Jordi Fernández y los peligros del futuro
Un pésimo inicio de temporada ya ha abierto en los Nets debates muy incómodos por mucho que el ‘tanking’ haya sido planificado desde los despachos para apuntar alto en el Draft 2026.


Brooklyn Nets, a la octava, ganó. Y dejó su balance en 1-7, el mismo que el de su víctima, Indiana Pacers. El finalista de la NBA que está en barbecho por culpa de las lesiones y que, como el que no volverá seguro este curso es Tyrese Haliburton, va a ir poniendo al menos un ojo, y seguramente parte del otro, en el próximo draft. Uno para el que, unos días antes de la lesión de su estrella, en plenas Finales, recuperó su pick a costa de unos Pelicans que, a base de hacer operaciones o absurdas o de mal timing, se quedaron sin esa ronda pacer que puede acabar siendo muy valiosa y, de rebote, sin la suya propia. Que también huele a muy alta. Y el draft 2026 promete emociones fuertes: Darryn Peterson, Aj Dybantsa, Cameron Boozer, Nate Ament, Koa Peat… carburante para tanking.
En esa misma cuenta están los Nets, 1-9 ya, después de perder en sus siguientes partidos, contra los Pistons (-18) y los Knicks (-36). Enfilados hacia el próximo draft, a ver si hay más suerte. La pasada temporada, mientras se colaban intrusos como los Mavericks y los Sixers, los Nets acabaron con el pick 8 a pesar de que tenían más de 37% de opciones de pescar en el top 4 y de que las matemáticas les situaban como ubicación más factible en el mismo 6 desde el que llegaban a la lotería después de un curso en el que pusieron de verdad en marcha la reconstrucción y, después de un buen inicio de temporada, diseñaron una caída que acabó en un balance de 26-56. Fue, claro, la primera temporada de Jordi Fernández en el banquillo. Un hito histórico para el baloncesto español pero una situación peliaguda: el de Badalona firmó para dirigir esta travesía por el desierto. Así suelen ser muchos saltos del rango de asistente premium al de head coach. Nunca es fácil, pero la regeneración era obligada. Desde 2019, cuando a Kevin Durant y Kyrie Irving no les cayó en gracia Kenny Atkinson, han pasado por el banquillo, además del ahora entrenador de los Cavaliers, Jacque Vaughn (dos veces), Steve Nash (al que las estrellas trataron más como a un igual -y eso si acaso- que como a un superior) y Kevin Ollie.
Después de la primera temporada sin playoffs en seis años, el neozelandés Sean Marks, general manager, encargó a Fernández una refundación que apuntaba, primero, al draft de 2025. Pero el español, con un ejercicio de pizarra brillante, puso al equipo en un dignísimo, e inesperado, 9-10 después de 19 partidos. Pero, porque era lo que tocaba y tampoco era cuestión de ganar más de la cuenta, fueron saliendo jugadores como Dennis Schröder y Dorian Finney-Smith del mismo modo que en el verano había cruzado la ciudad Mikal Bridges, que se fue a los Knicks a cambio, un botín, de cuatro primeras rondas no protegidas, dos intercambios (uno con protección top 4) y una segunda ronda. El pistoletazo de salida de los tiempos de limpieza; un primer encargo para Fernández que había incluido, en el barullo de esa gran operación de Bridges, un trato con Rockets y Suns para recuperar unas primeras rondas propias de 2025 y 2026 que estaban desde 2021 en Texas por el maltraído trade que llevó a Brooklyn, apenas en tránsito hacia Philadelphia (donde estuvo apenas en tránsito hacia Los Ángeles) a James Harden. A cambio, los Nets dieron primeras de 2027 y 2029 que eran de Suns y Mavericks por operaciones anteriores (Kevin Durant, Kyrie Irving).
Un manejo con sus recovecos… pero un mensaje muy claro: cuando un equipo entrega material de draft futuro para recuperar sus propias rondas en el corto plazo, es obvio que sabe que va a ser malo, que quiere ser malo y que tiene claro que la capitalización de esa miseria (vía draft) tiene que ser propia. En el lado contrario está el riesgo de acabar, por ejemplo, como estos Pelicans 2025-26 que han empezado de forma penosa (otra vez) la temporada y que podrían acabar en una de las mejores posiciones del draft… con un pick que iría regalado a los Hawks. Amarrada su ronda de 2025 y planificada una buena dieta de derrotas más allá del primer tercio del curso, el premio del pick 8 pareció pírrico, y más en un año en el que todos soñaban (fue para los inesperados Mavs sin Doncic) con Cooper Flagg.
