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NBA | GOLDEN STATE WARRIORS

Klay y el hundimiento del Titanic

El escolta cuaja una actuación nefasta y los Warriors dicen adiós a la temporada antes de replantear un futuro en la que nadie sabe que pasará con el que en su día fue un pilar fundamental de la dinastía.

Klay y el hundimiento del Titanic
EZRA SHAWAFP

Nadie le puede reprochar nada a Klay Thompson. El veterano escolta, curtido en mil batallas, ha pasado en los últimos años por una lesión del cruzado y otra del tendón de Aquiles, dos que llegaron una detrás de otra y que ya de por sí, por separado, son de las más peligrosas a las que se puede exponer un jugador de baloncesto. Por eso el descenso de su nivel tras el retorno ha sido lógico. Pero eso no quita, claro, que el naufragio haya sido tan grande que genera tristeza ver a alguien que lo fue todo en su momento, y pulula hoy por la pista con una versión absolutamente fantasmagórica. Una pena para un hombre que en la derrota de los Warriors ante los Kings (118-94) se ha quedado en 0 de 10 en tiros de campo, 0 de 6 en triples y un -12. Números que distan mucho de los que tenía entonces un jugador que decidía eliminatorias, era esencial en los partidos importantes y aparecía siempre para sostener lo que es hoy una dinastía que ha pasado del declive a su peor final.

Igual que el Titanic en 1912, Klay se ha hundido. Ya no hay aristas ni justificaciones para valorar a un jugador que en su día sumó 5 All Stars (todos ellos consecutivos), ganó el Concurso de Triples de 2016, apareció dos veces en el Tercer Mejor Quinteto de la NBA, una en el Segundo Mejor Quinteto Defensivo y formó parte de la plantilla de Estados Unidos que se hizo con el oro olímpico en Río de Janeiro. Un currículum excelso que terminó a 2:22 del final del tercer cuarto de las Finales de 2019, cuando intentó un mate pero recibió una expeditiva falta de un Danny Green que enseguida fue a disculparse. Su imagen regresando del túnel de vestuarios para lanzar los dos tiros libres, visiblemente cojo, y su salida posterior entre los aplausos del antiguo Oracle, que vivió entonces su última noche y el anillo de los Raptors, forman parte de la historia reciente de la mejor Liga del mundo. Pero también supuso el final de un escolta legendario, único. Y de uno de los mejores tiradores de todos los tiempos.

Al poco rato se confirmó que Klay se había roto el ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda y que se pasaría en blanco toda la temporada 2019-20. Cuando ya estaba en las últimas fases de su recuperación, realizando entrenamientos con balón, se rompió el tendón de Aquiles. Y no regresó hasta el 9 de enero de 2022, tras más de dos años alejado de las pistas. Los Warriors conquistaron ese anillo, el cuarto de la dinastía, la última que ha visto la NBA en su larga historia. Pero Klay ya no era el mismo: sus movimientos laterales defensivos habían bajado y ya no era el hombre que protegía a Stephen Curry de la estrella rival. y sus porcentajes en el triple, que siempre fueron superiores al 40%, decayeron por debajo de esa cifra. Ese hombre al que llamaban Game Six Klay por sus espectaculares actuaciones en playoffs (con los 41 puntos y 11 triples ante los Thunder en 2016 siempre en el recuerdo) se quedó en nada. Y el tremendo esfuerzo que ha tenido que hacer para seguir siendo competitivo ha causado mella. En el recuerdo, los 37 puntos en un cuarto (récord de la NBA) o los 14 triples en un partido (récord de la NBA). Eso siempre.

Klay ha promediado 17,9 puntos esta temporada, su menor cifra desde su año sophomore. Los 0 puntos ante los Kings no eran tal desde su temporada rookie. Se ha hartado a lanzar triples con mucho miedo al contacto, a la penetración, a volver a lesionarse. Steve Kerr incluso le ha llegado a sacar desde el banquillo en algunos partidos, lo que aumentó su productividad durante un tiempo corto. En los últimos ocho partidos que ha disputado, con seis victorias para los Warriors, se fue a 21,9 puntos con más del 41% en triples. Pero todo fue un espejismo: en el momento de la verdad, ese en el que aparecía su mejor versión, se ha hundido. Cuando más se le necesitaba, cuando más apretaba el público ajeno y las defensas se hacían más férreas, con una mayor exigencia física, ha perecido. Allí donde forjó su leyenda ha visto su final. Uno que no sabemos cuándo llegará... ni dónde. Lo que sí sabemos es que ya no es el que era. Por desgracia.

