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La lesión de Kyle Filipowski tras una invasión de pista abre debate en EE.UU.

En la victoria de Wake Forest sobre los Blue Devils la afición local invadió la pista y lesionó a Kyle Filipowski. Duke pide la prohibición de estos actos.

La lesión de Kyle Filipowski tras una invasión de pista abre debate en EE.UU.
GRANT HALVERSONAFP

Se convirtió en una costumbre y ahora no hay quien la pare. En el baloncesto universitario ha ganado, con el paso del tiempo, la tradición de invadir la cancha cuando un equipo de baja calificación vence a uno de los que mejor clasificados están en las listas de temporada. Ya es más un problema que un pintoresco hábito.

La lesión de un jugador de Duke, el prometedor Kyle Filipowski, este febrero por culpa de un aficionado que le arrolló después de la derrota de los Blue Devils en casa de los Demon Deacons de Wake Forest ha abierto un debate a nivel nacional. Las quejas han pasado de estar algo ocultas a copar el primer plano público por esos hechos.

Filipowski tiene un esguince de rodilla y el tobillo tocado. Él y sus compañeros acababan de perder 83-79 en pista contraria siendo seed 8, lo que espoleó a los presentes en la reverenciada pista de Winston-Salem para invadirla. Un aficionado, a gran velocidad, arrolló a Kyle, que tuvo que salir apoyado en los hombros de dos compañeros. En un primer mensaje, en sus redes sociales, aseguró que “esto tiene que cambiar”, algo que en WFMY News elaboró después: “Es absolutamente ridículo cómo se manejó la situación. Yo creo que fue intencionado, absolutamente, algo intencionado. No hay razón por la que vieran a un tío grande como yo intentar irme de la cancha y no pudieran evitarme. No hay excusa”. El debate se elevó cuando también dio su opinión Jon Scheyer, entrenador de Duke: “¿Cuántas veces tiene que pasar un jugador por eso? Ser golpeado, ser empujado, ser amedrentado... Es algo peligroso”.

No es una situación casual ni, para hacer el caso más candente, que haya tenido precedentes alejados en el tiempo. El mes anterior ya le había ocurrido algo parecido a Caitlin Clark, la jugadora de moda en el cuadro femenino después de batir el récord de puntos, en el recinto donde juega Ohio State. Nadie escapa a estos actos.

De problemas pasados se ha vuelto a hablar en el país americano. Se pasan avisos a las autoridades y se investiga, pero las sanciones no pasan de la multa económica. Pese a ello cada vez son más los que critican esta moda por el peligro que entraña para los jugadores que, recién acabado el partido, están a merced del público.

No son pocos los precedentes. A los jugadores de New Mexico State les rodearon en Utah Valley para tomarse la justicia por su mano. Al exNBA Jared Sullinger, según su testimonio, le escupieron en Ohio State. Al periodista Randy Peterson le rompieron la tibia y el peroné en Iowa State. Como guinda de la infamia, en 2004 el estudiante y jugador Joe Kay quedó parcialmente paralítico -sufriendo, entre otros problemas, afasia- y vio arruinada su carrera en el voleibol (el otro deporte que practicaba). Son sólo unos pocos casos de los muchos que se han dado, cada vez más. Durante la regular season son las conferencias las que se hacen cargo de que no haya incidentes de este tipo o de castigarlos si los hubiera; por ejemplo, la SEC tiene tres niveles de multas, 100.000, 250.000 y 500.000, dependiendo de la reincidencia; la ACC era la responsable en esta ocasión, pero no tienen baremos.

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En esta problemática hay dos corrientes: los más puristas, que abogan por la seguridad, y los más fiesteros, que consideran ésa una buena forma de celebrar. El primero en ponerse en contra fue el propio entrenador de Wake Forest, Steve Forbes. En su época Mike Krzyzewski se llevaba a sus jugadores en algunos partidos antes de que sonara la bocina porque veía venir la avalancha. Ha habido otras voces, como la David Jones (Memphis Tigers), críticas dentro del gremio de jugadores, pero también a favor. El internacional canadiense Zach Edey, el mejor jugador de la temporada pasada, considera lo siguiente: “Tener a estudiantes, muchos de ellos borrachos, corriendo por la pista no es muy seguro, pero creo que es parte de la diversión y una razón por la que ir a los partidos”. En la parte femenina la portentosa Angel Reese, que también es una de las destacadas de su generación, fue directamente a la grada a celebrar y dijo después: “Me han pegado. ¿Pero sabéis qué? Ha valido la pena”. También se jalea desde los despachos. Además de no haber solución fácil. ESPN contactó con la directora ejecutiva del Centro Nacional de Seguridad para Espectadores Deportivos, Stacey Hall, y la respuesta ante esta cuestión fue explicativa: “No es económico tener a cientos y cientos de empleados con las manos cogidas alrededor de las canchas a modo de cordón”.

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