Victorias que llegarán con cuentagotas
El caso es que, en el año II de ese proceso miserable que sueña con un futuro mejor, uno de esos que muchas veces no acaba materializándose, los Nets necesitaban una victoria. Habían perdido sus siete primeros partidos y todo, métricas y sensaciones, apuntaban (y siguen apuntando) a temporada de muy poquitas alegrías. Y a ver qué pasa en el draft (el mantra de los próximos meses: Peterson, Dybantsa, Boozer…). Pero ese 0-7 alargaba la sombra del 0-18 de la temporada 2009-10, un peor inicio de siempre que después igualaron los Sixers 2015-16, los del tanking industrializado de Sam Hinkie, el finalmente fallido Proceso, demasiadas alforjas para un viaje que no ha incluido ni un solo trayecto a las finales de Conferencia. Para quitarse eso de encima, lo que apuntaba a cuenta atrás hacia ese ignominioso 0-18, los Nets tenían que ganar. Y los Pacers suponían un día propicio, uno de los pocos en el calendario. Por eso Jordi Fernández (42 años) celebró una victoria que era un poquito más que eso: “Hemos hecho un gran esfuerzo colectivo, un gran trabajo de equipo. Estoy muy orgulloso y muy feliz por el grupo, es especial formar parte de una victoria así. Ganar da energía”. Así de mal estaban las cosas.
El contraste es muy obvio con las declaraciones, solo unos días antes, de un entrenador quemado más por la imagen que por las derrotas, que barruntaba lo largo que se va a hacer un proceso que es distinto sobre un Excel, en la teoría de los despachos, que noche tras noche en pista en temporadas agotadoras de 82 partidos. Las peores hasta ahora, por cierto, el 7-59 de Charlotte Bobcats en la 2011-12 y el 9-73 de los Sixers en la 1973-74. “No estoy consiguiendo que juguemos duro. Intento hacer las preguntas adecuadas, quiero que juguemos duro y que, a partir de ahí, sea lo que sea. Pero no puede darme igual el resultado si no hay ningún esfuerzo, si no defendemos”. O esta otra: “Queremos crear unos hábitos ganadores que ahora mismo no tenemos. De hecho, estamos muy lejos de eso, en el polo más opuesto”.
Estas palabras del entrenador no se entienden sin las del propietario, Joe Tsai, cofundador de Alibaba, antes del pasado draft: “Estamos en un año de reconstrucción. En 2025 vamos a usar los cinco picks de primera ronda que tenemos y en 2026 tenemos otro que esperamos que sea muy bueno”. La única forma de que sea muy bueno es perder mucho… y cruzar los dedos cuando llegue la lotería. Así que la hoja de ruta estaba escrita, sin disimulo, antes de empezar. En un caso así, el objetivo del entrenador es sobrevivir a ella. Por lo dicho: no es lo mismo decirlo que hacerlo; el desgaste, profesional y humano de las derrotas apiladas en formato montaña es enorme. Y hay muchos casos de entrenadores que dirigen esas fases de braceo miserable y son despedidos justo cuando empieza a amanecer: porque cuando llegan nuevos aspirantes a estrella, los aficionados prefieren que todo sea nuevo, a estrenar. O porque las zozobras provocan cambios en los despachos y los nuevos ejecutivos no suelen estar cómodos con los equipos técnicos de sus predecesores.
El difícil rompecabezas de los jóvenes
La prueba de que la cosa será peliaguda es que hubo críticas hasta en la victoria: Fernández ha ido recurriendo a los más veteranos, los más preparados para jugar minutos NBA ahora en un equipo con ocho jugadores de 22 años o menos y cinco rookies de primera ronda, algo inusual… y peligroso. Con tres bases de menos de veinte años y una media de edad total entre las más bajas de la historia. Para poner fin a la mala racha, los minutos principales se los llevaron Terance Mann, Nic Claxton, Michael Porter Jr o un Noach Clowney que tiene todavía 21 años pero al que algunos ya ubican, las prisas por reconstruir, en el régimen anterior. Cam Thomas se lesionó nada más empezar, problemas en unos isquiotibiales que le hicieron perderse 59 partidos la temporada pasada. El escolta es un anotador (21,4) en formato agujero negro: pese a que tiene mucho la bola en sus manos, no pasa de 2,6 asistencias de media. Con él en pista, los jóvenes se quedan sin protagonismo y hunden sus números de actividad y de eficacia.