Un futuro incierto

los Warriors le dieron a Klay, cuando estaba lesionado, un contrato de 189 millones en cinco temporadas. El escolta ha ganado más de 225 millones de dólares durante su carrera deportiva, una cifra enorme motivada también por los nuevos convenios, la bonanza de la NBA y los históricos contratos televisivos firmados. Pero es agente libre este verano y su futuro pende de un hilo. “Ojalá podamos volver a firmar a Klay. Steph y Draymond ya están bajo contrato. Ojalá podamos volver a tenerlo con nosotros el año que viene... necesitamos que regrese. Todavía le quedan buenos años. Sé que hablo por todos en la franquicia: lo queremos de vuelta”, ha dicho Steve Kerr tras la derrota ante los Kings. El entrenador se ha volcado con el jugador, al igual que sus compañeros. Y ha sido el eternamente cuestionado Draymond Green el que ha asegurado que no se imagina un futuro sin el big-three original.

La situación es la siguiente: los Warriors pagan 200 millones en contratos y otros 200 en el impuesto de lujo, han formado la última parte de la dinastía a golpe de talonario, dejaron ir a Jordan Poole y se quedaron con Draymond Green, tienen más de 175 millones comprometidos en salarios para la temporada que viene y más de 115 para la 2025-26. También han renovado a Steve Kerr por dos temporadas y 35 millones. Y ya no cuentan con Bob Myers, hacedor en los despachos del proyecto, que se marchó el verano pasado, quizá pronosticando que la dinastía estaba dando sus últimos coletazos. Además, Curry cumplirá 37 años durante la temporada que viene, cuando Green tendrá 36. Y eso sin hablar de Chris Paul, que en 19 temporadas en la NBA lleva 0 anillos y nadie sabe si seguirá u optará por la retirada. Sólo Vince Carter (21) y Jamal Crawford (20) jugaron tanto sin ganar, una maldición inherente a un jugador que la ha alargado en Golden State.

El componente emocional de las dinastías es un factor a tener en cuenta. Los Lakers de Shaquille O’Neal y Kobe Bryant se separaron por diferencias irreconciliables y los Bulls de Michael Jordan por la guerra interna con Jerry Krause y la llegada del lockout de 1999, el primero que acortó la temporada. Pero a los Spurs de Tim Duncan se los comió el tiempo y no sería extraño que el último vestigio de la dinastía decida irse como llegó, con su trío particular de jugadores y el entrenador que los llevó a lo más alto. Antes, competían por el anillo (hasta seis Finales). Ahora, por quedar décimos. En una temporada en la que han ganado 46 partidos y han sido el cuarto mejor ataque de la Conferencia Oeste... pero la quinta peor defensa. Si quieren seguir juntos, la pelea en el futuro va a tener la misma pinta. Y no sería reprochable: Stephen Curry ha promediado más de 26 puntos por partido y sigue dando espectáculo. Disfrutar de eso es un final tan bueno como cualquier otro.

Ahora bien, ¿renovarán los Warriors a Klay Thompson? El escolta ya ha perdonado dinero en el pasado, como hicieron todos los miembros de la franquicia con la llegada de Kevin Durant y el difícil equilibrio contractual que ello suponía. El jugador puede decidirse a permanecer en el equipo del que nunca ha salido firmando por el mínimo de veterano. Y eso, sin saber qué va a pasar con un Andrew Wiggins lejísimos de su mejor nivel o un Jonathan Kuminga que nunca ha sido de los favoritos de Steve Kerr. Al final, los Warriors están eliminados, pero también nostálgicos. Y quizá, sólo quizá, la mejor forma de irse sea hacerlo como llegaron. Con ganas, ilusión y mucho corazón. Eso no va a dar más anillos, pero el currículum de la dinastía es lo suficientemente largo y extenso como para poder fardar de ello eternamente. Y Klay es toda una leyenda. Por mucho que haya tocado fondo en un hundimiento absoluto. Como el del Titanic.

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