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NCAA | FINAL FOUR 2023

Sanogo: “En el lugar del que vengo, tienes que ser duro”

Adama Sanogo fue elegido mejor jugador de la Final Four y brilló para UConn en pleno Ramadán. Hasta 2014 jugaba al fútbol y su sueño era estudiar en Francia.

Actualizado a
Sanogo: “En el lugar del que vengo, tienes que ser duro”
GREGORY SHAMUSAFP

En el lugar del que yo vengo, tienes que ser duro. Mucha de la gente que vive en Estados Unidos no podría pasar por lo que pasamos en Mali”. Adama Sanogo hablaba así de sus orígenes en 2021, cuando llevaba ya más de un año en UConn, la universidad con la que se acaba de proclamar campeón universitario y MOP, mejor jugador de la Final Four. El interior de Bamako, un 2,06 de 111 kilos, firmó un gran torneo que abrió con 28 puntos y 13 rebotes contra Iona y lo cerró con dos excelentes actuaciones en Houston, en la resolución del título: 21+10 contra Miami y 17+10 en la final, en la que los Huskies dieron muy pocas opciones a los Aztecs de San Diego State.

Sanogo tiene 21 años y lleva seis ocho al baloncesto. Lo suyo era el fútbol hasta que su tío habló con un ojeador que le convenció de que, con esa altura, lo mejor para su sobrino era el baloncesto. Y en vez de irse a estudiar a Francia, dar el salto a Estados Unidos. Así que el chico -que ya hablaba bambara, árabe y francés- se puso a aprender inglés antes de aterrizar en el baloncesto instituto del área de Nueva York. Convertido en promesa de cuatro estrellas, eligió UConn por delante de Seton Hall y Nebraska. Allí ha jugado 86 partidos y ha acabado con 17,8 puntos y 7,4 rebotes en la que será su última temporada, cerrada con título en pleno ramadán: “No es fácil pero es mi fe, y es algo que llevo haciendo desde que estaba en el instituto. No era la primera vez. Pienso en Hakeem Olajuwon, y en que si él lo hacía cuando estaba en la Universidad de Houston, yo puedo hacerlo. Desde que se pone el sol hasta las cinco de la mañana, más o menos, como cosas con muchas proteínas. Los preparadores del equipo se aseguran de que esté hidratado, así que también bebo mucho. Un día me levantan a las cinco de la mañana, por ejemplo, para que beba mucha agua de coco y aguante hidratado todo el día”.

El entrenador de los Huskies, Dan Hurley, tuvo que aprender a adaptarse a la decisión de su jugador: “A mí, como entrenador, me daba pánico. Yo no sé lo suficiente de dietas, nutrición y rendimiento deportivo… Pero tenemos unos grandísimos preparadores que han hecho un gran trabajo con él”. Desde luego, las cosas fueron a la perfección para un jugador que creció echando un cable en la granja de maíz de su abuelo y en el negocio de lavacoches de su padre. Hasta que sus progenitores le dijeron que tenía que salir de Mali para encontrar un camino mejor. Lo está haciendo, pero no olvida sus raíces: “Una de las cosas por las que quiero ser jugador profesional es para construir un hospital en mi país, un lugar en el que ayuden a los niños”.

¿Su destino, ahora, es la NBA? No apunta a estrella pero al menos va a intentarlo, claro. Los expertos no le dan opciones de ser elección de primera ronda en el próximo draft y le sitúan como pick más bien bajo en la segunda. Es fuerte pero no muy rápido ni elástico. Defiende bien pero no es un experto ni intimidando ni en espacio, en cambios con exteriores. Es productivo de espaldas al aro pero no tiene juego de cara y su rango de tiro tiene que mejorar. Esa decir, le faltan muchas de las cosas que buscan los equipos en sus interiores para la forma en la que se ahora se juega. A partir de ahí, puede sorprender. En la historia de la segunda ronda del draft no faltan espejos en los que mirarse. Puede hacer carrera como interior de rotación o, tal vez, como jugador más importante que eso fuera de Estados Unidos. Sea como sea, ya ha llegado lejos y se ha convertido en el primer africano elegido el mejor de una Final Four desde Hakeem Olajuwon en 1983.