La cruda realidad de los Warriors
La situación deportiva no da para pensar en grandes vuelcos milagrosos en el mercado invernal. Curry, Green y Kerr ya hablan del futuro.

Los Warriors estaban 7-1 el 7 de noviembre después de ganar al campeón, Boston Celtics, en el Garden. Y 9-2 menos de una semana después tras embolsar dos triunfos seguidos contra los dos grandes favoritos del Oeste, el mejor de la anterior regular season, Oklahoma City Thunder, y el campeón de Conferencia y finalista de la NBA, Dallas Mavericks. Se decretó el estado de optimismo... que duró solo unos días más: 12-3 el 23 de noviembre, a las puertas del precipicio. Cinco derrotas seguidas cambiaron totalmente el tono de la temporada en la Bahía. Ahora, es un pobrísimo 20-20, y eso después de ganar en Minneapolis a los Wolves, una noche de buenas sensaciones en la que salvaron un final apretado, uno de sus talones de Aquiles, y arreglaron un poco el desastre de su derrota, en el partido anterior, en Toronto contra unos Raptors abandonados al tanking. Y décimo puesto en un Oeste que llegaron a liderar. Ahora en una zona de play in muy comprimida, en la que un partido arriba o abajo lo cambia todo. Eran duodécimos antes de jugar en pista de los Wolves.
El castillo de naipes que habían construido los Warriors para creer que todavía podía estar en el ajo se fue cayendo a base de golpes de realidad. La nueva clase media se fracturó con la grave lesión de un De’Anthony Melton que estaba siendo importante; Y con el bache en el tiro de Buddy Hield, que comenzó la temporada anotando casi cada vez que lanzaba y ocupando en pista parte del espacio, gigantesco, que había dejado Klay Thompson. El tercero, Kyle Anderson, juega poco más de quince minutos por partido.
Los jóvenes no han explotado: Jonathan Kuminga ha ido de menos a más pero sigue lejos del nivel de segunda (o incluso tercera) estrella de un equipo aspirante; Moses Moody nunca se entenderá con Steve Kerr y ha habido más regresión que progreso en las temporadas sophomore de Brandin Podziemski y Trayce Jackson-Davis. Stephen Curry (problemas ya crónicos de rodilla incluidos) y Draymond Green siguen siendo Stephen Curry y Draymond Green, pero resulta evidente que tienen 36 (pronto 37) y 34 (pronto 35) años. Los Warriors tenían claro que necesitarían refuerzos sobre la marcha, después de los patinazos en la caza veraniega (Paul George, Lauri Markkanen). Pero también ha quedado claro que un movimiento menor (la llegada de Dennis Schröder) no es suficiente y que no hay, más allá, grandes opciones a tiro. Cuesta ver a Jimmy Butler, otro nombre que ha sonado porque alguien tiene que sonar, como la pieza capaz de cambiar la dinámica y el techo de la temporada 2024-25 de los Warriors.
Cuando no se puede hacer nada más
Así, que a mitad de temporada y con el cierre de mercado casi encima (6 de febrero), ¿qué pueden hacer los Warriors? Sobre ellos se alarga ya la misma sombra, nefasta desde un puto de vista deportivo, que ha sumergido a los Lakers en una absoluta parálisis en las últimas ventanas de mercado. Estrellas ya muy veteranas y un profundo debate interno centrado en hasta qué punto merece la pena intentar poner al servicio de estas un bloque pueda ser campeón. Más bien, qué opciones reales hay de ello. Nadie dudaría si se abriera una puerta mágica, pero rara vez sucede. Las estrellas siguen siendo excelentes pero ahora lo son, ley de vida, menos; se necesitan mejores secundarios precisamente por eso; el resto de equipos perciben esa urgencia y los precios, por lo tanto, se disparan para posibles traspasos. Acaban quedando opciones que no resultan convincente para pensar en ir a por el título y cuya adquisición dinamitaría el fondo de assets (picks de draft, jugadores jóvenes…) que harán falta en el futuro, precisamente porque se acerca el día en el que esas grandes estrellas dejen de estar ahí. Es un bucle: para los Lakers de LeBron James y Anthony Davis, también para los Warriors de esa dinastía dorada en la que el anillo de 2022 cada vez aparece más como una maravillosa anomalía, extraordinaria, que como parte de una prórroga sostenible. Todo acaba, y los Warriors lo saben. Vienen de una primavera en la que ni jugaron playoffs.
