¿El retorno de los Kings? Sabonis y la resurrección del desastre
Tras 16 años sin playoffs, la llegada de Domantas a la plantilla y de Mike Brown a los banquillos permiten a los Kings ver la luz al final del túnel.
Los Kings sonríen. Parece una frase irreal si la ligamos a una franquicia que lleva 16 años sin pisar los playoffs de la NBA, el tope negativo en cualquier deporte norteamericano. Pero no, es verdad; el equipo de Sacramento está siendo extremadamente competitivo en un inicio de temporada frenético y ve la luz en esa ultracompetitiva Conferencia Oeste que carece de un claro dominador. Nadie está muy bien, algunos están simplemente bien y muchos otros (Lakers, Warriors) realmente mal, lo que permite ver cambios constantes en la clasificación de un día para otro y muchas variables dentro de una regularidad inexistente... que sí estamos viendo en los últimos 6 partidos de los Kings: 6 victorias consecutivas, 7 en los últimos 8 encuentros y 9 en los últimos 11. La grada vuelve a disfrutar con el juego de su equipo, hay un estilo identificable, buenos jugadores y una idea en el banquillo (por fin) que se ha trasladado a la pista y está dando buenos resultados en este inicio que, no olvidemos, no deja de ser un inicio. Pero que demuestra que estos Kings, por fin, tienen la intención, las ganas y la plantilla para competir.
El 2 de junio de 2002, los Kings dijeron adiós al sueño más grande, el del anillo. Perdieron, en casa y ante su gente, el séptimo partido ante los Lakers, con los que forjaban una especial rivalidad. Shaquille O’Neal y Kobe Bryant ganaron, junto a Phil Jackson, la partida a esos Kings que permitieron presumir a la NBA del juego más cautivador del planeta: los pívots como canalizadores, movimiento de balón excelso, gran interpretación del contraataque y una incidencia clara en una ofensiva extraordinaria. El triple de Robert Horry en el cuarto partido evitó el 3-1; la polémica del sexto ya es historia. En el séptimo, el 2 de 20 en el triple de los Kings, que también fallaron la mitad de sus tiros libres, demostró que todavía les faltaba algo de fritura para luchar por el título. Eso, y el gen del campeón de unos Lakers que luego barrieron a los Nets en las Finales para alcanzar el tercer título de su espectacular dinastía, el último three peat que ha visto la NBA en su larga historia.
Los Kings todavía tuvieron oportunidades en los dos años siguientes: cayeron, con Chris Webber lesionado, en el séptimo partido de las semifinales ante los Mavericks de Dirk Nowitzki y Steve Nash, con Don Nelson en el banquillo. Y, otra vez en el séptimo, ante los Timberwolves de Kevin Garnett en 2004, con un intento de triple de Webber que se salió de dentro. Mike Bibby, Doug Christie, Pedja Stojakovic, Haedo Turkoglu, Bobby Jackson, Scott Pollard, Vlade Divac... Un equipo lleno de talento que nunca consiguió ganar un partido definitivo y que siempre le quedó la espina clavada de esa serie ante los Lakers, en una temporada en la que ganaron 61 partidos pero no consiguieron el sueño del anillo. Rick Adelman dijo adiós en 2006, tras una nueva participación sin suerte en playoffs: desde entonces, agua. 16 ausencias consecutivas de la fase final a pesar de contar con buenos jugadores y entrenadores (DeMarcus Cousins, Rajon Rondo, Rudy Gay, George Karl...), muchos intentos frustrados, una gestión pésima en los despachos que nunca resolvió un Vlade Divac que siempre fue mejor como jugador que como directivo y una crisis pantagruélica. Una verdadera travesía en el desierto.
El desastre en los despachos
La concatenación de malas decisiones de los Kings ha sido una evidencia supina en los últimos tiempos: las cosas no funcionaron con Karl y se fichó a un David Joerger que venía de hacer un buen papel en los Grizzlies, con tres participaciones consecutivas en playoffs. En la última temporada del técnico en Sacramento, los Kings se fueron a un 39-43, el mejor récord desde Adelman, y al noveno puesto de la Conferencia Oeste. Se quedaron a 9 victorias de los playoffs, sí (por entonces no había play-in), pero con vestigios y promesas futuras: Buddy Hield promedió casi un 43% en triples, De’Aron Fox a más de 17 puntos. Y por ahí andaban Bogdan Bogdanovic, Willie Cauley-Stein, o un Harrison Barnes sobredimensionado, al que Divac ofreció 85 millones en 4 temporadas tras salir denostado de los Warriors y las ya históricas Finales de 2016. El trabajo de Joerger tampoco fue suficiente para Divac, que despidió al entrenador: la gestión de la plantilla era un punto de desacuerdo, especialmente en los minutos en pista que recibía Marvin Bagley III, elección personal del General Manager en el draft de 2018 por delante de... Luka Doncic. Otro desmán que es considerado, tan solo 4 años después, uno que jamás se olvidará.
