Chamberlain.


Los Hornets llevan sin ganar una eliminatoria de playoffs desde 2002. En todo este tiempo, se han metido tres veces y las tres han perdido en primera ronda, la última en 2016. Nadie lleva tanto fuera de playoffs y solo los Kings suman tantos años sin pasar ronda, rachas que además seguirán este curso, otro más de tanking para un equipo que apenas consigue ilusionarse con lo próximo que llegue. Veremos con un Draft 2025 muy prometedor, pero lo cierto es que los problemas de la franquicia de Carolina del Norte, ya sin Michael Jordan al frente, van más allá de qué jóvenes llegan, qué entrenadores son elegidos y despedidos… El asunto es más profundo, estructural.
Elecciones altísimas de draft se han ido desperdiciando de forma recurrente: Cody Zeller (cumplidor pero sin nivel de lo que fue, un pick 4), Noah Vonleh, Frank Kaminsky, Malik Monk (que resucitó su carrera en Lakers y Kings), P.J. Washington (languideció hasta que fue traspasado a los Mavericks, donde se ha convertido en un jugador importantísimo en el último finalista de la NBA), James Bouknight… En el último draft fue elegido con el pick 6 el francés Tidjane Salaun, con potencial pero que tiene mucho camino por delante si quiere demostrar que está a la altura de una apuesta tan fuerte (era, en todo caso, un draft flojo), y en 2023 el elegido fue el alero Brandon Miller, trazas de gran jugador (veremos si de estrella) que ha visto su segunda temporada truncada por una grave lesión de muñeca.
Miller fue un acierto porque muchos creían que el número 2 sería un Scoot Henderson que por ahora está siendo una gran decepción en los Trail Blazers. Pero los Hornets se quedaron con la miel en los labios porque acabaron a un paso del 1 que permitió a los Spurs draftear a Victor Wembanyama. Miller, esa es la esperanza ahora en Charlotte, podría formar un núcleo duro prometedor con el pívot Mark Williams (número 15 en 2022) y el base LaMelo Ball (número 3 en 2020). Miller tiene 22 años, Williams 23 (y un camino por ahora muy complicado por las lesiones). Y LaMelo tiene 23, ya una extensión de más de 200 millones de dólares y contrato de megaestrella hasta 2029. Y un acuerdo de 100 millones con Puma. Pero…
Pero, eso: LaMelo, ¿qué? Un all-star en 2022 que podría haber repetido en 2025 (al menos si atendemos al voto popular, se terminó quedando fuera de la elección), Rookie del Año en 2021 y número 3 del draft en aquel 2020 extraño, una generación prácticamente escondida por la pandemia en la que aspiraba al 1. Le pasaron por delante Anthony Edwards (buen ojo de los Wolves)… y James Wiseman (no tan buen ojo de los Warriors). LaMelo es un talento enorme, eso es innegable: tiene puntos, visión de juego… pero los Hornets no dejan de perder, en uno de esos procesos degenerativos en los que se acaban confundiendo el equipo y su estrella: ¿LaMelo no es capaz de hacer que los Hornets ganen o estos son un desastre tan grande que no ganan más a pesar de tener jugadores como él? A las dudas también han ayudados las lesiones (sobre todo de tobillo): el pequeño de la saga Ball solo ha jugado más de 50 partidos dos veces, como rookie (51) y en la temporada 2021-22, la siguiente, en la que tuvo continuidad (75) y fue all-star.
Una producción descontrolada
LaMelo es un obvio productor de estadísticas y es un jugador divertido, con un estilo muy atractivo cuando está fino. En este curso promedia 29,3 puntos (cuarto de la NBA), 5,4 rebotes y 7,6 asistencias. Son números incuestionablemente buenos. Pero vienen con reverso: un pobre 42,1% en tiros de campo con más de 24 lanzamientos por noche; un muy discreto 33% en triples con casi 13 (¡12,8!) por partido; Y 3,9 pérdidas de media. Entre los trece máximos anotadores de la NBA, nadie tiene tantas pérdidas como él. Y es el que más triples tira y el único que pasa de 10 por noche además de (significativo) Brandon Miller (10,9), Stephen Curry (10,8) y Jayson Tatum (10,3). Los tres, LaMelo no, están por encima del 35%.
Ese volumen de tiros (y de errores) proviene de un usage (el protagonismo en el juego de su equipo) totalmente desmedido. 37,5%, el más alto de la NBA por delante de Giannis Antetokounmo (36), Shai Gilgeous-Alexander (33,9) y Cade Cunningham (32,1). Y una cifra que estaría entre las cinco más altas de siempre si se mantiene en la segunda parte de la temporada. Los dos datos más altos son de MVPs: Russell Westbrook en la temporada 2016-17 y el James Harden de la 2018-19 que venía de ganar el premio y quedó segundo en esa temporada.
LaMelo está lanzando 0,7 tiros por minutos, otro dato totalmente desproporcionado que hace plantearse cuánto de lo que hace es verdaderamente beneficioso para su equipo. O, vuelta al mismo debate, cuánto se ve obligado a hacer por lo poca, poquísima cosa que son los Hornets. Solo dos jugadores han lanzado más por minuto en toda la historia de la NBA, Wilt Chamberlain (tres veces) y Elgin Baylor. Dos datos de los años sesenta y de dos históricos. El de Baylor, además, con el asterisco de que (temporada 1961-62) solo jugó 48 partidos. Una muestra menor con menos posibilidades de diluirse en tramos más amplios de partidos. Las cifras de Chamberlain, por otro lado, son siempre de otro mundo, imposibles de trasladar a ningún otro jugador, no digamos de esta época. Sus 0,81 tiros por partido, en esa misma 1961-62 que Baylor, le sirvieron para producir la media de puntos más alta de la historia (50,4).
Fue también la temporada en la que Wilt jugó 48,5 minutos de media (más de lo que duran los partidos sin prórroga porque jugaba todo, hasta los tiempos extra), así que es obvio que la referencia no parezca válida para la dieta de protagonismo y tiros de LaMelo. La duda es si se trata de un jugador tóxico como estrella de un equipo ganador o si es su franquicia la que es tóxica y nos impide ver a un LaMelo más colectivo y controlado. Más responsable y con un mínimo interés por defender. El problema es que, viendo cómo están los Hornets otra vez, seguiremos sin respuesta hasta nueva orden.
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