Thomas tiene solo 24 años, y los Nets no tienen ninguna gana de convertirlo en parte integral de su futuro aunque él se siente una casi estrella por, y solo por eso, su capacidad para meter muchos puntos: este verano era agente libre restringido y no hubo acuerdo para firmar una extensión que nunca llegó. Tampoco ofertas interesantes de otras franquicias. Así que el escolta juega enfadado, con un contrato de solo un año y seis millones de dólares cuando quería moverse ya en el rango de los 30-40 anuales.
Antes de su victoria contra los Pacers, los Nets tenían la peor defensa de la NBA y uno de los ocho peores ataques. Y el segundo peor net rating por detrás de unos Pelicans que también han rascado, en los últimos días, un par de victorias. El verdadero galimatías, el asunto que puede abrasar a un Fernández con el que los Nets van a tener paciencia (es obvio que nada de lo que sucede es, por ahora, responsabilidad suya y la temporada pasada dejó trazas obvias de muy buen entrenador) es ese atasco de rookies: cinco de primera ronda, todos verdes y muchos en la misma posición. Además, la más complicada (la de base), además, para los jugadores jóvenes; seguramente en la que los dolores de crecimiento afectan de forma más directa al rendimiento total del equipo. No es normal que una franquicia tenga tantos picks de primera ronda en el mismo draft, y tampoco que decida usarlos, todos, en elecciones propias en lugar de intercambiarlos en otras operaciones. Pero los Nets optaron por eso: muchos nuevos, a ver qué pasa, sin el techo de talento que habría dado una elección top 5.
La joya de la modesta corona es Egor Demin (19 años), el ruso de notable potencial que pasó por la cantera del Real Madrid antes de su año en College y que fue elegido con ese número 8 que supo a poco; el base francés Nolan Traore (19) fue el pick 19; el base israelí Ben Saraf (19), el 26 y el ala-pivot Danny Wolf (21), el 27. Además, los Nets controlaban un pick 22 con el que eligieron al swingman Drake Powell (20). La franquicia, que nunca había hecho más de tres elecciones de primera ronda en un mismo draft, tenía que acomodar a cinco nuevos, muy jóvenes y algunos sin ninguna experiencia en Estados Unidos. Y al menos dos bases puros y (Demin) un forward con perfil de generador. Las oficinas parecieron disparar a mayores: que alguno salga bien, aunque sea por insistencia. Y el encargado de gestionar esa insistencia es Jordi Fernández. Y es difícil.
Porque en cuanto ha llegado la primera racha dura de derrotas, los jóvenes han sido enviados o a la G League o al banquillo. En la primera parte de la única victoria, contra los Pacers, solo jugó uno, Demin, y apenas seis minutos. Así que las críticas llegan, en ese caso, porque ganar sin desarrollar el talento nuevo, el que puede importar para el futuro, parece un ejercicio de futilidad. Si los jóvenes no juegan, no se desarrollan; si lo hacen un equipo desestructurado y anti competitivo, da la sensación de que tampoco. ¿Entonces? Los entrenadores, y Jordi Fernández está en eso, intentan que su vestuario no sea un funeral cuatro días a la semana, que se desarrollen hábitos y se aprendan algunos principios incuestionables; que se cumpla con la profesión como más o menos se pueda. Y eso muchas veces implica poner en pista a veteranos con menos techo pero al menos algo de presente. Los que seguramente serán traspasados antes del cierre invernal porque se les rasca algún valor y porque entonces, con la primavera más cerca, en los despachos entran las ganas de no sumar victorias que no sean las justísimas, con cuentagotas.
En algún momento, antes o después pero casi siempre, esas dinámicas generan tensiones que apuntan a unos banquillos que acaban desgastados por mucho que perder fuera el plan. Ya está dicho: una cosa es decirlo y otra hacerlo, muchas noches, en realidad casi todas, entre octubre y abril. Cuesta salir al menos lo suficientemente limpio de estos trances, no digamos si encima las bolas de la lotería del draft vuelven a conspirar en contra cuando llegue mayo. Pero esa es la apuesta de Jordi Fernández. Él ya ha enseñado que lleva dentro un muy buen entrenador NBA. Ahora es cuestión de que los tiempos de los Nets y los suyos, siempre es así en estos trances, no acaben en carriles diferentes. Por ahora, el inicio de temporada ha sido duro, complicado y peligroso. Pero queda mucho, seguramente para lo malo… pero tal vez también para lo bueno.
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