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BOSTO CELTICS

“Ime Udoka está acabado”

Un agente deja claro que no ve posible que, ante las informaciones que siguen apareciendo sobre su comportamiento, Udoka vuelva a entrenar.

“Ime Udoka está acabado”
Scott TaetschGetty Images

El 10 de junio, los Celtics tenían un pedazo de anillo en el bolsillo: ganaban 91-86 en el ecuador del último parcial del cuarto partido de las Finales 2022 que, entonces, dominaban 2-1. Olía a 3-1, a tres match points contra un rival superado por la mística del Garden y por el físico espartano de unos Celtics embalados. Entonces sucedió Stephen Curry, que en un puñado de minutos cambió ese partido (97-107) con una actuación que ya es historia de las Finales (43 puntos, 7 triples) y cambió, sobre todo, la inercia de una serie en la que los Celtics no ganaron más: 4-2 para los Warriors, caída al vacío de los verdes. Tan cerca, tan lejos. El deporte.

Recompuestos y conscientes de que tenían que afirmarse en la pole position para la nueva temporada, los Celtics hicieron los deberes, reforzaron el equipo con un excelente manejo de los márgenes (Malcolm Brogdon, Danilo Gallinari) y se prepararon para cruzar la última frontera. Allí seguía, al fin y al cabo, un núcleo durísimo (los Jays, Tatum y Brown, Marcus Smart, Robert Williams y un Al Horford de 36 años) a las órdenes de un entrenador de solo 45 años y con, o eso parecía, un futuro luminoso por delante: Ime Udoka. El hombre que había metido aguas termales en un vestuario que había sido volcánico, aparentemente (desde fuera) tóxico. Que había construido en solo un año un bulldozer defensivo de los que ganan títulos a pesar de un inicio horripilante y de acercarse a Navidad con la soga al cuello. Sus Celtics eran los que acabaron 28-7 en los últimos 35 partidos de Regular Season, los que reventaron las métricas defensivas y se instalaron en la elite también en las ofensivas y los que barrieron en primera ronda a los Nets, la hoguera de las vanidades de Kevin Durant y Kyrie Irving. También los que supieron sufrir como condenados después contra Bucks y Heat. Una factura que, en lo físico y puede que también en lo mental, pagaron después en unas Finales en las que pasaron de volar a gatear.

De repente, un terremoto gigantesco

Aparentemente, los Celtics habían conseguido algo francamente difícil: una revolución interna perfectamente ejecutada en la que Brad Stevens pasó del banquillo a los despachos y atrapó a su sucesor, el pujante Udoka, para construir una nueva y aparentemente muy larga línea temporal. De eso hace poco más de un año.

Desde el 1-2 en las Finales, han pasado menos de cuatro meses. Los Celtics le dieron vueltas a un posible traspaso por Kevin Durant que en todo caso incluiría a un Jaylen Brown que se hastió de lo que eran rumores… pero también de lo que eran certezas. El negocio NBA es así, ya se sabe, pero las anteriores veces en las que Brown había sonado como moneda de cambio no tenía el estatus que seguramente ya se había ganado la temporada pasada, en los últimos playoffs. Un jugador puede pensar que es un síntoma de lo bueno que es que se le considere la pieza esencial de un traspaso por el mismísimo Kevin Durant. Pero eso, en la mente de los jugadores, rara vez funciona así.

Después, Gallinari se rompió los ligamentos de la rodilla en la preparación del Eurobasket con Italia, Grant Williams no alcanzó acuerdo de extensión (17 de octubre como fecha tope o será agente libre restringido el próximo verano), Robert Williams ha tenido que volver a operarse de la rodilla izquierda, la que llevó al límite para jugar (lesionado) en las Finales (y en las series anteriores, entrando y saliendo) y que ahora le tendrá parado por un plazo que puede irse más allá de Navidad. Y, claro, Udoka ha salido de la franquicia en medio de un escándalo mayúsculo. Una brecha en el código interno de la franquicia por una relación con una empleada, y algunos detalles de comportamiento intolerable por su parte, que le deja con una sanción de un año que todo el mundo ve como un despido en diferido: parece imposible (improbable como mínimo) ver a Udoka de vuelta en la franquicia dentro de doce meses. Hola, qué tal, ¿cómo han ido las cosas por aquí?

No solo eso: si cuando se conoció su sanción surgieron voces que situaban a Udoka como un caramelo para cualquier banquillo que quisiera cambiar de inquilino en el medio plazo, los detalles que se van conociendo de su comportamiento en su año al frente de los Celtics pueden estar, en realidad, poniendo la puntilla a lo que parecía una brillante trayectoria como entrenador. Un agente, de forma anónima, se lo ha dejado claro al periodista Ethan Strauss en el podcast de este: “Dadas las informaciones públicas y lo que se va sabiendo en privado, está acabado, no va a volver a entrenar en la NBA. Y hay más gente que lo está diciendo ya. Nadie puede predecir el futuro, pero es como todo el mundo empieza a verlo ya”.

Will Hardy, el segundo de Udoka la temporada pasada, se ha ido a los Jazz. Desde la dirección de los Celtics se tanteó a Brad Stevens para ver si podía regresar al banquillo, pero este se negó en redondo y por la vía rápida. El banquillo, a las puertas de semanas de muchas preguntas de la prensa a los jugadores casi a diario, en una situación nada fácil, será para Joe Mazzulla, del equipo de Udoka, solo 34 años y un caso de agresión a una mujer en 2009, cuando jugaba y estudiaba en West Virginia.

Los Celtics todavía pueden ser considerados uno de los grandes favoritos al anillo. Finalmente, y con muchos y obvios matices, gana el talento, y ellos lo siguen teniendo a paladas. Pero es obvio que las cosas se han torcido de una manera que habría parecido inconcebible hace dos telediarios. Para la franquicia, que trata de manejar una situación delicadísima, y para un Ime Udoka cuyo futuro parece ahora mismo inexistente como entrenador NBA. Por todo lo que se va sabiendo hasta ahora, con muy buena razón además.