La llegada de Luke Walton no fue nunca una solución: muy bien considerado para lo poco conseguido, el jugador salió por la puerta de atrás de los Lakers y ya nunca levantó cabeza. Ni como entrenador de jugadores ni con la pizarra en la mano, Walton fue capaz de levantar una plantilla que no creía en él y de la que sería despedido tras 17 partidos disputados al inicio de la 2021-22, un récord de 6-11 esa temporada, y uno combinado de 68-93 en sus tres temporadas en la franquicia, todas sin playoffs. Alvin Gentry fue seleccionado para finalizar la temporada, pero la situación no cambió la dinámica. Y los Kings, ya sin Divac en los despachos (dimitió tras la buburja de Orlando), tomaron una decisión que muchos no entendieron: Buddy Hield y Tyrese Haliburton, este último la mejor noticia en años de los Kings, fueron traspasados junto a Tristan Thompson a los Pacers a cambio de Domantas Sabonis, Justin Holiday y Jeremy Lamb.
El traspaso de Hield, un tirador venido a menos que renqueaba en ciertas partes de la temporada, era algo ligeramente comprensible si la contraprestación era Domantas. Pero nadie comprendía muy bien qué hacían los Kings renunciando a Haliburton, un jugador con una visión de juego extraordinaria, que se encargaba de hacer cosas en pista que en Sacramento hacía mucho que no veían. Un proyecto de estrella de futuro en torno a la cual reconstruir una entidad perdida. Un verdadero jugador franquicia. Su adiós no vino acompañado del de De’Aron Fox o el de Harrison Barnes; la estancia de Sabonis no iba a ser tampoco efímera. En otras palabras: los Kings no estaban pensando en una reconstrucción total a largo plazo. Querían ser competitivos en un corto periodo de tiempo con una estrella ligeramente cuestionada como Sabonis, y tirar para adelante con eso. Algo que, a priori, no era posible. Pero...
¿Motivos para la esperanza?
Hemos visto ya 14 partidos de los Kings en el curso baloncestístico 2022-23. Y se atisba un pequeño, la cautela nos impide hacerlo más grande, resquicio de luz. Más allá del récord, el equipo de Sacramento es el segundo que más anota de toda la NBA (casi empatados con los Celtics), tienen el segundo rating ofensivo y es el mejor en el effective field goal (por encima del 58%). También son segundos en porcentaje de tiros de campo (rozan el 50%), sextos en porcentaje de triples (más del 38%) y cuartos en asistencias. Y palian sus problemas en el rebote (sin ningún especialista, son el cuarto peor equipo de la NBA en ese aspecto) con una buena selección de tiro, lanzamientos certeros y centrados en mantener como foco ofensivo a Sabonis y que todo fluya a su alrededor, permitiendo buenos tiros a sus compañeros y siendo incisivo en la zona cuando es necesario.
La llegada de Monte McNair a los despachos en sustitución a la objetivamente mala gestión de Divac, está dejando algunos brotes verdes, aunque la visión general de su gestión, con la pérdida de Haliburton y la insistencia en Walton cuando su permanencia en el banquillo era casi bochornosa, sigue siendo negativa. Sin embargo, ha sabido elegir con tino a Mike Brown, un entrenador que se apartó del primer plano y aprendió a las órdenes de un genio como Steve Kerr antes de volver a una NBA al que tenía que adaptarse para poder ser competitivo. Brown, famoso por llevar a los primeros Cavs de LeBron a las Finales de 2007 y mantener al equipo competitivo durante un lustro, sumando temporadas de 50 y 60 victorias y entrenando a las mejores defensas de la NBA, ha comprendido que no podía hacer lo mismo 15 años después: la plantilla de los Kings no está hecha para las trincheras como aquel equipo de Ohio (LeBron en ataque, el resto a la defensa: Ben Wallace, Iglauskas, Varejao...) y que había que apostar por el ataque ante la imposibilidad de hacerlo para ese otro lado de la pista para el que no tiene jugadores para crear un sistema fiable.
La llegada de Malik Monk (13,1 puntos por noche), ha sido un apoyo para el banquillo, mientras que el ataque se consolida alrededor de Sabonis (17,7+10,8+5,8) y Fox consigue convertirse en algo parecido a un base fiable que consiga sostener a su equipo más allá de los highlights (24,8 puntos por encima del 58% en tiros de campo). Kevin Huerter, procedente de los Hawks, ha sido otro acierto de McNair (16,1, con un espectacular 51% en triples), Keegan Murray aporta su grano de arena (algo más de 12) y Harrison Barnes aumenta su efectividad y juega seguro, intentando solo 8,1 tiros por partido, limitado en el sistema por un Brown que da más protagonismo a otros y dejando al propio Barnes en una cifra de lanzamientos por partido que no era tan pequeña desde su año rookie. Los Kings funcionan. ¿Hasta cuándo? No lo sabemos. Pero, de momento, hay motivos para la esperanza. Y eso, hablando de lo que hablamos, es algo magnífico.