Lo sorprendente no es tanto la materialización de este escenario, que no era precisamente imposible de vaticinar en el inicio de curso, como el hecho de que los tres grandes pilares, tras la salida de Klay, han reconocido básicamente a la vez que las cosas están como están y que seguramente lo mejor es no tocar nada. Las estrellas suelen vivir con angustia la cuenta atrás de sus días de máxima competitividad, y los entrenadores se juegan el puesto, básicamente, cada temporada. Unos y otros suelen apretar para tener refuerzos, impulsos. Y si es a costa de los planes de futuro, ya se preocuparán por eos eso que vengan después. Pero Stephen Curry, Draymond Green y Steve Kerr han coincidido en que el equipo no debería hacer nada por una urgencia relacionada con ellos. “Nunca he visto a un jugador de la talla de Curry hablar así”, dijo sorprendido el periodista Brian Windhorst (ESPN).
Suena a bandera blanca, a rendición. A que los tres prefieren convertirse ya en algo más que valores deportivos de la franquicia, vocalmente parte de ella (ya lo eran en realidad, obviamente) a nivel institucional. A que han optado por vender una versión elegante de unos planes que eran inevitables porque el mercado no ofrece joyas diferenciales y la situación del equipo invita a ver demasiado grande el salto entre lo que hay en la casa y lo que tienen en nómina los verdaderos aspirantes al título. Incluso se podría pensar (sucede a veces) que es un esfuerzo por ponerse la piel de cordero y abaratar lo que pueda haber a tiro, un intento por separar la angustia de las negociaciones. Pero, sinceramente, no parece el caso. Algunos incluso creen que las palabras de Curry abren la puerta a una retirada realmente cercana, antes de lo previsto e incluso al final de esta temporada. Conviene recordar, a este respecto, que tiene dos años más de contrato por 58,6 y 62,5 millones de dólares.
Las palabras de Curry, desde luego, resultan sorprendentes desde el punto de vista de una estrella que sabe que se agotan sus opciones de ganar otro (en su caso, el quinto) anillo de campeón: “Tenemos la responsabilidad de que esta franquicia siga en una buena situación en el largo plazo. Si hubiera algo a tiro que tuviera sentido para nosotros, estoy seguro de que lo sabríamos. Es como siempre hemos operado. No podemos hacer movimientos desesperados que hipotequen el futuro. Hay que pensar en la situación en la que vamos a dejar la franquicia cuando nos vayamos. Eso no implica que no queramos mejorar, que no nos mantengamos activos para ver si surge la oportunidad. Pero eso no es lo mismo que estar desesperado, que ir regalando piezas valiosas para el futuro solo porque hay que hacer algo. Queremos ser campeones, pero estamos en el tramo final de nuestras carreras, nos hacemos viejos. No podemos estar desesperados, tenemos que tener paciencia, dejar que los jugadores jóvenes maduren. Sé que Mike Dunleavy está siempre colgado del teléfono. Es lo que hacen los buenos general managers. Pero eso no significa que haya que hacer locuras”.
Estas palabras, después de perder contra los Raptors, hicieron tanto ruido que el propio Curry hizo un apaño, más una corrección que una rectificación, después de ganar a los Wolves: “El que crea que me parece bien estar en un equipo mediocre, está completamente loco. Las webs para hacer traspasos (trade machines) son muy divertidas, pero ¿para qué sirve eso en realidad? Tenemos que hacer nuestro trabajo y sacar las cosas adelante. Mike Dunleavy hará lo propio también. Y ya veremos dónde y cómo acabamos. Todos esos dedos de Twitter que nos señalan con los traspasos que tendríamos que hacer, ya pueden callarse y dejar que solucionemos las cosas. Porque seguimos teniendo la máxima confianza en que podemos ganar a cualquiera”.
Antes, Draymond Green se había expresado en el mismo sentido con el periodista Vince Goodwill, de Yahoo: “Lo mejor es que Steve Kerr, Curry y yo podemos hablar, plantearnos si hay que tirar la casa por la ventana y poner en riesgo el futuro de esta franquicia, presionar para ir a por todas como sea. Pero eso es lo que hacen los malos equipos, las malas franquicias. Y nosotros no somos ninguna de las dos cosas. Si se hace algo, tiene que ser de la forma correcta. No vamos a volvernos locos y tomar malas decisiones solo porque entremos en pánico. Así es como pierdes cinco o siete años en el desarrollo de una franquicia”.
Y Steve Kerr, por su parte, tampoco ha hecho nada por evitar esa sensación crepuscular que se abate sobre estos Warriors que llegaron a parecer interminables: “Curry adora la idea de ser jugador de los Warriors toda su carrera. Creo que eso es algo que significa mucho para él. Eso hace que sea único, diferente. Y por eso no está pidiendo a la franquicia que lo traspase todo para conseguirle a él más ayuda en pista. He hablado mucho con él y con Green y estoy impresionado con cuánto quieren a los Warriors y cuánto piensan en el futuro de la franquicia. Otros jugadores en su lugar estarían pidiendo que se reventara todo y se fichara y se hicieran traspasos. Pero ellos no son así, y creo que es así en parte porque llevan toda la vida en los Warriors. Eso pasa cuando un jugador solo lleva una camiseta. ¿Veis ahora a Dirk Nowitzki viendo los partidos de los Mavericks, a pie de pista como un aficionado más? Eso es genial. Y así es como creo que van a ser Steph y Draymond cuando se retiren. Van a ser fans de los Warriors y van a estar siempre pensando en qué es lo mejor para la franquicia. Todos vamos en la misma línea. Jugadores, directivos, propietarios... stamos juntos en esto y se tome la dirección que se tome, iremos juntos en esa dirección. Mi fe es máxima en esta organización y que se hará lo que sea que es lo correcto. Y, a veces, lo correcto es no hacer nada. Todo depende de qué es lo que se puede hacer. Es una situación muy difícil y muy particular. Y tampoco es culpa de nadie. Sería muy irresponsable hipotecar el futuro solo por un intento a lo loco ahora”.
También como Curry, Kerr hizo una pequeña enmienda a estas palabras después del partido de Minnesota: “Espero que no se está haciendo una mala interpretación y se crea que no estamos peleando y haciendo todo lo posible para hacer que esto funcione. Parece que la narrativa ahora es que los Warriors se han rendido y no es el caso. Simplemente, no queremos destrozar el futuro de la franquicia”. Pero lo cierto es que ni él ni Curry cambiaron el discurso sobre lo que está por venir y los posibles movimientos de la franquicia en el mercado de invierno. Simplemente remarcaron, algo que es obvio, que mientras estén allí intentarán que, con lo que tienen, el equipo esté al mejor nivel posible. Y está claro también que un jugador como Stephen Curry (porque, además, es así) va a pensar cada vez que pise una pista de baloncesto que puede salir de ella victorioso, contra cualquiera. Es probable, seguramente, que también haya algo de optimismo tras una buena victoria contra los Wolves y, desde luego, de movimiento de relaciones públicas tras la marejada del día anterior, cuando se hilaron las palabras del base, el entrenador y Draymond Green.
Por último, y por si hacía falta alguna confirmación más de hacia dónde sopla el viento en San Francisco, ha apuntado en la misma línea el periodista Tim Kawakami (The Athletic), con obvias conexiones desde hace años con el propietario de la franquicia, Joe Lacob: “No sé si es posible poner a estos Warriors en situación de ser competitivos esta temporada. No sé si hay una forma de hacerlo que esté dentro del mundo de lo real. La situación no es buena, pero los Warriors no quieren sacrificar la opción de optar a algo más grande después, o arriesgarse a que Jonathan Kuminga acabe siendo una estrella en otro sitio, solo para lograr una mejora marginal esta temporada”. Parece que las cosas están claras en la Bahía y que, salvo que surja una oportunidad que ahora mismo resulta improbable, se ha llegado a la conclusión de que el equipo está lejos de poder competir a lo grande y de que toca, aunque sea difícil de gestionar en el día a día, pensar en el mañana y no en el hoy. Si lo dice hasta Stephen Curry...
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